Yamit Amad, evasor de impuestos, le presento a mi tía Dulce

Rubén Mendoza
16 de noviembre de 2018 - 02:12 a. m.

Único pronunciamiento público que daré sobre la infamia a la que hemos sido sometidos los creadores de "Señorita María, la falda de la montaña" y gente de nuestro entorno.

Hace pocos días el noticiero que usted dirige, sin ningún pudor rigor o método, sin una sola llamada a la “contraparte”, decidió emitir una nota donde se acusaba a mi productora, Amanda Sarmiento, y a mí de amenazar de muerte a María Luisa Fuentes (protagonista la película que hice, Señorita María, la falda de la montaña), y a quien la acompaña. Lo primero que tengo que decirle es que si se molestara usted, o su recua subalternos (en este caso no se pueden llamar periodistas), en mirar un poquito mi cine, se daría cuenta que antes que cualquier cosa soy un defensor de la Vida y de la dignidad humana, he tratado es de honrarlas, y de caminar junto a los que me maravillan con su presencia y con su voz, generalmente nunca escuchada.

El periodismo mediocre lo que hace es reforzar la sensación de injusticia irremediable a la que se somete a quien le da la gana. Bastaba que vieran que las tales pruebas en mi contra, de amenazas de muerte, no pasaban de unas fotos de gente que desconozco, con ningún contenido que se pueda relacionar con amenaza: gente con la que supuestamente tengo una foto, como con mucha gente que no conozco (cada conversatorio o proyección me tomo foto con quien me pide sin revisar su pasado judicial o saber su nombre). O que (algo que cualquier periodista con dos dedos de frente puede determinar y ver la calidad de la fuente) no hay, como sostiene quien acompaña a María “nominaciones secretas” al Óscar, o al Goya: no nos han nominado, ni nos lo estamos guardando, ni mucho menos María está nomidada a mejor actriz, como sostiene el señor en tantas charlas, audios y textos que hacen parte del material probatorio ya lamentablemente en manos de la Fiscalía, por nuestra parte. Yo hice un retrato, documental, que me tomó años: María no está actuando, no es actriz, no van a nominarla a mejor actriz. A ella, por seguridad de ella misma, años atrás se le hizo un contrato, cosa que no se acostumbra en documental, solo para que viera que no tenía que esconderse, que mi proyecto era serio, y que tenía dentro de sus cuentas que su vida cambiara para bien, sin saber en ese momento qué pasaría con la película: si se terminaría o no, si la vería alguien o no. Por recomendación de un gran maestro mío filmamos el momento en el que la señorita firmó ese contrato, y su lectura en voz alta con quienes la señorita quería que la acomapañaran, no como afirmaban hace poco en textos que ya borraron, pero de los que conservamos imágenes, que lo firmó sin saber leer (aunque en sus redes escribe -tal vez alguien más-, grandes párrafos), o que firmó bajo efecto de “las drogas”.

Como se atreven en la nota del noticiero a llamar a mi familia “peligrosa”, yo lo llamo evasor de impuestos: sin una sola prueba, sino como herramienta didáctica para que sienta, al menos un poco, en la piel, lo que es la injuria. Lo hubiera podido llamar también si quisiera violador, o profanador de tumbas: o podría hacer un horrible perfil suyo basándome solo en lo que encuentro de archivo de quejas de sus empleados y periodistas, o en el dolor de los armeritas con su respuesta escéptica al primer llamado de auxilio que, según ellos, retrasó el inicio de la atención al desastre tras la avalancha, en otra de sus pataletas. Pero no. Solo es un ejemplo y con su nombre intencionalmente mal escrito, para que sea un personaje de ficción que plaga esta columna.

