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Juan Gabriel Vásquez
21 de mayo de 2010 - 04:44 a. m.

IBA YO EN UN TAXI CUANDO OÍ LA noticia en una emisora española: Silvio Rodríguez tocará en el Carnegie Hall.

El concierto tendrá lugar en junio próximo, si mal no recuerdo, y la noticia es digna de ser reseñada porque Silvio Rodríguez no ha cantado en Estados Unidos en más de treinta años: su último concierto fue en 1978. La noticia de la emisora española (nuevamente: si mal no recuerdo) contaba que en estos años ha habido más de un intento de organizar un nuevo concierto, pero sin éxito. De hecho, se decía en la emisora, no hace mucho se frustró uno de esos intentos: Silvio Rodríguez estaba invitado a tocar en un homenaje a Pete Seeger, y no pudo ser por la razón que ya imaginan los lectores: le negaron la visa.

Hacía varios meses que no oía yo hablar de Pete Seeger en un medio de comunicación. De hecho, hacía varios meses que no oía hablar de Pete Seeger, ni en medios de comunicación ni fuera de ellos. Y allí, en el taxi que atravesaba Barcelona, me puse a recordar un poema cubano (cubano, sí, como Silvio Rodríguez) en el que aparece el nombre de Pete Seeger. El poema se titula “Fuera del juego”, lo escribió el poeta Heberto Padilla durante los años sesenta y sigue siendo para mí una de las versiones más agudas de la relación entre la literatura y el Estado, o el Gobierno, o la Patria, o cualquiera de esas cosas que se escriben con mayúscula. “¡Al poeta, despídanlo”, dice el poema. “Ése no tiene aquí nada que hacer. No entra en el juego. No se entusiasma. No pone en claro su mensaje. No repara siquiera en los milagros. Se pasa el día entero cavilando. Encuentra siempre algo que objetar”.

Sí, Heberto Padilla lo comprendió bien: el poeta es un pesado, un aguafiestas; el poeta es incapaz de no llevar la contraria. Pero además, dice el poema, el poeta es anticuado: “Sólo le gusta el viejo Armstrong. Tararea, a lo sumo, una canción de Pete Seeger”. Ah, pobre Padilla. No imaginó, cuando escribió estos versos, que este poema —y el libro entero al que da el título— fuera a ocasionarle tantos problemas. Pero así fue: la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos condenó el libro por “antirrevolucionario”, por “antihistórico” y por “criticista”, cosas que al parecer significaban algo en 1966. Parte de la condena, podemos aventurar, era ese elogio de la cultura del enemigo: Armstrong, imagínense; Pete Seeger, figúrense ustedes. Con la condena de Fuera del juego empezó la persecución que acabó, en 1971, con uno de los escándalos más sonados de la historia castrista: el “Caso Padilla”.

Después de ser encarcelado durante varios días, después de ser humillado en público por las autoridades castristas (con la estalinista figura de la autocrítica), Padilla fue marginado de la vida intelectual. Vivió un verdadero exilio interior hasta 1980, cuando una campaña internacional liderada por el senador Edward Kennedy logró sacarlo de Cuba. Ah, Edward Kennedy. La última vez que muchos lo vimos aparecer en público fue en la inauguración del presidente Obama. Un día memorable, la verdad. Yo lo recuerdo por Edward Kennedy, sí, pero también por los músicos que tocaron. Bruce Springsteen, por ejemplo. O, por ejemplo, Pete Seeger.

A propósito de Pete Seeger: en estos días hablaron de él en una emisora española. Iba yo en un taxi cuando oí la noticia.

 

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