Rimbaud en Bogotá, fragmentos de una novela

Arturo Charria
06 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

En memoria de Javier González

Al salir de la Cátedra de Arthur Rimbaud, los protagonistas de la novela Operación Benjamin, se fueron hablando de lo último que dijo el profesor: “A Rimbaud no se le rinde homenaje con un recital de poesía”. La sentencia estuvo presente en las conversaciones de los personajes durante varios días y en clase, más que poner atención, trataban de identificar alguna pista que les permitiera descifrar aquella frase. Iván, que era el más entusiasta en lo que él mismo llamaba “acciones intrépidas”, llegó a trazar un campo semántico con ciertas palabras que el profesor mencionaba en la Cátedra. Se trataba de una especie de constelación en la que reinaba la palabra “Rimbaud” y luego, como si fueran pequeñas estrellas, se leía: “destrucción, abandono, rebeldía, música, provocación, viaje, errante, bohemia, ruptura”. 

Por esos mismos días Iván mostraba orgulloso el carnet que certificaba su vinculación a las Juventudes Comunistas (JUCO), se trataba de una fotocopia barata llenada a mano en la que solo tenía color el martillo y la hoz. Como era novato y se encontraba en la parte más baja de El Partido, lo encargaban de acciones logísticas y, de vez en cuando, lo llamaban para hacer algunas pintas (Grafittis contra “el sistema” o en las que escribían “JUCO” acompañada del martillo y la hoz). Allí aprendió dos cosas: hacer esténciles, de manera que las pintas tuvieran simetría industrial y el valor de la ortografía, porque no hay nada más frustrante que terminar una pinta y darse cuenta que faltó una letra o se escribió lo que no era. Le pasó con su primera acción, tenía que escribir “Viva la JUCO”, pero de los nervios y el afán, escribió “Viva la fruko”, un error que le costó la posibilidad de tener un alias serio ante sus compañeros, pues desde esa noche fue conocido como “el fruko”.

De ahí surge la idea de pintar la cara de Rimbaud por todo Bogotá, situación que les sirve a los personajes como acción preparatoria del robo de la “Librería Naranja”. Iván llega esa tarde al bar en el que están sus amigos; levanta las manos y les dice que ya tiene la respuesta. Las manos tienen manchas de pintura negra y roja. Pone sus manos frente a los ojos de sus colegas, como si estuviera ofreciendo algo y repite que ya sabe cómo rendir homenaje a Rimbaud: “Llenaremos la ciudad con la cara del poeta” –Dice, mientras comienza a sacar las herramientas e insumos necesarios para realizar su “acción intrépida”. Saca del bolso varios pedazos de cartón, tres bisturís, unas latas de spray, al tiempo que se abre la chaqueta de jean y deja ver la imagen de su camiseta, con algo de esfuerzo se puede ver al poeta francés: “La hice esta tarde en la sede de El Partido”, dice emocionado. 

Los convence y esa misma noche van por toda la ciudad pintando la cara del poeta. No saben por dónde comenzar. Mientras avanzan por la ciudad, Ignacio, otro de los protagonistas de la novela, les dice a sus cómplices: “Menos mal que el aniversario no es de Bakunin, porque estaríamos buscando una iglesia para prenderle fuego”, a lo que Iván contesta <<La única iglesia que ilumina es la que arde>>. Sonríe, se detiene y señala el lugar en el que estamparán el primer rostro del poeta: la Biblioteca Nacional.  

En 2004 Arthur Rimbaud cumplía 150 años. Como homenaje al poeta francés ese semestre se abrió una cátedra en la facultad de Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Esa fue la clase que inscribieron Diego, Ignacio, Iván y Federico, los protagonistas de Operación Benjamin. Fue una casualidad que terminó por convertirse en el robo literario más conocido de Bogotá.

@arturocharria

charriahernandez@hotmail.com

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