Socialdemocracia y castrochavismo: cómo volvernos Suecia y no Venezuela

Luis Carlos Reyes
15 de marzo de 2018 - 05:45 a. m.

Ya está bien de esa mentira de que una sociedad igualitaria necesariamente es pobre. Muchos de los países más desarrollados del mundo – como Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia – son también de los más igualitarios. Logran esta hazaña – que según las cadenas de WhatsApp es imposible – otorgándole un papel enorme al Estado en el manejo de la economía. La clave para seguir el mismo camino que ellos consiste en entender las diferencias entre la socialdemocracia y las políticas adoptadas por nuestros desafortunados vecinos. Así que veamos.

Primero, la socialdemocracia es un movimiento democrático cuya fuerza está en la gente y no en el carisma de sus caudillos. En Colombia sería buena idea no votar por nadie – ni de izquierda ni de derecha – que no diga con claridad que se opone a reformas constitucionales que permitan la reelección.

Segundo, la socialdemocracia sigue principios económicos cruciales que países como Venezuela y Cuba abandonaron. La causa de los supermercados vacíos no es el socialismo, sino los controles de precios. Casi nunca hay que usar este tipo de políticas. Cuando el gobierno decide bajar por decreto el precio de un bien, generalmente no lo hace más barato ni más abundante. Sólo logra que nadie esté dispuesto a producirlo, y que lo poco que se produce acabe en el mercado negro.

Como en las socialdemocracias, deberíamos respetar la propiedad privada (la de pobres y ricos, y no sólo la de los ricos como ocurre acá). Cuando un empresario invierta en un negocio, debe tener la seguridad de que las reglas de juego van a ser estables, y de que una vez haya contribuido a la sociedad lo que le corresponde, las ganancias van a ser para él. Hay que buscar que prosperen y sean productivos estos empresarios, porque es  con sus impuestos que se financia la salud, la educación y el Estado solidario que queremos.

Y he ahí la diferencia con lo que nos quiere vender la clase dirigente actual. Ellos nos exigen menos impuestos, pero en realidad los impuestos deben ser altos, y deben ser especialmente altos para los más ricos. Dicen sin pudor que Colombia tiene los impuestos más altos del mundo, cuando en realidad nuestro recaudo tributario es del 20% del ingreso nacional, poquísimo comparado con un país como Suecia, donde es de más del 40%. Y mientras que acá les hacemos pasito a los contribuyentes adinerados y le subimos el IVA a la gente de a pie, en las socialdemocracias los más afortunados son los que más contribuyen a la sociedad. Sus contribuciones financian un gasto generoso e igualitario en salud, educación, seguros de desempleo y protección social, un Estado de bienestar que es la envidia del mundo y que logra que sus democracias sean verdaderamente sociales.

Los supermercados colombianos no están vacíos. Pero sí tienen precios excesivamente altos que perjudican a la clase trabajadora, porque seguimos creyendo el cuento de que hay que proteger de las fuerzas del mercado a los empresarios improductivos. Al contrario de lo que propone la izquierda latinoamericana, y más bien imitando a las socialdemocracias nórdicas, el país debería estar abierto al mercado internacional (en la práctica, no sólo en el papel). Nuestras políticas deben premiar a los exportadores productivos, eficientes y que generen crecimiento económico, no a quienes viven de acaparar el mercado nacional.

Pero la derecha quiere asistencialismo para los ricos, y buena parte de la izquierda rechaza las políticas pro-mercado de las cuales depende nuestra prosperidad. Es hora de que una izquierda democrática y económicamente responsable haga propuestas concretas y las haga de frente. ¿Habrá algún candidato presidencial que la tenga clara?

* Ph.D., profesor del Departamento de Economía, Universidad Javeriana.

Twitter: @luiscrh

 

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