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Revolución COVID

Columnista invitado EE
09 de junio de 2020 - 04:43 p. m.

Por: Miguel Villa Uribe

Toda buena crisis devela los problemas de fondo de una sociedad y los exacerba, y esta crisis, sin duda de las más grandes de la era moderna, nos tiene contra la pared. Se prueban los límites del poder y la tolerancia. Ya no es el caso de llamar a la unidad cuando la gente se muere de hambre y es sepultada en deudas impagables; somos víctimas de nuestro propio sistema y no sabemos cómo responder. Hace unos meses veíamos con horror El Guaso en cine, hoy vemos las noticias de Estados Unidos y es la misma película, pero real. Nosotros aun esperamos en una tensa calma cómo las instituciones y la economía colapsan, tal vez por lo que estamos tan acostumbrados a estos fenómenos depresivos, pero que seguro en algún momento explotarán cuando todos perdamos lo más sagrado que tenemos, el status quo.

Dados los recientes sucesos en Minnesota, el pueblo norteamericano se ha levantado en contra del sistema, un sistema que, por más que trata, no puede acabar el racismo de sus instituciones por razones axiológicas; son valores que se pasan de padre a hijo en una comunidad de poder, y la Policía de ese país no es la excepción. Aunque la historia ha dilucidado que esta ha sido la forma con la que el pueblo americano ha evolucionado socialmente a través del tiempo. Cuando las cosas parecen no estar peor, explotan en una revolución social que logra garantizar otro paso en los derechos de la comunidad. La única anomalía en este caso es Donald Trump, persona que debería llamar a la unidad y a ser el máximo garante de igualdad en EE. UU., pero como de costumbre hace todo lo contrario y está tratando de reprimir estas marchas de la manera más brutal posible. Y, como es recurrente en su actuar, apelando a “fuerzas oscuras” para desconocer la problemática real de su país. Esto posiblemente le va costar caro; a lo mejor esta sea la gota que rebose el vaso, y pierda su anhelada reelección.

Con lo anterior el mundo se despierta. Nos encantan las tendencias americanas, nadie protesta como ellos, nadie lo expresa como ellos, ¡nadie es tan épico en sus demostraciones sociales como ellos! Eso, sumado a las redes sociales, crea una revolución mundial inmediata, pero confusa; de una forma u otra en Colombia tratamos de emular ese clamor de revolución social, pero de una forma equivocada; nuestra problemática es muy diferente en muchos aspectos. Primero que todo, en Colombia no contamos con una opresión sistemática contra las negritudes; nuestra opresión es de clases, y las afecta a todas sin importar su color. Si esta revolución sirve de algo, que sea para atacar el verdadero problema que nos afecta: el clasismo que genera nuestra larga lucha interpartidista.

Vemos ya lejana la guerra entre liberales y conservadores, pero lo único que ha cambiado es el nombre de los partidos; los ataques entre la derecha y la izquierda no paran, con la adición de un nuevo actor, los partidos de centro, quienes son denominados “tibios” por los anteriores, al no comulgar con una tendencia definida. Y esto es lo que ha generado la interminable batalla de clases desde la revolución industrial. Uno de los ejemplos más claros de esto es el homicidio sistemático de lideres sociales que solo contribuye a la acentuación de las facciones partidistas. Y si no empezamos a limitar esta opresión ciudadana en esta olla de presión que ha sido la cuarentena, más las protestas que están por llegar, podríamos estar acercándonos a sucesos como el Bogotazo, uno de los periodos mas tristes de la historia colombiana y que inicio la oscura época de “La Violencia”. Ya desde el año pasado estábamos viendo cómo las protestas se hacían más fuertes por el descontento social, y parece que ya hay todas las intenciones de volver a ellas desde el levantamiento de la cuarentena.

Lo más preocupante de la situación es la similitud entre nuestro gobierno y el de Trump en el manejo de la crisis; dónde podemos ver una agenda clara, es netamente política, y van en contra de cualquier detractor que se ose interrumpir su programa. Esto no le esta funcionando a EE. UU. y acá actos como el del fiscal Barbosa, quien media a favor de los intereses del uribismo sin la más mínima vergüenza, nos está poniendo en un lugar igual de peligroso, ya que empieza a tener tintes de dictadura al desbalancear los contrapesos políticos. Por otro lado, el Congreso parece estar legislando en temas intrascendentes como la declaración del carriel como Patrimonio Cultural de la Nación, y de control político pocón, el cual es vital en este momento que el Gobierno cuenta con atribuciones especiales desde el inicio de la declaratoria de emergencia y que claramente se han extralimitado en sus funciones. Esperemos que el Congreso vuelva en forma, a ver si de alguna forma rebalanceamos los poderes del Estado, y así retornar a una relativa calma antes de que la sociedad explote y presenciemos protestas del calibre de las de EE.UU., o peor aun, épocas tan oscuras como el de La Violencia.

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