Sobre el cubrimiento de protestas

Antieditorial
17 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Por Hollman Morris

Del "Colapso total" a "La inutilidad de atacar Transmilenio”. Dos titulares de dos editoriales para una historia que no ha cambiado.

Bogotá no olvida las más duras protestas contra Transmilenio en su historia. Jóvenes montados en los techos de Transmilenio, cajas saqueadas, vidrios rotos, gases lacrimógenos, portada de El Espectador del 10 de marzo de 2012. Gobierno Petro. El editorial del diario ese día decía: “es evidente que entre los usuarios existe un descontento general, el sistema ha sido calificado, y con razón, de indigno, de demorado, de demasiado costoso para el servicio que presta”.

Cinco años más tarde, durante la administración Peñalosa y frente a unas protestas mucho menores que las de aquel día, el editorial del diario titula “La inutilidad de atacar Transmilenio”.

Mientras que el editorial de aquel entonces les daba toda la importancia a las razones de la protesta social contra Transmilenio y le bajaba el volumen al vandalismo contra el sistema, en esta ocasión hace lo contrario. Les sube el volumen a los ataques a los buses y descalifica el descontento de la ciudadanía. Es decir, era válida la protesta social contra Transmilenio en la administración Petro, pero no es válido el descontento en la administración Peñalosa. El editorial retomaba la palabra de los expertos, diciendo que Transmilenio era “víctima de su propio éxito”, mientras el editorial de ahora señala a la oposición política de Peñalosa de estar detrás de los desmanes y deslegitima nuestro derecho a pedir la revocatoria.

Llama la atención que en el editorial del colapso decían “ya vendrán otros tiempos en los que se venzan los contratos iniciales —de total ganancia para los operadores particulares—, algo entendible para su momento”. Hoy, frente a la prórroga de los mismos, que en ese entonces decían que había que renegociar y que prorrogó Peñalosa, guardan silencio.

Señores de El Espectador, se equivocan. La oposición al alcalde que yo hago ni propicia hechos vandálicos, ni promueve ataques a Transmilenio, ni nos regocijamos con cada vidrio roto a un bus rojo. Ni llegué a la política para ser un oportunista. Mal se le hace a la ciudad descalificando a una oposición política y mostrándola como criminal, solamente porque esa es la estrategia de Peñalosa frente a la ausencia de propuestas alternativas a los problemas de la ciudad.

La revocatoria no es ni disruptiva, ni dañina para Bogotá, como ustedes lo afirman. Lo que sí será dañino para Bogotá es la urbanización de la Reserva van der Hammen, la venta de la ETB, la venta del 20 % de las acciones de la EEB, cosas que no votaron los bogotanos al elegir a Peñalosa, porque nunca les dijo. Si no revocamos a Peñalosa, el daño será irreversible para Bogotá.

Es ligera la afirmación de que el alcalde está a la altura del reto de movilidad en Bogotá. Después de que calificó de ratas a media humanidad que se transporta en metros subterráneos, mínimo les debería dar desconfianza esa afirmación. No se confundan: lo que le viene echando leña al fuego de la polarización de esta ciudad son las declaraciones y las medidas despectivas de un alcalde que no ha podido conectarse con los sectores populares de la ciudad, que son las mayorías. El alza de tarifas de Transmilenio sí era evitable. Al igual que los cierres de comedores, jardines infantiles y Territorios Saludables. Dejémoslo claro, Peñalosa está generando un estallido social en Bogotá y eso no será culpa de la oposición. Es muy difícil que la capital salga adelante si, desde los grandes medios, al rechazo de los capitalinos al alcalde se le sigue llamando incomprensión.

@HOLLMANMORRIS

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