Rusia-África, y más acá

Eduardo Barajas Sandoval
29 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

A la orilla tranquila del mar Negro, con la cordillera del Cáucaso como respaldo, y rodeada de plantaciones de té y frutales, los rusos lograron construir una de las muchas versiones urbanas de sí mismos y convertirla en lugar de acogida para ocasiones especiales. Sochi ha sido, desde finales del siglo XIX, cuidadosamente embellecida con edificios neoclásicos que, con la cercanía de las playas, generan un ambiente de placidez que invita a dialogar.

El más reciente y ambicioso movimiento abierto de la diplomacia rusa tuvo lugar en días pasados en esa ciudad, que ha sido ya escenario de numerosos eventos internacionales, políticos y deportivos: reuniones de organismos como la FAO y Juegos Olímpicos de Invierno. También había sido escogida como escenario privilegiado de la reunión del G8, que se convirtió precisamente en G7 cuando, en junio de 2014, las potencias restantes decidieron excluir a Rusia del grupo y reunirse más bien en Bruselas, como represalia por la crisis de Crimea, que había terminado en lo que ellas calificaron de anexión de la península, y los rusos, como expresión de la libre determinación de los pueblos.

Cinco años después del desaire, y en medio del alboroto y el desorden generalizado que han generado las maniobras aparentemente incoherentes y viscerales de un inexperto como el presidente de los Estados Unidos, Rusia consideró propicio el momento para buscar cercanía y un nuevo entendimiento con el conjunto del continente africano. Para estos efectos convocó al idílico escenario de Sochi a medio centenar de líderes de naciones de esa parte del mundo, para ofrecerles, “sin ataduras”, oportunidades de negocios que representen alternativas de beneficios y una especie de liberación de las presiones económicas y políticas de origen occidental.

La “apertura al África”, compuesta por el presidente Putin, cuya lucidez y experiencia acumulada como líder de una potencia de verdadera talla mundial nadie puede desconocer, será interpretada bajo la dirección de Sergei Lavrov, posiblemente el más competente canciller de nuestra época: conocedor, experimentado, sereno, analítico, visionario, firme sin entrar en la disonancia ni la amenaza. Con la ventaja adicional de contar, de verdad, con elementos, de toda índole, para sustentar sus posiciones. Ya se sabe que, de binomios como ese, salen por lo general iniciativas audaces, oportunas, y con posibilidades de éxito.

Con el colorido espléndido de sus trajes tradicionales, los jefes africanos desfilaron hacia un podio en el que fueron fotografiados, sonrientes de verdad, junto al presidente ruso, bajo una señal de excelente diseño publicitario que decía, en inglés: RUSSIA - AFRICA SOCHI 2019, 23 - 24 OCTOBER.

En medio de los festejos de un país exquisito como anfitrión experimentado, no solamente se establecieron mecanismos para financiar acuerdos comerciales, sino que quedaron abiertas avenidas enormes para el acceso de los exportadores rusos a los mercados africanos. Claro, todo con la indumentaria propia de los convenios de cooperación que pintan bien para todas las partes. Solo que ya se sabe cuál es siempre la más fuerte, por ejemplo, en el campo de la tecnología y las armas. Nada de extraño, ni de malo. Así funciona el mundo, ni más faltaba, en los términos que la realidad impone en estas ocasiones.

Ayanda Dlodlo, ministra sudafricana y promesa femenina de la política de su país, seguramente con la mirada puesta en el recuerdo de la experiencia de la colonización europea occidental que descuartizó al África de lado a lado, celebró el encuentro y subrayó que Rusia no tiene en el continente el mismo pasado colonial de quienes abusaron de su ejercicio colonialista. Otra cosa fue la acometida de la era soviética, similar a la desarrollada en otras partes del mundo, como una propuesta de otra época, con pretensiones de pronto más políticas que económicas, que parecería ya cosa del pasado, y que según sus protagonistas no tenía pretensiones típicamente coloniales. Con ese olvido, o de pronto con ese recuerdo, en algunos lugares de África la gente ha comenzado a danzar al ritmo de emisoras promovidas por empresas rusas, que patrocinan desde inversiones de contenido tecnológico hasta reinados de belleza.

La exitosa convocatoria de Sochi ha puesto a los observadores de la vida internacional a seguir con atención esta nueva manifestación de la estudiada complejidad del régimen ruso, y en particular de su política internacional, una vez terminada la vigencia formal de la unión Soviética. Frente a ese reto, no falta quien incurra en la ligereza de considerar que se trata “del mismo oso con otro disfraz”. Tampoco falta quien siga mirando a Rusia en blanco y negro, como la mostraban tendenciosamente las agencias occidentales hace más de medio siglo. Y no falta quien advierta que Rusia también tiene, bajo uno u otro nombre, su pasado colonial, no necesariamente orientado hacia el África, pero evidente en otras regiones, momentos y direcciones, establecido desde la época de los Zares y continuado con creces por sus sucesores, además de la pretensión irrenunciable de jugar otra vez en todos los tableros posibles, con tono y contenido nuevos, y con el apoyo de un poder tecnológico extraordinario, antes orientado principalmente hacia el desarrollo bélico y ahora hacia diferentes campos.

Como son muchas las oportunidades, las avenidas, y las brechas, por las cuáles Rusia busca entrar otra vez a jugar un papel global, así no tuviéramos el desorden de hoy, y como siempre habrá espacios libres para el ejercicio de una diplomacia audaz y visionaria, vale la pena estar bien enterados de su contenido y sus efectos posibles en un mundo cada vez más conectado e interdependiente. La tarea resulta imperativa en ejercicio de la responsabilidad de actuar de la mejor manera en el manejo de nuestros intereses presentes y futuros. Y ello es obligatorio, entre otras cosas, porque se trata de la política exterior de una potencia extracontinental que tenemos ya aquí presente, al otro lado de nuestra frontera oriental, y que es cada día dueña de más elementos que le permitirán jugar en el tablero de América Latina, a donde ha sido invitada a cambio de la entrega de unos cuántos elementos de soberanía, por quienes no han hecho sino protestar, y supuestamente luchar, contra todo tipo de alienación e imperialismo.

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