VLL remasterizado

Humberto de la Calle
30 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Me refiero a Vargas Llosa, no a Vargas Lleras, aunque a este último hay que reconocerle que está haciendo la tarea.

Acaba de publicar el peruano La llamada de la tribu. Hay que leer este libro. Es una fascinante aventura por los caminos del liberalismo, a partir de las expresiones modernas y más orgánicas del mismo. Smith, Ortega y Gasset, Von Hayek, Popper, Aron, Berlin y Revel.

Tengo el recuerdo de mis años universitarios. Alrededor del Festival de Teatro de Manizales, había una extraordinaria ebullición intelectual y política. Nos visitaron los grandes del espíritu. Ya comenzaba por entonces a erosionarse el apoyo intelectual a la revolución cubana, pero todavía el estudiantado se aferraba a la ilusión castrista. Y lo hacía con pasión y sectarismo. Éramos pocos los liberales en la universidad pública.

Entre los invitados estuvo Mario Vargas Llosa. Una movilización estudiantil saboteó su presentación. Nunca acepté que se silenciara su mensaje aunque, a la sazón, en ese escenario, estaba remando contracorriente. Precisamente por eso.

La llamada de la tribu presenta una reflexión profunda, apta para expertos y deliciosa para novicios.

Pero lo que quiero subrayar es que Mario exalta el mensaje liberal en el territorio elevado de la ética, sustanciado su trasiego en los valores de la libertad, la tolerancia, la asunción de que nuestras convicciones pueden estar equivocadas, el rechazo a la utilización de la ignorancia y la superchería para buscar cauda política, el repudio al caudillismo y, por fin, la convicción de que la democracia no se agota en el gobierno de la mayoría, sino en la salvaguarda sagrada de los derechos de la minoría.

En cambio, toma distancia, y hasta exhibe desdén, por esa visión economicista que hoy recibe el nombre de neoliberalismo. El pensamiento liberal debe “ante todo, redescubrir que, contrariamente a lo que parecen suponer quienes se empeñan en reducir el liberalismo a una receta económica de mercados (...) es primero que nada, una actitud ante la vida y ante la sociedad fundada en la tolerancia y el respeto, en el amor por la cultura, en una voluntad de coexistencia con el otro y en una defensa firme de la libertad como valor supremo”.

Lo curioso es que este Vargas remasterizado se haga acompañar en Colombia de sectores recalcitrantes. Los que no han entendido que el mejor camino es abrir las puertas a la reconciliación, dar espacio en el reino de la tolerancia incluso a los intolerantes. Entender que, con ocho millones de víctimas, no hubo violencia buena.

Terminaba de escribir esta columna cuando leí que el Centro Democrático quiere, dentro de la JEP, un compartimiento separado para los militares. No es buena idea. Pone en riesgo a los militares frente a acciones internacionales porque emite un cierto aire enrarecido de impunidad. Lo que los protege es la sombrilla de un acuerdo integral de cierre final de un conflicto. En todo caso, el argumento de la dignidad militar es un sofisma. No son los criminales los portadores de la dignidad, sino los miles de soldados heroicos que ofrendaron su vida por esta sociedad.

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