Virgilio Barco, según Malcolm Deas

Santiago Montenegro
16 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

Con la biografía de Virgilio Barco Vargas, Malcolm Deas ha escrito uno de los libros de historia de Colombia más estimulantes de los últimos años.

Un historiador profesional, que ha estudiado a nuestro país desde hace medio siglo con base en una meticulosa consulta de archivos, con entrevistas y citando muchas fuentes relevantes, Deas describe el contexto, las limitaciones del poder y los logros de Virgilio Barco como ministro, como alcalde de Bogotá y como presidente de la república. Y como todas las grandes obras, es un libro que tiene varias lecturas.

Primero, es un libro sobre la persona de Virgilio Barco, sobre la carrera académica y política de un hombre que fue mal comunicador, poco carismático, sin logros espectaculares, pero muy estudioso y seguro de sí mismo, que solo buscó dejar un mejor país, en una de las coyunturas más difíciles de nuestra historia. Nieto del general conservador Virgilio Barco, su abuelo paterno y combatiente de La Humareda, Barco hizo su pregrado en el MIT, durante la Segunda Guerra Mundial, y después completó una maestría en la Universidad de Boston y en el mismo MIT, en donde realizó los cursos de doctorado en economía. En los años 40, en medio de una creciente violencia política, Barco realizó su educación política en Cúcuta ocupando diversos cargos públicos y dentro de su partido, para luego ocupar ministerios en el Frente Nacional, la Alcaldía de Bogotá y la Presidencia de la República. Por estas razones, Barco fue el presidente con la mejor preparación académica y política que ha tenido el país.

En segundo lugar, este es un libro sobre la precariedad del Estado, la pésima calidad de los sistemas de información del Gobierno, la debilidad de la justicia, la incapacidad de la Policía Nacional para funcionar como policía judicial, la ineptitud de los servicios de inteligencia, la desconfianza entre los civiles y los militares, en una época de auge del narcotráfico, de expansión de las Farc y de un partido nuevo, la Unión Patriota, que surgió defendiendo públicamente, y con la tolerancia del Estado, la llamada “combinación de todas las formas de lucha”.

Es también un libro con una lectura sociológica. Así, Deas resalta temas como la descarada intromisión de la Iglesia en la política regional en los años 40, o la ignorancia de los funcionarios públicos y de la dirigencia bogotana sobre la realidad regional, y, en el plano personal, la idea según la cual Barco siempre se sintió como un hombre de provincia y nunca se consideró parte de la llamada élite bogotana, ni esta lo aceptó plenamente. Dirigentes de su partido, como Alfonso López Michelsen y Carlos Lleras, siempre lo miraron con recelo y este último lo nombró alcalde de Bogotá para “no tener que nombrarlo ministro”. Quizá por ello, Barco fue más cercano y se sintió más en confianza con políticos como Julio César Turbay o Julio César Sánchez. Según Deas, “es difícil encontrar en la historia reciente de Occidente un Estado democrático confrontado con amenazas tan graves como fue el caso de Colombia a mediados de los años 80”. Gracias a Barco y a su equipo de gobierno, el país pudo salir adelante y, gracias a este magnífico libro de Malcolm Deas, la historia de Colombia es también un poco más clara y más completa que antes.

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