Tinder Surfing: La nueva estrategia de los hombres para “conquistar” y ahorrar plata

Columnista invitado EE
14 de noviembre de 2018 - 02:14 a. m.

Por Erika Rodríguez Gómez

Hace algunos meses me aventé a hacer un experimento sobre el comportamiento de los varones en Tinder, la aplicación de citas en la que le das me gusta al perfil de alguien, y si recibes un like de vuelta, esta te permite, desde divertirte con una variedad de amantes, hasta encontrar el amor de tu vida. Depende del propósito y la suerte.  

En la mía estuvo que mi exnovio me cachoniara, y con ello me diera el impulso que necesitaba para abrir la cuenta y arreglar encuentros casuales como si estuviera comprando polvos en una farmacia, descubriendo que, al contrario de lo que se cree, a Tinder no acuden libertarios del poliamor y gente muy abierta en sus relaciones, sino puros entusados.

Me percaté entonces que los más experimentados (es preciso usar el masculino), van abriendo la conversación con un conveniente ¿qué estás buscando? Entonces, enfocada en mi investigación-duelo, contesté más conveniente todavía: lo que fluya; y fluyeron todo tipo de conversaciones, citas y varones.

Paradójicamente, alguien con quien no tuve una cita real, el tristemente célebre Antonny Zebotta, un belga trotamundos, vanagloriado en diversas notas periodísticas, y cuyo slogan en redes sociales refiere “every day is a date”, se convirtió en el clímax de mi pesquisa etnográfica.

Al obtener el match me escribió con tres emoticones de corazoncitos al final: “eres mi primer match en Colombia”. Su perfil evidenciaba un ganador de entrada; una secuencia especialmente diseñada cuya foto central es un dardo a un papel donde se lee “your heart”, y al final un dibujo computarizado de sí mismo. Un poco sobre actuado pero interesante, pensé; así que respondí: “mmm no te creo porque tu perfil es bastante llamativo, anyway, me alegra el match”. Toscamente el tipo me contesta: “¿Conoces Tinder-surfer?”; y con una búsqueda rápida en google me doy cuenta que se trata del creador de algo conocido como el “tindersurfing”. ¡Sexista! fue lo primero que pensé al leer de qué se trababa: un tipo que enseña en youtube cómo viajar sin gastar dinero en hoteles al darle me gusta a las locales, y cómo volverse un gran conquistador de toda clase de mujeres.

En principio, suena patético que un tipo se permita escoger mujeres como entre el ganado para saber cuál protagonizará su próximo video, y además lo hospedará y enfiestará gratis. Ya lo hizo en Europa y escogió Colombia como su primer destino en América Latina.

Yo crucé con él algunas palabras en Whatsapp y arreglé dos citas a las cuales nunca llegó. Seguro intuyó que lo esperaba con varias amigas interesadas en preguntar por qué no usa couchsurfing, la aplicación para viajeros que hospedan otros viajeros, o por qué se da el lujo de afirmar sobre las mujeres cosas del tipo: “con la mayoría me quedaba solo una noche, pero si me gustaba mucho y había química me instalaba durante una semana”, o “muchas veces terminé deslizando el dedo solo porque estaba desesperado, por un lugar donde pasar la noche, o porque no tenía dinero”.

Es que tener el privilegio de viajar por el mundo sin pagar hospedaje y además de ello obtener sexo, trago y comida, es algo que únicamente le puede ocurrir a los varones, o ¿será que las usuarias de Tinder, en este mundo en el que se viola y asesina mujeres todos los días, nos atreveremos a embarcarnos en la aventura? El mismo Zebotta nos advierte que no chicas, para nosotras tal vez “sea un poco peligroso”, dice en sus propias palabras.

Entonces no caigamos en la trampa argumentativa que reza: “igual tú decides si lo hospedas o no”, pues esto no permite ver lo estructural que hay en la incomodidad que genera el tinder-surfering. No me extrañó la actitud del extranjero-guapo-famoso: pocas palabras, ego por doquier, aires de soy un Don Juan que sabe vivir la vida, e insinuaciones insulsas y carentes de todo erotismo o invitación a algo que reconozco se le puede sacar al Tinder; buenos ratos sin apego emocional cuando se tiene claro el juego que juegan los varones.

Anthony no es un hombre honesto porque desde el principio te diga quién es y qué es el tindersurfing, no es que le esté dando a una la opción de elegir si lo hospeda o no, es que te está advirtiendo que él es un famoso aventurero, y que eres una suerte de elegida con la oportunidad de aparecer tres segundos en sus redes. ¿En serio pasamos de pagar la mitad de la cuenta, a pagarles el gasto y el gusto entero, a costa de un youtuber que hace de la vida de las mujeres una comedia?

Zebotta se está convirtiendo en una marca, con compañías que le ofrecen de todo en sus viajes, con tal que promocione sus productos, así que él ya se encuentra en un punto en el que no necesita esforzarse para obtener casa, viaje, desayuno, suscriptores, entrevistas en la mega, y un largo etcétera de situaciones que le aplauden su gran idea de recorrer el mundo a partir de la conquista literal de los cuerpos de las mujeres, el terreno en el que desarrolla su guerra, con un gran aliado como es la cultura sexista.

Tinder, como todos los escenarios donde se materializan relaciones de poder, es una aplicación donde pululan las discriminaciones de género, la clase y el racismo, porque le da estatus a quienes mejor encajan en el modelo hegemónico de belleza, y a quienes mejor exponen sus vidas “interesantes y exitosas”.

Complacer a los varones o buscar la aprobación masculina no puede ser el destino de las mujeres, ni en lo real ni en lo virtual, si bien la modernidad liquida nos permite disfrutar de una noche casual con uno, dos o hasta tres, y al otro día echarlos de la cama, que nos permita también tener relaciones igualitarias y justas, donde no seamos el comodín de estos “brillantes aventureros”.

* Erika es feminista, abogada defensora de derechos humanos y colaboradora de Las Igualadas. 

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