Un compromiso ejemplar

Eduardo Barajas Sandoval
25 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Por encima de cálculos de partido y de controversias de coyuntura, los políticos tienen un compromiso supremo con la armonía de la vida de su nación y el respeto a su institucionalidad; así entiendan que hay que adaptarla a los tiempos. Los diferentes enfoques de partido y aún los choques propios de la controversia entre gobierno y oposición, no se deberían convertir en fuente de enemistad personal y menos de manifestaciones hostiles de esa naturaleza. El ejemplo que con su comportamiento transmitan los políticos, aún retirados, resulta trascendental, pues puede contagiar, en uno u otro sentido, el tono de la vida pública; razón por la cual, tanto en el ejercicio de la política, como desde el retiro, deben obrar con conocimiento de las responsabilidades que conlleva su ejemplo.

Nada más estimulante, para los propósitos de vigencia y consolidación de un sistema democrático, que el espectáculo de convergencia de opositores históricos en torno a la esencia de las instituciones. Como el compromiso con los elementos esenciales debe ser permanente, a pesar de diferencias de enfoque, hay obligaciones que van más allá del periodo en el que una u otra persona ocupe la jefatura del gobierno, o de la oposición. De ahí que el tono conciliador en el que antiguos opositores se puedan reencontrar, después de haber librado en otra época batallas políticas intensas, resulta siendo útil a la trayectoria democrática de cualquier nación.

Dos adversarios políticos de otra época, protagonistas de enfrentamientos en los diferentes escenarios de la vida pública española, han aparecido ahora, en momentos de crispación ante el reto que implica la rebelión de Cataluña frente al Estado, para reafirmar su compromiso con la Constitución que, a lo largo de las últimas cuatro décadas, ha servido a ese país como marco de transformación positiva en todos los órdenes.

Felipe González y José María Aznar, que gobernaron a lo largo de más de la mitad de lo que va recorrido de la vigencia de la Constitución de 1978, respondieron amigablemente preguntas de los periodistas y tuvieron oportunidad de expresar su compromiso con las instituciones, sin dejar de abordar el tema de una eventual discusión sobre posibles cambios. Aunque advirtieron que, hasta ahora, y particularmente cuando se disputaban el poder, discutieron seriamente muchas veces, pero jamás se les ocurrió romper las reglas de juego. Esto es que no solo las respetaron, sino que ninguno de ellos las manoseó, promoviendo cambios para acomodarlas a sus intereses, o los de su partido.

Los dos líderes más caracterizados de los, hasta ahora, principales enfoques antagónicos de conducción del gobierno coinciden en dos aspectos fundamentales, el uno relacionado con el pasado y el otro con el presente, ambos de particular relevancia para afrontar el futuro. Así, en primer lugar, están de acuerdo en que lo mejor que le ha pasado a la España contemporánea ha sido precisamente la Constitución de la era democrática. Y, respecto del presente y del futuro inmediato, estiman que el problema más importante por resolver es el de Cataluña.

Así subsistan diferencias de tono en cuanto al tratamiento del problema catalán, ambos están de acuerdo en la urgencia de que se enfrente el problema. Felipe González se ha mostrado más abierto a la eventualidad de reformar la Constitución para tratar de otra manera el tema de la organización territorial del Estado. Aznar considera que en el curso de cuatro décadas, y bajo el régimen de las autonomías, se ha interpretado la Carta de manera flexible y se ha llegado al máximo de reconocimiento a la pluralidad. Pero lo importante es que ambos están de acuerdo en la vigencia de los valores de la transición que permitió a España pasar de la dictadura a la democracia de manera pacífica y constructiva, y sostienen su compromiso con un sistema político que ha producido resultados de transformación del país que son innegables.

Tal vez, como suele suceder, haga falta que las nuevas generaciones, que no tienen forma de comparar ese país con el de hace un poco más de medio siglo, entiendan las ganancias del proceso vertiginoso de cambio que ha vivido, para convertirse en una democracia suficientemente madura como para facilitar un ambiente de discusión que admite nuevas propuestas políticas. Es posible que haya faltado consolidar “la épica de la transición", dijo el antiguo Primer Ministro socialista. Pero esas mismas nuevas generaciones, atentas al comportamiento de los líderes históricos, pueden encontrar, en el tono del nuevo diálogo de González y Aznar, un modelo de comportamiento que hace presumir la continuación de un proceso pacífico y de alta civilización política que conviene mucho a las disputas del futuro.

El compromiso con los principios básicos del sistema democrático y con unas instituciones sólidas, que se refleja en una verdadera coincidencia en lo esencial, por encima de diferencias de acento, es lo que permite a una sociedad avanzar hacia el desarrollo. Y claro, dentro del respeto a la institucionalidad, cabe la idea de transformarla. Solo que ella debe reflejar los elementos fundamentales que son el común denominador de todo gran pacto político constitucional. Así que, en el ambiente constructivo del encuentro de dos antiguos oponentes, España puede tener la esperanza de que las transformaciones que sea necesario adoptar para corregir las aparentes deficiencias del sistema de las autonomías, tienen una alta opción de mantener el espíritu de la Constitución del setenta y ocho, y con ella un modelo democrático que, aún con diferencias de apreciación, ha resultado exitoso.

No sobran dos observaciones finales que dejan inquietudes, aunque no alcanzan a opacar el alcance y la significación del encuentro amigable, constructivo y ejemplar, entre los antiguos presidentes del Gobierno de centro izquierda y centro derecha. En primer lugar, los partidos que en su momento los llevaron y sostuvieron sólidamente en el poder, ya no dominan, con la amplitud que quisieran, el espacio de la discusión política. En segundo lugar, el evento en el que pudieron dialogar y hasta bromear esos dos líderes españoles de primera línea, lo organizaron el diario El País y la cadena SER, con el patrocinio de la multinacional japonesa Toyota.…

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