Vargas, De la Calle y La Cosa

Julio César Londoño
14 de abril de 2018 - 08:35 a. m.

Vargas y De la Calle han vivido un calvario en sus campañas. Y desde antes. Vargas, por su pasado y sus malas compañías, empezando por Vargas mismo, y De la Calle por dos asuntos: el primero fue el proceso de negociación con las Farc en La Habana, cosa que no se la deseo a nadie, y el segundo por cuenta de César Gaviria, que en adelante se llamará La Cosa.

Vargas era el virtual presidente hace dos años. Nunca mostró entusiasmo por el proceso de paz, siempre le hizo reparos a la JEP y en general asumió una actitud taimada, algo como “pasemos de agache y esperemos a ver qué pasa, yo no creo que esto cristalice”. Empezó su campaña temprano y con el pie izquierdo: se lanzó por firmas para saltarse la ley y hacer proselitismo antes del tiempo estipulado; lo hizo para calentar las bases y sobre todo para deslindarse de Cambio Radical. ¿A quién se le ocurre empezar campaña haciendo trampa y avergonzarse de su propio partido? ¡A Vargas!

Luego, cuando empezaron las encuestas, se llevó la sorpresa de que Fajardo, un provinciano, le sacaba ventaja a él, al superfavorito, y luego lo superó Petro, y luego vino el gran salto de Duque, arrojado a la punta por el buen viento de su triunfo en la consulta y los magníficos resultados del CD en las elecciones parlamentarias, y Vargas bajaba y bajaba y tocó fondo, y estuvo codo a codo con la pastora, Piedad y otros señores que nadie identifica bien.

Inicialmente se tiró a la extrema derecha por convicción, porque parecía un terreno baldío (el Centro Democrático no tenía candidato presentable) y porque la franja del centro estaba muy competida.

Empezó a recuperarse en las parlamentarias, cuando los engranajes radicales funcionaron como una maquinaria de alta precisión, y desde entonces está creciendo en las encuestas y su campaña recibe aire por la adhesión de un sector importante del Partido de la U, por su apoyo incondicional al posconflicto (ahora le gusta todo, incluso la JEP) y especialmente, hay que reconocerlo, por su buena actuación en los debates: cuando le preguntan por sus proyectos para Buenaventura, Tumaco o Tabatinga, Vargas cita con nombre propio a varios líderes de la zona y recuerda que allí levantó mil casas, tiró un puente y abrió una carretera.

(Petro tiene la mejor narrativa de país. Vargas es mucho más convincente y
directo).

De la Calle la ha visto negra por La Cosa. La Cosa lo embarcó en el desastre anunciado de la consulta de noviembre. La Cosa tiene dividido al liberalismo. La Cosa le puso una cita a la misma hora del debate de Medellín. La Cosa lo humilló en una reunión y le prohibió, so pena de quitarle la financiación y el apoyo de la bancada liberal, que hiciera alianzas con Fajardo. La Cosa no ha movido un dedo para trabajar en la campaña. La Cosa se fue de vacaciones en Semana Santa, cuando todos los candidatos y sus equipos analizaban los resultados de las elecciones parlamentarias y hacían cálculos y elevaban reclamos ante la Registraduría y tejían alianzas. La Cosa puso a encabezar la lista liberal al Senado a un sujeto ampliamente desconocido. Simón Gaviria acaba de firmar un cuerdo Washington con Duque: La Cosa le pondrá votos liberales en la segunda vuelta. La Cosa sueña acabar con Cristo, Horacio y Humberto y coronar a su hijo rey de la patria bobísima 2022-2026.

Ah, y la mujer de La Cosa también trabaja para el Centro Democrático: escribe alarmadas columnas para advertir al país sobre la inminente amenaza del petrocastrochavismo.

De la Calle puede recuperar su honor, demostrarle al país que es un hombre de carácter y darle un giro decisivo a su candidatura mandando al carajo a La Cosa.

 

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