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Reservas Naturales de la Sociedad Civil como alternativa a un Estado ineficiente, inequitativo y corrupto

Ignacio Zuleta Ll.
22 de septiembre de 2020 - 03:36 a. m.

¡Qué cantidad de vida! ¡Qué riqueza verdadera: agua, aire limpio, pájaros, mamíferos, plantas, hongos, insectos y reptiles! La necesidad de retornar después del encierro de la peste a un encuentro cercano con la añorada naturaleza que en la ciudad es mezquina, me dio el impulso para lanzarme al monte. La Reserva Madhu está ubicada en la faz occidental de la cordillera Central que da al Valle del Cauca, en la vertiente derecha del río Amaime. ¿Ha visitado el lector El Paraíso? Pues Madhu es más arriba. Entre sus 1.200 m s.n.m y su montaña más alta a 3.200 m s.n.m la familia Mejía restaura y conserva uno de los bosques andinos más bellos del país.

Nuestra perdición como colombianos fue la abundancia. Como un mal educado niño rico hemos venido explotando nuestras tierras de la peor manera, dando por sentado, como los neoliberales extractivistas desfasados y los colonos ignorantes, que no había límite a los recursos que nos ofrecía el terruño en el que tuvimos la ambigua suerte de nacer. Hasta que llegó el drama inevitable: descubrimos que habíamos malgastado la fortuna, que el agua se acababa, que las tierras antes selváticas y hoy convertidas en monocultivos y pastos de ganado o en desiertos que fueron la abundancia, estaban agonizantes, yermas… y usurpadas.

Pero hay gente distinta: hay seres que no han roto sus nexos con la tierra, almas telúricas, intelectos que no le comen cuento a la felicidad de pacotilla del consumo, espíritus que resuenan con los ciclos naturales, sabidurías ancestrales que saben que los billetes no se comen y que sin agua somos una especie extinta y que sin naturaleza somos los seres más tristes de este cosmos. Puro sentido común del que carece la masa humana enfilada por la perversidad de los gobiernos hacia la hambruna, la sed y la miseria integral que languidece en las urbes de la tierra. Aquellas gentes de ojos abiertos y coraje para andar en contravía, son los nuevos Noe que saben que sin un Arca salvadora no hay futuro. Nacen entonces las reservas Naturales de la sociedad Civil, como Madhu.

Dejadas las cosas en manos de un Estado incapaz de proteger las tierras de los Parques de papel, en un gobierno como el actual que es capaz de concebir que los baldíos deben ser para los ricos, o que no se lanzará jamás a legalizar la coca ni a solucionarle el problema a los mineros ilegales que no destruyen por gusto sino por hambre, no hay remedio, o bueno, uno: que en la sociedad civil entendamos que está en nuestras manos proteger lo que se pueda y lo que queda. Hace tiempo sabemos que el Estado es un desastre, que los gobiernos de turno ocupan sus períodos en vil papelería, expoliación y demagogia, que la corrupción está matando al organismo pues la metástasis llega hasta la médula. Las reservas Naturales de la Sociedad Civil, con todo y las trabas que el entorno imponga, son una de las formas más eficaces de que nuestros hijos puedan conocer un tucán, un ocelote, un comino crespo o una rana endémica y degusten un agua sin sabor de tubo o de botella.

Madhu, que significa dulce y miel en sánscrito, es un verdadero poema a la biodiversidad y a la esperanza. A la diversidad porque en sus pisos térmicos protege, que se sepa hasta el momento, una enorme población de especies vivas, 328 especies de aves y un 2% de la diversidad total de mamíferos presentes en Colombia. La supervisora de estos cielos es la Spizaetus Isidoris, el águila crestada, todo un emblema, que se turna en su trabajo de mantener el equilibrio con el robusto Puma Concolor que ronda en estos cerros más allá del paraíso. Ni hablar de la recuperación de especies vegetales casi extintas, a cuya renovación contribuye el cultivo de las abejas criollas y foráneas que los “fideicomisarios” de Madhu consideran su mano derecha en la polinización que incrementa y restaura este entorno casi arrasado por la deforestación y los ganados. Las abejas en esta historia merecerían un capítulo aparte, pero basta decir que han sido responsables de traer más árboles, más agua y más especies que cualquier corporación. Y es una oda a la esperanza, porque en palabras de los corajudos “empresarios”: “Madhu es el proyecto de vida de nuestra familia, pero somos conscientes de que es un proyecto que trasciende nuestras propias vidas…que como cualquier proyecto de conservación solo tendrá un impacto real en la medida que se sostenga en el tiempo”. Así sea, y de parte de una humanidad esperanzada, gracias infinitas.

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Alicia(54370)29 de septiembre de 2020 - 11:33 p. m.
Gracias por la oda a la esperanza, aunque sea pequeñita. Seguimos acompañándote y agradeciéndote esta lucha por abrirle los ojos a este país.
Alberto(3788)23 de septiembre de 2020 - 01:30 a. m.
Emocionante lectura acerca de seres humanos que cumplen extraordinaria labor, muy buen escrito, gracias, Ignacio Zuleta.
Manuel(6280)22 de septiembre de 2020 - 11:26 p. m.
Magnífica columna!!!
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