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Violaciones bancarias

Aura Lucía Mera

18 de agosto de 2008 - 06:18 p. m.

SE RECOLECTAN FIRMAS PARA condenar en cadena perpetua a los violadores sexuales, los abusadores de niños y los pederastas.

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No sé si las firmas también incluyan a los sacerdotes, quienes amparados en sus faldones —ya de por si sospechosos— y en nombre de Dios también hacen de las suyas con escolares, niños de la calle, adolescentes despistados etc... De las monjas tampoco sé mucho, pero de que las hay las hay, manilargas y sobadoras. Ojalá los pudran a todos en celdas húmedas, malolientes y, como dice el romancero español, se queden encerrados viendo cómo se les desgasta “por do’más pecado habían”.

¿Por qué no recolectamos firmas para condenar los abusos inconcebibles de los bancos y entidades financieras que a garrote limpio, tanquetas, chorros de agua y culatazos mandan a desalojar de sus viviendas a familias enteras cuyo único pecado ha sido “colgarse” en cuotas de usura para pagar sus deudas de casitas conseguidas con sudores, trabajos, privaciones, ahorros de muchos años y sacrificios? Los Bancos, así con mayúscula, que navegan en dinero, que aumentan sus arcones sin ninguna vergüenza a costa de los demás. ¿Con qué derecho sus directivos, desde sus despachos enchapados en maderas finas, o desde sus penthouses, rodeados de sirvientes, guardaespaldas, cristalerías importadas, obras de arte, automóviles, caballos, haciendas y chequeras de muchos ceros, ordenan arrancar de sus viviendas a seres iguales a ellos en todo —o quizá superiores en muchas cosas— simplemente porque no les alcanza el dinero para “estar al día” en esas cuotas? ¿Simplemente para satisfacer el negocio redondo de unos cuantos?

Estremecedoras las escenas de las tanquetas de la Policía irrumpiendo en una casa en donde sus habitantes dormían y ser testigos, claro, desde nuestras pantallas de televisión de cómo los sacaron a patadas a la calle, con todos sus enseres, como si fueran animales con peste de rabia, como si estuvieran fumigando un culebrero. Casos horrendos que se dan todos los días, o mejor dicho todas las noches en algún lugar del país, ante la indiferencia absoluta de todos los espectadores.

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Bien por el ministro Juan Lozano, uno de los mejores del gabinete. Su indignación debe ser la nuestra. Su rechazo el nuestro. Su solidaridad con los más necesitados, víctimas de la voracidad bancaria y financiera, la nuestra. No hay derecho. Es indignante. Es contra natura. Viola la Constitución, los principios más elementales de la dignidad humana, los derechos más fundamentales.

¿Dónde está “el derecho a vivir dignamente”? ¿Cuáles son las mafias que se lucran con el desalojo de familias honestas y trabajadoras que de pronto se ven echadas a la calle como perros con sarna? ¿Cuáles son las mentiras de las famosas “viviendas de interés social” cuyos únicos intereses es hacer negocio con los más pobres? ¿Qué dicen las famosas cámaras de la construcción? ¿Los de la casita roja? ¿Los Bancos hipotecarios? ¿Por qué mandan la policía y no dan la cara, no dan más facilidades, no quitan intereses de usura y no caen en cuenta de que se trata de seres humanos, de familias enteras, de niños, de ancianos? Ministro Lozano, ya que se atrevió a ponerle el cascabel a estos gatos marrulleros y peligrosos, no ceda hasta lograr que la ley proteja a estos miles de seres cuyo destino es la calle, la indigencia, y, por qué no, la guerrilla o la delincuencia común.

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El mínimo derecho de todo ser es tener un techo y poder comer. ¿Es pedir mucho? ¿Hasta dónde la ceguera de los poderosos y la complicidad de los demás? ¿Se quedará sólo el ministro Lozano? ¿Cómo lo vamos a apoyar?

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