Volver para jugar en serio

Fernando Araújo Vélez
10 de junio de 2018 - 12:47 a. m.

Volver, como en el tango, y en ese volver, apostarles de nuevo a las cosas pequeñas, a esas sociedades de tres o cuatro que forman pequeñas revoluciones. Crear grupos de escritores que hablen de literatura, y que maten ahí, o que amen y desamen ahí y se venguen en sus letras, que es donde se dan las mayores venganzas, o de músicos que hablen de música y vibren con su música, y dejar por fuera del círculo a los militares y a los guerreristas, porque ellos sólo hablan de armas y de guerras. Volver a la frase mínima, a la mirada original, a la imagen de un libro de monstruos peludos que nos llevó a saber de monstruos peludos, y pasar de aquella imagen a otras imágenes de otros libros. Volver para jugar a ser otro, y creer de nuevo que es posible ser pirata, padrino, ciclista, ladrón, detective, bailarín, cantante o cualquier cosa, menos 'aburrido', que es como decir político o abogado.

Volver al primer paso, que nos llevó al segundo paso y a todos los demás pasos de un gran proyecto, y convencernos de que nuestro proyecto es nuestra obra, y que la obra debe ser más valiosa que nosotros mismos. Volver para comprender qué pasó y por qué y en qué contexto, no para justificarnos, y menos aún para juzgar, porque no somos dioses, aunque a veces juguemos a serlo. Volver para dibujar nuestro primer sol con todas nuestras deformaciones, y para escribir nuestro primer poema con todas nuestras cursilerías, y rescatar de aquel dibujo, de aquel poema, nuestra autenticidad, que es decir nuestra honestidad. Volver a aquellos años, cuando ni los profesores ni los mayores ni los periódicos con todas sus variaciones nos habían robotizado para que lo hiciéramos todo como ellos disponían que debía hacerse.

Volver para jugar en serio y seguir jugando, sin que importe ganar o perder. Volver y tocar la puerta de nuestros antepasados para comprender por qué nos dijeron esto y aquello, y por qué callaron lo de más allá. Volver, como en el tango, y cantar sin que nos preocupe mucho si desafinamos o si perdimos el ritmo, y al son de un bandoneón, caminar pisoteando nuestra obsesión por la aprobación de los otros, que es nuestra verdadera condena y la razón de ser de nuestros traumas. Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien, como cantaba Gardel, y celebrar los años, que son vida, momentos coleccionados, sabiduría y sensatez. Volver y seguir cantando Que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, para tener presente cada día que somos simplemente mortales, como les decían a los emperadores romanos el día de su coronación. 

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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