Trascender la homofobia

Aldo Civico
22 de noviembre de 2017 - 02:00 a. m.

En Colombia, muy pronto un sello con los colores del arcoíris pegado en la entrada de ciertos establecimientos indicará que ese restaurante, café o centro comercial es gay friendly. Será un paso importante para que este país se vuelva más tolerante, abierto y moderno.

La idea de invitar a varios establecimientos a declarar su favorabilidad a una sociedad más tolerante y abierta vino del youtuber Juan Pablo Jaramillo quien, junto a su exnovio Christian Castiblanco, lanzó la iniciativa en sus redes sociales, involucrando a millones de seguidores y despertando la atención del Ministerio del Interior, que está a punto de firmar un decreto para promover la tolerancia hacia la diversidad. La iniciativa no es innecesaria en Colombia, donde la homofobia sigue siendo un mal extendido.

Lo tuve que constatar personalmente hace unos días. Estaba en Medellín, en el centro comercial Oviedo, cuando vi a dos mujeres jóvenes caminando cogidas de la mano. Pensé: qué bonito que poco a poco, de manera natural, todos puedan mostrar su afecto hacia su pareja, sin tener que ocultar el amor que los une, independientemente de la orientación sexual. De hecho, como lo demuestra la historia, una sociedad avanza en la medida en que se amplían los derechos civiles.

Pero mi optimismo se desinfló de repente cuando observé que una mujer en uniforme, quien trabajaba como guardia de seguridad, con una colega se reían de aquella pareja de mujeres enamoradas. Me dio tristeza, no tanto por la pareja, que claramente ya encontró la fortaleza y la libertad de vivir su amor abiertamente, sin tener que esconderlo y sin consideración por la intolerancia y la ignorancia que las rodea. Por el contrario, me dio tristeza pensar en la mentalidad tan estrecha en la cual vive esta guardia de seguridad y que perpetúa ignorancia, prejuicios y dinámicas de exclusión que les hacen la guerra a los que son clasificados como raros y distintos.

Porque la homofobia no solamente insulta y discrimina, sino que también mata. Es suficiente recordar el caso del joven Sergio Urrego, quien a los 16 años se suicidó después de sufrir durante meses el perverso matoneo por parte de los directivos de su colegio. Pero mientras Sergio Urrego está muerto, la directora del colegio Gimnasio Castillo Campestre sigue ejerciendo su trabajo, a pesar de estar enfrentando un proceso por los delitos de ocultamiento de material probatorio, falsa denuncia y discriminación. La homofobia no es solamente una emoción, sino una estructura de poder que marginaliza y discrimina. Es la amarga reflexión que nos deja la muerte de Sergio.

Por eso, cuando vi a la guardia de seguridad ridiculizar un simple y tierno gesto de amor entre dos mujeres, me di cuenta de lo importante y poderosa, aun en su simplicidad, que es la propuesta de Juan Pablo Jaramillo. Porque visibilizar con un sello los lugares gay friendly, como ya se hace en muchas ciudades del mundo, ayudará a acoger a la homosexualidad no como una realidad perversa y enfermiza, sino como natural y absolutamente humana. Porque, al fin y al cabo, las personas gais no son hijos de un dios menor; los gais también fueron creados a su imagen y semejanza.

 

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