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Un cínico con el agua al cuello

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María Elvira Samper
24 de octubre de 2010 - 01:00 a. m.
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EL DICCIONARIO DEL USO DEL ESPAñol de María Moliner define la palabra “cínico” como “desvergonzado, impúdico, sinvergüenza”, y agrega que “se aplica a la persona que comete actos vergonzosos sin ocultarse y sin sentir vergüenza por ellos”.

Definición mejor no encuentro para el ex ministro Andrés Felipe Arias. Resulta asombrosa la impudicia con la que minimizó el pliego de cargos que le formuló la Procuraduría por el caso de Agro Ingreso Seguro, y dijo, sin que le temblara la voz, que se sentía aliviado porque lo que parecía un cáncer había quedado reducido a una gripa. Y también mostró su condición de cínico en una reciente columna que publicó en El Colombiano, en la que redujo el escándalo a “especulaciones de periodistas torcidos” que trabajan para las “mafias” que persiguen a quienes defienden las políticas de Uribe.

De persecuciones y mafias hablaré en otra oportunidad. Ahora quiero recordar que fue la revista Cambio (q.e.p.d.), de la cual fui editora, la que hace más de un año destapó la forma fraudulenta en que algunas poderosas familias terratenientes del Cesar y Magdalena lograron millonarios subsidios que debían haber llegado a pequeños productores. Los periodistas que investigaron el caso viajaron a las fincas de esas familias y hablaron con los trabajadores, estudiaron los contratos, verificaron la información, y yo revisé los artículos varias veces antes de publicarlos, y pregunté y contra pregunté para resolver dudas. En fin, seguimos todas las reglas del oficio.

Nada fue desmentido. Nada de “especulaciones de periodistas torcidos”. Arias puede seguir sembrando cizaña e intentando, sin éxito, demostrar lo indemostrable. La Procuraduría confirmó la veracidad de las denuncias y podría sancionarlo hasta con 20 años de inhabilidad para ejercer cargos públicos. Además, esas denuncias son piezas claves de las investigaciones que adelantan la Fiscalía y la Contraloría por el escándalo.

El ex ministro ha querido desmontarse por las orejas y echarles el muerto a los beneficiarios, por abuso, y al IICA, el organismo internacional encargado del estudio de los proyectos y la adjudicación de los subsidios, por falta de controles. ¿Arias sólo un firmón? Lo dudo. Tendrá que explicar por qué, como también lo descubrió Cambio, un contratista del Ministerio a su cargo, Carlos Manuel Polo, recomendado de la familia Vives —beneficiaria de más de 5.000 millones en subsidios y aportante de las campañas de Álvaro Uribe—, fue el enlace entre el Ministerio y el IICA desde cuando empezó el programa en 2007.

Todo alrededor de Arias despide mal olor, no aroma de rosas. A lo de AIS ahora se suma el escándalo que destapó El Espectador y que han seguido Daniel Coronell y W Radio: los millonarios créditos, hoy en mora y de dudoso recaudo, otorgados por el Banco Agrario a varios floricultores, algunos de los cuales, pese a declararse en los rines, se metieron la mano al dril para financiar la campaña de la precandidatura del ex ministro a la Presidencia. Y cabe recordar que peritos del CTI llegaron a la conclusión de que esa campaña también recibió aportes de receptores de jugosos subsidios. La misma figura que se dio en las campañas de Álvaro Uribe y el referendo reeleccionista: beneficiarios de programas oficiales ayudaron a su financiación. Negocio redondo con perdedores claros: los pequeños productores y el Estado, y todo a costa de la platica de los contribuyentes.

A raíz del escándalo denunciado por Cambio, Arias dijo que se retiraría de la vida política si le comprobaban alguna relación con los beneficiarios. Que cancele, entonces, sus aspiraciones a la Gobernación de Antioquia y que no busque el ahogado río arriba, porque el agua le está llegando al cuello.

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