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Socialismo y fascismo

Hernán González Rodríguez
14 de noviembre de 2014 - 02:00 a. m.

Cuando se medita tanto sobre el socialismo de algunos gobiernos latinoamericanos como sobre las declaraciones y exigencias de los negociadores de las Farc en La Habana para firmar la paz, emergen en forma oportuna algunas advertencias del historiador inglés Thomas Babington Macaulay:

“Queda claro que ellos sí proponen remediar las calamidades de la riqueza en manos de unos pocos capitalistas, expropiándolas, para entregarlas luego a otro capitalista sin motivos para esperar que sean mejor utilizadas: El Estado dilapidador”.

“Si por razones lógicas desconfiamos de la concentración de la riqueza en algunos monopolios privados y explotadores, deberíamos evitar los costos de poner más poder en manos del Estado, el más grande y difícil de controlar de todos los monopolios”.

“Cuando los estatistas de todas las estirpes, liberales, socialistas… proponen empoderar cada vez más al Estado, por medio de más leyes y de más regulaciones, lo único que hacen es agravar el problema que se proponen remediar, porque, por lo general, crean presiones contra la competitividad privada que es la única salvaguardia contra la concentración del poder”. Hasta aquí los comentarios del historiador citado.

Cuando acusa el presidente Santos a la oposición de neofascista, soslaya los visos de este dictatorial sistema de gobierno ya presentes en su mandato de neofascismo ‘tropicalizado’. En estos gobiernos se administra la Justicia en forma arbitraria y politizada para eliminar la oposición. Con propaganda y anuncios invalidados por la realidad dominan la opinión. Con elevados tributos saquean una sociedad productiva e ingenua. Las protecciones y los derechos fundamentales para incontables ciudadanos en la Constitución no pasan de ser un conjunto de garantías impotentes.

Característico del fascismo es el control total de todos los poderes por el Ejecutivo. Similitud evidente existe con el gobierno de Santos, quien ya controla por medios poco ejemplarizantes el Congreso, la Fiscalía, la Contraloría, el Consejo Nacional Electoral, la junta directiva del Emisor, la Andi, el Consejo Gremial, los medios de comunicación… Pero su neofascismo lo está llevando a debilitar las Fuerzas del Orden, a desmoralizar a los militares, razón por la cual afirmo que es un neofascismo peligrosamente ‘tropicalizado’.

Adolfo Hitler fue un habilidoso político, pero alcanzó ‘su nivel de incompetencia’ como estratega y gran jefe militar. ¿Algunos visos de similitud con el actual Gobierno? Recordemos que la
meta inalcanzable de la superioridad de la raza aria de Hitler terminó en tragedia. La meta inalcanzable de la igualdad del comunismo también terminó en tragedia. Ojalá no termine en tragedia la meta inalcanzable y utópica de la paz como la propone Santos, esto es, meta no financiable, con zonas de reserva campesina cocaleras, política con armas, extinciones de dominio a juicio de las Farc…

Era de esperar que al presidente Santos le apoyaran su paz, por razones políticas, todos los gobiernos que acaba de visitar en su viaje por Europa. Pero en la Comisión Europea de Bruselas, le hablaron duro, le condicionaron sus solicitudes económicas: “Nosotros estamos listos para colaborar en el posconflicto colombiano, pero debe usted firmar, primero, una paz ajustada a las normas de la Corte Internacional de Justicia y posteriormente le colaboraremos”. Conclusión: La paz depende hoy más de superar las exigencias absurdas de las Farc que de los deseos ingenuos de Santos.

 

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