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Sobre la libertad de opinión

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01 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.
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El juicio por injuria y calumnia en contra de la valiente columnista Claudia López es una oportunidad para medir, una vez más, el verdadero alcance de lo que se denomina libertad de expresión en una democracia de apariencia sólida donde los límites de la tolerancia pueden ser comprobados de manera simultánea.

Un personaje de la talla de Ernesto Samper Pizano, cuyo gobierno quedó profundamente marcado por el archifamoso proceso ocho mil, tiene que tener conciencia clara de las implicaciones que le significaron para siempre. Un personaje público como él debe saber hasta la saciedad que en política se tiene que estar dispuesto, más que el común de los ciudadanos, a lo bueno, malo y feo del trajinar en los partidos y de formar parte de los gobiernos.

La columnista lo que hace es sugerir con mucho valor civil, es decir, opinar sobre una situación que ha estudiado e investigado para expresar lo que escribió en El Tiempo en el mes de junio de 2006, obviamente, durísima para el señor expresidente que fue el protagonista central del mencionado episodio, pero no alejada de ningún contexto real. Por eso, de allí a enjuiciar a la politóloga e investigadora Claudia López en los juzgados, es pretender ignorar y que el resto ignoremos una etapa de la vida sociopolítica del país que aún no ha obtenido todas las respuestas a los miles de interrogantes que quedaron.

Nadie acepta todas, absolutamente todas las opiniones de todos. Cuando tienen la fragancia del perfume, la lisonja y el incienso son aprobadas con socarronería o fingida humildad; pero cuando están impregnadas de criticidad frente a la verdad de los hechos, se acude a la figura de la demanda por injuria y calumnia. Si a eso vamos, todos los periódicos tendrían que estar demandados por lo mismo, ya sea por los titulares, por la información presentada, por las columnas y cartas de lectores, etc., que insinuaron exactamente lo mismo en el fragor del proceso ocho mil y que incidió en todos, porque Samper prácticamente dejó de gobernar para defenderse —y quizás sin ese proceso de por medio habría podido ser un excelente gobierno—, entonces se perdió mucha energía, muchas posibilidades de progresos, de avance del país en el campo social.

Quizás Claudia López fue mucho más directa y sincera en su opinión sobre lo que consideraba importante decirlo con la seguridad de que medio mundo se le vendría encima. No se le vino el mundo encima, sólo el personaje central del episodio, pero con toda la influencia de su investidura.

Por lo tanto, la determinación del juez será decisiva para el ejercicio del periodismo en Colombia, en su categoría de columna de opinión. No debe ser nada fácil para su hermano, el gran periodista Daniel Samper Pizano.

 

 Ana María Córdoba. Pasto.

 

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