Stephen Hawking: el ateo favorito del Vaticano

Cartas de los lectores
22 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

“En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico pensar que Dios creó el universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente”, dijo el fallecido científico Stephen Hawking al periódico español El Mundo (2014). Y es que para interpretar la realidad en la que vivimos, básicamente tenemos dos opciones: 1) una interpretación moderna sustentada en las evidencias científicas, que conllevan la formulación de leyes supeditadas a la verificación para la comprensión de un universo vasto y complejo, o 2) una visión del mundo acomodada a los preceptos religiosos, en donde es válido aceptar ideas y sucesos que escapan a una explicación racional, lejos de la verificación y la demostración. Las explicaciones religiosas se fundamentan en los milagros, las revelaciones, los dogmas y el principio de autoridad, lo cual impide la aventura del pensar por parte del individuo, ajustándolo a una serie de explicaciones consoladoras pero inverosímiles.

La existencia de Dios es una idea cada día más disoluta. Dios no tuvo que crear a un hombre y a una mujer, tampoco se tuvo que preocupar por crear ríos, mares, montañas o valles. La evolución nos da una explicación demostrable que nos permite entender con un alto grado de certeza de dónde venimos. Entonces, el papel de Dios como ente creador está bastante reducido gracias a los avances científicos y, en caso de verificarse la teoría M propuesta por Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, presentada en su obra El gran diseño (2010), no se necesitaría la idea de un creador para explicar el origen del universo. Pero entonces, ¿Dios es amor? También es bastante cuestionable, pues dejó clavar a su inocente hijo en una cruz, como lo afirma John Shelby Spong: “No creo en un Dios que quiso que Jesús sufriera por mis pecados. No creo en un Dios cuya necesidad interna de justicia se satisface cuando su hijo es clavado en una cruz”.

La cosmovisión ligada a la idea de un Dios y una religión rechazada por Hawking parece estar perdiendo adeptos. Por lo menos así lo demuestra el estudio de Kosmin y Keiser del Trinity College, quienes muestran que la población de “nones” (no creyentes) en los Estados Unidos se ha duplicado durante las últimas décadas y hoy está representada por más de 34 millones de habitantes, mucho más grande que la comunidad judía. Otro estudio similar fue llevado a cabo por los investigadores Larson y Witham (Nature 394, 313), pero con los miembros de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, un selecto grupo de personas brillantes en donde abundan los galardonados con el Premio Nobel; allí los resultados muestran que apenas el 7 % de los encuestados creen en la existencia de Dios. Esto permite inferir que en la medida en que aumenta el nivel educativo disminuye la probabilidad de ser religioso. Sería bueno que alguna firma de encuestas realizara algún estudio similar en nuestro país.

La religión no sólo ha fracasado en la transmisión de los valores, sino que obliga a muchos de sus feligreses a vivir una mentira, como lo explica el psicólogo Ray Darrel en conversación con el darwinista Richard Dawkins. La religión predica en contra de la pornografía, en contra de la masturbación, en contra del sexo prematrimonial, pero no se logra nada con eso. Los estados con mayor índice de utilización de pornografía en los Estados Unidos son precisamente los más devotos, Utah y Mississippi. Pero cuando el profesor Darrel en alguna charla les pregunta que si se masturban, nadie levanta la mano.

Así que el mundo despide por estos días a uno de los científicos que más han divulgado las evidencias que permiten inferir que probablemente Dios no existe. Y lo ha hecho con tal respeto que hasta el Vaticano lo consideraba su “ateo favorito” y ha divulgado un mensaje en sus redes pidiendo a Dios que reciba en su gloria a Stephen Hawking. Ojalá así sea.

Rodrigo Urrego Álvarez. Profesor, Universidad CES. 

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