Por esta época en la que se avecinan nuevas regulaciones en nuestros países latinoamericanos de cara al 2021, son muchas las expectativas. Por un lado, la necesidad imperiosa de los Estados de solventar el hueco fiscal que nos deja el 2020. Por otro lado, los contribuyentes rogando que el impacto no sea mayor de lo esperado. Lo cierto del caso es que hay necesidades de ambos lados y todas son importantes, aunque unas más urgentes que otras. Encontrar la medida perfecta para no afectar más de lo ya afectado a los contribuyentes será el gran desafío de los Estados, que no solo tendrán que luchar por volver a un crecimiento económico sino por recuperar lo evidentemente perdido.
Los Estados latinoamericanos deberán luchar en primera instancia por recobrar la normalidad. Esto se dará si y solo si cubren la mayor parte de su población con la anhelada vacuna. El costo no va a ser solo económico sino político, pues los partidos opositores harán todo lo posible por hacer lo que más saben hacer: criticar, culpar y quejarse. Si se supera ese primer desafío, el siguiente será recobrar la confianza perdida. Esto podrá ser posible en la medida que exista una cultura ciudadana de distanciamiento social y autocuidado de la población, y para eso los gobiernos deberán liderar con el ejemplo, algo que varios Estados latinos no han querido aprender. De ahí en adelante, el reto será la recuperación del tiempo perdido. Volver a la propiedad numérica en el punto cero en materia de puntos del PIB será uno de los alicientes, no solo de los Estados sino de la economía misma. Recordemos que la economía no es más que gente y cómo se comporta la gente, sobre todo en materia de consumo.
Por el lado de los consumidores, el principal desafío es recuperar sus niveles de ingreso. En Latinoamérica, donde la informalidad es la norma —según informes de la OIT, más del 55% de la economía de la región depende de la informalidad—, el desafío es cómo ese porcentaje se disminuye, y las golpeadas empresas y el emprendimiento deberían ser los llamados al orden para la generación de empleo. Para ello será necesario incentivar el emprendimiento con tasas de impuestos moderadas, algo que resulta ser un oxímoron para los Estados pues el principal aportante del PIB en los países, desafortunadamente, sigue siendo el pago de impuestos. No obstante, es necesario que los consumidores y en especial los empleados valoren sus plazas laborales, pues por más que se hayan afectado vía reducciones salariales y recortes de beneficios lógicos por la disminución de ingresos, aún siguen recibiendo sus salarios y en un escenario de trabajo en casa los ahorros son de más del 40% (transporte, alimentación, vestido, calzado, entre otros).
Por parte de las empresas, es necesario que renueven su estrategia. Ser estratégicos no puede hacerse solo desde un punto de vista económico. Debe ser también desde lo social, lo ambiental y de cara a sus interesados clave, es decir, según el impacto que tenga con su ecosistema de negocios. Para empezar por lo que muchos consideran indiscutible, es decir lo económico —yo lo comparto—, debemos ponernos en los zapatos de nuestros compradores (clientes o consumidores de nuestros productos o servicios). Para ello es necesario sentarse a pensar estratégicamente qué es lo que necesitan y cómo nuestros productos o servicios pueden cubrir esa necesidad. Acá es donde los especialistas del mercadeo inician su análisis. Pero ese análisis no es simplemente una campaña publicitaria, sino que su génesis es el comportamiento de los consumidores. Así las cosas, el centro de atención de los líderes organizacionales debe ser la implementación de estrategias que incrementen, de manera sostenible, los ingresos de las organizaciones. Aunado a ello, el control de los costos y gastos deberá ser una consecuencia adicional a la ejecución de planes de corto, mediano y largo plazo. La mezcla perfecta entre excelencia operacional e incremento de ventas es y seguirá siendo la verdadera estrategia de valor para las organizaciones.
En Twitter: @JnicaV