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Sobre el caso de Nicolás Castro

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24 de febrero de 2010 - 02:11 a. m.
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El 20 de febrero las ediciones de los diarios nacionales El Espectador y El Tiempo coincidieron en dos puntos: la portada del golfista arrepentido con su madre y los reportajes de sus periodistas Cecilia Orozco Tascón y Paulina Angarita Meneses, respectivamente, al joven universitario Nicolás Castro Plested, quien se encuentra en La Picota por amenazar a través de internet al hijo del Presidente.

Las dos logran que el entrevistado muestre sinceramente sus sentimientos y explique las circunstancias que han rodeado este triste episodio.

Como lo señala el joven Castro, lo que se ha hecho en su contra es una injusticia terrible. Ciertamente, que la familia presidencial reciba mensajes de amenazas, por lo mismo que pudiera parecer rutinario es preocupante y las medidas que se tomen para evitar que nada le pase a su integridad física es la primera responsabilidad de los encargados por su seguridad. Pero de allí a convertir a un joven sano, un universitario exitoso, un hijo de familia sin conflictos de peso es desproporcionado. Las autoridades judiciales que tienen el caso han exagerado sus medidas y lo han convertido en un asunto de “exhibicionismo” para quedar bien con el señor Presidente.

A estas mismas autoridades (jueces, fiscales) habría que hacerles seguimiento para saber si se portan igual cuando se trata de una queja en iguales circunstancias de cualquier hijo de vecino. En sus entrevistas, Nicolás Castro es coherente, no se contradice. Al contrario, ofrece una serie de elementos de juicio que permiten conocer cómo manejan estos asuntos las autoridades. Cualquiera de nosotros, para ellos, es un sospechoso con tal de “llegar con resultados”. Este asunto se parece a los falos positivos. Ya ni en nuestro propio computador somos libres y mucho menos en los correos electrónicos.

A estas alturas, ¿qué pensará doña Lina Moreno de Uribe, como madre, simplemente. Sería un gesto muy generoso de su parte, al igual que de su hijo Jerónimo, visitar al joven y conversar con él. Es probable que en ese intercambio de percepciones a todos se les despejen las dudas y las apreciaciones negativas que pudieran existir. Muchos recordamos hasta ahora la visita de Juan Pablo II a la persona que lo atacó. Esos son testimonios de vida que enseñan la nobleza de la que puede hacer gala cualquier persona en un hecho tan conmovedor como el de Nicolás.

Y por parte de la justicia, que se centre de verdad en el proceso del joven. No es justo que se trunque todo un proyecto de vida alrededor de las artes, cuando a la terrible Karina la colocan de protagonista de la paz. No es que estemos en contra de que estas personas ofrezcan posibilidades de reconciliación, pero no tiene ni punto de comparación con lo de Nicolás Castro. Hasta los mismos internos le han comentado que muchos paramilitares pagarán unos 8 años. Mientras a él le esperan 15.

 Ana María Córdoba B. Pasto.

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