Solito

José Fernando Isaza
28 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Dado que la derecha ganó las pasadas elecciones presidenciales en Colombia, la ejecución del programa de gobierno corresponde a esta ideología. Quienes votamos en blanco y los que lo hicieron por Petro perdimos. El presidente elegido, en sus intervenciones, tiene un discurso conciliador; sin embargo, las ejecutorias no corresponden a este tono.

Antes de la posesión, la hoy ministra de Trabajo fue clara al definir las jerarquías: “Duque es el presidente, el jefe es Álvaro Uribe”. Esta frase evoca a los gobiernos comunistas cuando se nombraba al comisario del pueblo para que, incrustado en el gobierno, vigilara que los administradores no se alejaran de la línea oficial del partido. El día de la posesión fueron claras las dos tendencias: el discurso de Duque que convoca a la unidad y el polarizador de Macías; el jefe avaló en un conciliábulo la propuesta de Macías.

Ante el hecho político de la votación contra la corrupción, el presidente electo convocó a los partidos y se sumó a la campaña contra este flagelo. Los resultados han sido pobres, el presidente eterno no apoya los proyectos presentados. Peor aún, el único resultado ha sido la inclusión en el proyecto de reforma política un artículo que otorga el 25 % del presupuesto nacional de inversión a los congresistas: el Ejecutivo no se ha opuesto a este artículo. La “mermelada” es insignificante comparada con los montos que les otorgaría esta ley a los congresistas. El mismo Gobierno que propone quitarle al Departamento Nacional de Planeación la orientación del gasto de inversión se la otorga a los congresistas.

La política de seguridad, con el ejército de informantes, que recuerda a los guardianes de la revolución de las peores dictaduras de izquierda y derecha, y la posibilidad de revivir las Convivir y su consecuencia, el paramilitarismo, obedece más a la ideología del eterno que a la del elegido. El primer anillo de la política de guerra o paz está claramente orientado por Uribe, el negativismo de la existencia de un conflicto en Colombia se consolidó con el nombramiento de un académico historiador en el Centro de Memoria Histórica que niega la existencia del conflicto.

Convocar a la unidad nacional cuando las decisiones van en camino de una mayor polarización suena a discurso vacío.

Son poco menos que inútiles las advertencias de la Corte Penal Internacional, de constitucionalistas y de quienes negociaron la entrega de armas de las Farc, sobre el peligro de objetar la Ley Estatutaria de la JEP. La decisión la tomará Uribe, es a él a quien deben dirigirse los argumentos sobre el costo de desarmar una guerrilla e incumplirle lo pactado.

De acuerdo con Taleb y Mandelbrot, existen los cisnes negros; es decir, que sucesos de baja probabilidad pueden ocurrir. Esto permite abrigar una tenue esperanza de que el eterno tome una decisión conveniente para el país y así se lo comunique al elegido y no que piense solo en su propio beneficio; la probabilidad es baja, pero puede suceder.

El presidente Duque está en una encrucijada: no puede apartarse de la dirección de Uribe, así su conciencia le sugiera otro camino; está fresco el recuerdo de la feroz oposición de Uribe a Santos cuando este decidió actuar independientemente.

Las abuelas decían refiriéndose a algún chico inquieto: “ese muchacho cree que se maneja solo”.

Frase de Uribe antes de la posesión del presidente actual: “Duque solito demandó a Maduro ante la CPI”.

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