Reserva y pavimento

Juan Pablo Ruiz Soto
16 de octubre de 2018 - 08:26 p. m.

Ni Peñalosa ni Petro son mis referentes como administradores urbanos. Por ello mi opinión respecto a la Reserva Thomas van der Hammen (RTVDH) no es en favor ni en contra de ninguno de estos personajes; es la de un ciudadano a quien le interesa la gestión de un ambiente sano y la conciliación entre los diversos intereses, asociados a la dinámica de la capital, que hoy transforman la Sabana de Bogotá.

Hablo desde mi pasado, cuando participé activamente en la construcción física de la ciudad al producir arena para la construcción de casas y edificios y como presidente de la Junta de Acción Comunal del popular Barrio El Codito —construido informalmente en los cerros orientales de Bogotá—; desde mi experiencia como especialista en recursos naturales del Banco Mundial y miembro actual de la Junta Directiva de seis organizaciones ambientales. No hablo a nombre de constructores, políticos, instituciones, ni de los ambientalistas, entre quienes tenemos muy diversas posiciones: hablo desde el sentido común del ciudadano, cuya nieta emplea tres horas diarias en ir y regresar del colegio.

Observando que en ciudades de Europa y Asía han derribado construcciones para generar espacios verdes en medio de ciudades densamente pobladas, considero que es una oportunidad que el 85 % de la RTVDH sea potrero y cultivos. En otras ciudades del mundo y en otras zonas de Bogotá, si queremos mejorar la calidad de vida, debemos tumbar casas y hacer parques, potreros para jugar fútbol y espacios para generar conectividad ecológica.

Independiente de la pertinencia jurídica del fallo de la magistrada Villamizar, que pretende sustituir a la autoridad ambiental y darle un plazo perentorio al Consejo Directivo de la CAR para elaborar y aprobar un acuerdo que acoja en su totalidad la solicitud de la Alcaldía de Bogotá —acción jurídica que generará cientos de pliegos con argumentos y contra argumentos jurídicos, cuyo análisis dejo a los juristas y aficionados—, me atrevo a repetir la misma impertinencia que hace cerca de dos años pronuncié, casi como herejía, en una reunión convocada por la Academia Nacional de Ciencias: defiendo la importancia de la RTVDH, me opongo a que se realindere y propongo que, como parte de un efectivo plan de manejo, se delimiten a su interior áreas que sean asignadas para la construcción de viaductos elevados como vías y parque de interconexión. Estas deben ser diseñadas para generar el mínimo impacto ambiental y dar salida, con mayor agilidad y menor impacto social, a muchos ciudadanos niños y adultos que diariamente se movilizan entre los municipios vecinos y la capital. Sin realinderar la RTVDH, bienvenidas las nuevas zonas verdes cercanas.

Si no queremos que estas vías aumenten el desastre de la ya caótica, ilegal y acelerada urbanización de la Sabana de Bogotá, debemos tomar medidas serias para cumplir la Ley 99 de 1993, que dice: “Declárase la Sabana de Bogotá, sus páramos, aguas, valles aledaños, cerros circundantes y sistemas montañosos como de interés ecológico nacional, cuya destinación prioritaria será la agropecuaria y forestal”. No más bodegas y áreas industriales en medio de la Sabana de Bogotá. Que el crecimiento urbano se desplace a otras zonas del país, donde hay mejor oferta de agua y suelos menos fértiles.

 

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