Vientos tormentosos

Salomón Kalmanovitz
10 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

La economía global venía creciendo de manera armónica y sincronizada hasta la llegada del huracán Trump. En efecto, la comunidad europea, China, Estados Unidos y los países emergentes con altibajos venían comportándose de manera virtuosa con políticas monetarias expansivas en ausencia de presiones inflacionarias. La gran expansión económica de China contribuyó a una mejora de los términos de intercambio de los países latinoamericanos y africanos y a su fuerte crecimiento. Los precios de las acciones se recuperaron ampliamente, las tasas de interés eran bajas y los mercados de acciones estaban boyantes en el mundo desarrollado.

A pesar de que la economía norteamericana estaba aproximándose al pleno empleo, la reforma tributaria de Trump devolvió un billón de dólares a las empresas que le dieron un estímulo innecesario a la economía que ahora crece por encima del 4 %, al tiempo que restringía la inmigración exacerbando la escasez de mano de obra que provocó presiones inflacionarias. Eso hará que la expansión sea insostenible.

El Banco de la Reserva Federal aumentó sus tasas de interés sin importar las críticas del soberbio presidente. Las altas tasas a su vez están afectando los flujos de capital hacia las economías emergentes, provocando corridas de capital y devaluaciones devastadoras en Turquía, Irán, Argentina y Brasil, contagiando a todo el mundo y poniéndole un freno al propio crecimiento de la economía norteamericana. A su vez, el fortalecimiento del dólar que produce la política monetaria restrictiva actúa para que el déficit comercial de Estados Unidos se vuelva aún mayor, ante la rabia del presidente que culpará a los socios comerciales de estar haciendo trampa, mientras que el déficit externo también impacta negativamente al crecimiento. Para rematar, el proteccionismo de los ultranacionalistas contribuye a la inflación, ya que pone al consumidor a pagar los mayores aranceles. El aumento de tasas de interés también en Europa e Inglaterra, que deben seguir las de Estados Unidos, ha provocado una ralentización de su crecimiento, extendiendo la miseria por doquier.

El ataque al comercio global que desató Trump está generando incertidumbre y caos en las economías de Europa, Japón, México, Canadá, Turquía e Irán, y sobre todo ha sido devastador para China. No se trata solo de perjudicar al gigante de Oriente en su comercio, sino también en su acceso a la tecnología, en sus flujos de capital, en las asociaciones de capital (joint ventures) y en la cooperación internacional; se trata de revertir, ni más ni menos, el ascenso económico y político que ha logrado obtener China en los últimos 40 años. El impacto de largo plazo será negativo para todos, en especial para las economías productoras de materias primas favorecidas por su sistemático crecimiento hasta ahora.

Según el economista Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, nos estamos aproximando a una nueva era de estanflación en la que la economía crece poco y la inflación se torna endémica sin que la autoridad monetaria pueda actuar de manera contracíclica para revertirla, después de haber quemado los estímulos fiscales. Él cree que para 2020 el mundo estará sumido en recesión. Esa es la consecuencia de que la sociedad más avanzada del mundo haya elegido un mandatario infantil que concibe al mundo como un videojuego en el que puede destruir a quien se le antoje como enemigo, sin poder discernir las consecuencias de sus erráticas e irresponsables acciones.

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