Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Se estrenó en Colombia la norma que exige a los equipos alinear un Sub 18 desde el inicio del compromiso. Una norma derivada de la que por años fue la madrina del ‘éxito’ de nuestras selecciones juveniles, la de incluir a un Sub 19.
El resultado, sólo un jugador, de 18 que participaron, logró atravesar el primer tiempo en la cancha, Adolfo Valencia, de Santa Fe.
La madrina ya no funciona, prueba de ello es la eliminación de Colombia a dos mundiales juveniles consecutivos. Pero para preparar el Mundial, a celebrarse en Colombia en 2011, los directivos acordaron que sea un Sub 18 el que tienen que poner los equipos en todos los partidos, un verdadero parto para los mismos dirigentes, muchos de ellos hoy arrepentidos de haber votado a favor; para los entrenadores, quienes nunca fueron consultados y hoy tienen que hacer maromas para madurar a las malas a un jugador y de paso perder un cambio afectando aún más el nivel de por sí ya disminuido de nuestro balompié, y también para los pobres pelaos, quienes lejos de ser honrados, son humillados al ser sustituidos antes de los 15 minutos, como cuando en el colegio sacaban temprano del partido al niño hijo de quien puso el dinero de los uniformes, pero cuyo nivel no daba.
Nuestros futbolistas maduran tarde por condición sociológica, está demostrado que carecen de la formación mental necesaria para afrontar semejantes retos a tan temprana edad. Nuestros grandes futbolistas han alcanzado en su mayoría la cresta de rendimiento después de los 23 años, entonces, ¿cuál es el afán de formarlos tan rápido para el éxito como si fueran pavos para Navidad? ¿Será el noble propósito de tener selecciones juveniles que ganen torneos? O ¿más bien serán las ganas de venderlos lo antes posible al exterior sin importar el resultado final y sin que sea relevante que se lleve a un ser humano a temprana edad a su máximo nivel de incompetencia? Me inclino por la segunda.
Propongo que dejemos el afán de madurar a los jugadores para venderlos rápidamente y competir ineficientemente con otros mercados del continente. Que trabajemos más en lo mental, nutricional, físico y en los fundamentos deportivos. No importa que no ganemos nada en las ramas juveniles, total, las que importan son las competiciones de mayores y ahí queda muy poco de lo que hace cuatro años fuera la generación del futuro del fútbol, la flamante selección campeona suramericana juvenil del Eje Cafetero. Dejemos las ganas de ser tan exportadores de peladitos como Uruguay, Argentina o Brasil, y pensemos en el bien del fútbol, pero para comenzar, terminemos con la norma sub vergüenza.
