Tremendo Salvador

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Columnista invitado EE
14 de julio de 2017 - 03:34 a. m.
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La historia causa rabia de sólo contarla: en El Salvador, una menor de edad fue violada, en reiteradas ocasiones, por un pandillero. No denunció por miedo a represalias. Las pandillas controlan El Salvador. Y aunque hubiera denunciado, no habría pasado nada: en 2016, la Policía Nacional Civil recibió 1.873 denuncias por agresiones contra menores de edad. Muchas de ellas ni siquiera fueron investigadas. Y es que en ese país cerca del 90 % de las violaciones a menores quedan impunes.

Pero este es apenas el principio: Lo que la menor no sabía es que, producto de esa violación, había quedado embarazada. Lo supo el 6 de abril de 2016. Estando en su casa, sintió fuertes dolores que, creyó, se debían a una afección estomacal. Fue al baño y allí se desmayó. En realidad estaba pasando por un inesperado trabajo de parto y había sufrido un aborto espontáneo. La mujer, ya mayor de edad, fue enviada por sus familiares al hospital Nuestra Señora de Fátima, de la ciudad de Cojutepeque, al norte de San Salvador. Allí fue atendida por una hemorragia vaginal producto de un parto extrahospitalario.

El feto fue hallado en la letrina en la que la mujer había sido encontrada desmayada, tras lo cual los profesionales que la atendieron la denunciaron. Primero fue procesada por aborto provocado. Y luego por homicidio agravado. Mejor dicho: sevicia judicial en un país que, movido por su fanatismo, penaliza el aborto sin excepciones. (No de gratis se llama El Salvador. Tremendo Salvador). El 6 de julio, la mujer fue condenada a 30 años de prisión por una jueza.

La condena causó indignación. Este caso, dijo Érika Guevara-Rosas, de Amnistía Internacional, “es un ejemplo escalofriante de la necesidad de abolir urgentemente la retrógrada ley antiaborto en El Salvador”. “La prohibición total del aborto en El Salvador viola los derechos de las mujeres a la vida, la salud, la intimidad, al debido proceso y a vivir libres de discriminación, violencia, tortura y tratos crueles”. Una mujer fue revictimizada por un sistema judicial que muestra mejores resultados a la hora de perseguir mujeres que a la hora de procesar a los hombres que abusan de ellas. Si a estas mujeres no se les acaba la vida en un consultorio de mala muerte, al que tienen que acudir por la desidia de un sistema de salud dogmatizado, la pierden presas durante años por un sistema legal del siglo XIX.

Y no, no se trata de mujeres “promiscuas” o “irresponsables”, que es como los antiabortistas se imaginan a todas y cada una de las mujeres que interrumpen sus embarazos, sino de menores abusadas sexualmente, en un marco de violencia generalizada. Da rabia que esos mismos fanáticos que se rasgan las vestiduras persiguiendo mujeres se queden callados ante la violencia contra las menores de edad. Qué doble moral. Como la de la senadora que, en Colombia, ha hecho hasta lo imposible para que los homosexuales no puedan adoptar pero no ha movido un dedo para que las parejas heterosexuales adopten a los 10.000 niños que siguen esperando un hogar.

El Salvador sólo les da eso a sus menores: impunidad y estigmatización. Les va mejor a los pandilleros y a los corruptos. Por ejemplo: que en un país con un expresidente investigado por corrupción, el sistema legal se vuelque a perseguir mujeres da mucho que pensar. Y no es que no haya habido iniciativas para cambiarlo. Pero los legisladores salvadoreños, muchos de los cuales siguen creyendo que “el hombre propone y la mujer dispone”, no han hecho nada.

No es que en Colombia estemos mucho mejor. Acá un fiscal general quiso crear una cortina de humo investigando a una actriz por haber abortado. Acá hombres y mujeres, que nunca han tratado de ponerse en los zapatos de las mujeres que abortan y siguen creyendo que eso de abortar es “un deporte”, se creen capaces de juzgar a aquellas que interrumpen sus embarazos. Los estadounidenses, que son bien creyentes, cada que tienen un dilema se preguntan: ¿qué haría Jesús? Creo que Jesús no condenaría a nadie de la forma en la que lo hacen sus seguidores. Pero quizás estamos hablando de dos salvadores distintos. Yo hablo de uno misericordioso. El de ellos, como el país, es machista y vengativo. Reitero: tremendo Salvador.

 

Por: Juan Sebastián jiménez

 

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