Volviendo a mi familia y al pueblo, ni la ambición de un desconocido, ni el video de calumnia de su noticiero, va a poder pararse entre un vínculo hermoso entre Boavita (el pueblo donde se instaló mi abuelo libanés, enviudó y se casó con mi abuela) y mi familia, que ya dura más de 100 años. El vínculo de mi familia con el pueblo seguramente es de poder, pero de poder hacer: sin matriarcas o patriarcas, no de poder ostentoso, económico o político, ni de armas, licor o cabalgatas, no de esos, no tenemos de esas cosas. La familia en Boavita que su noticiero deja llamar “peligrosa” pública e impunemente, está conformada por una única tía que sigue viviendo allá: es mi tía Dulce. No le diré su nombre pero le cuento que ese es solo uno de sus apodos, otros son Lucero, tía Lulú... Ella fue trabajadora social en colegio público, el INEM de Bucaramanga, por 30 años, donde no solo se hizo famosa por su acompañamiento integral y definitivo a las familias con problemáticas sociales inimaginables, sino por deshacerse de su sueldo irrisorio cada tanto, para comprar zapatos a los alumnos que no tenían, o alimento, o para ayudar en la vocación de otros, en fin. Es difícil caminar con ella por Bucaramanga sin que se acerque a abrazarla un exalumno agradecido. Más difícil aún caminar en Boavita por razones que le expongo, ya que usted no pregunta Yamik, sino emite. Tía Dulce volvió al pueblo tras jubilarse para cuidar a mi abuela Emperatriz, de nombre y de carácter, en sus últimos años y en el trance de la muerte: mi abuela, murió a los 91 años, en el 2010, sin alcanzar a oír esta infamia sobre su familia y su casa. “A un vagazo poco caso”, decía la abuela. “A un cagajón poca atención”, dicen en el pueblo.

Pese a llamarse Emperatriz jamás ejerció así más allá de los muros de su hogar. Pese a ser muy amada y respetada en el pueblo, fue reconocida por su discreción, su distancia, su soledad y su silencio que practicaba detrás de la vitrina de una droguería donde se reflejaron muchos de mis sueños de infancia y que cerró apenas un par de años antes de su muerte. Cuando la abuela murió, la tía Dulce se quedó en el pueblo, ejerciendo también un liderazgo discreto, tranquilo, amoroso: logró cambiar la ratonera de ancianato que tenía el pueblo (puede documentarse fácilmente si quisiera), por un hogar maravilloso, inmenso, con lote, lleno de luz y de amor, donde viejos que fueron niños desnutridos, en la mayoría de los casos, malformados, abusados, retardados de la Colombia de antes de la mitad del siglo pasado, reposan, aprenden, disfrutan, juegan, duermen, se alimentan, sin costo: solo coordinando generosidades, recursos privados y públicos, y vigilando que el municipio de uso pulcro del presupuesto asignado y de esas donaciones, así como liderando en qué se encausan y sus prioridades: un proyecto que se ha vuelto modelo en otras poblaciones. Con algunos de esos viejos, aún para mí que he visto tantas cosas, es difícil escapar a la duda de dar o no un abrazo ante la complejidad de sus dolores, de su historia, de sus formas, de sus sonidos. Tía Dulce, en cambio, no lo duda: es abrazada en coro a diario, las veces que entre al Hogar, y abraza de vuelta como si abrazara a su Dios o al Universo en cada viejo. Ya son 10 años del traslado y transformación de ese lugar y de adelantar con los niños el programa Boavita Linda, donde los pequeños de buen rendimiento académico hacen parte de un grupo de consciencia ambiental y cultural del pueblo. Muchos niños empiezan a rendir académicamente para hacer parte de ese equipo y logró con ellos sembrar plantas y flores hasta en la trinchera de la policía. Todo esto sin un solo vínculo burocrático, sino por la decisión de su amor y la voluntad de la parte del pueblo que la acompaña, que jamás se ha enlazado con un político, y ha logrado en cambio que los aspirantes de cualquier partido se comprometan antes de elecciones, en documentos firmados por la veeduría y cada candidato, con las tareas mínimas a hacer o continuar, y con no acabar lo que ya está andando. La tía Dulce además hizo un diplomado en  Tanatología Clínica, y ha acompañado a bien morir, durante muchos años y por los meses que necesite, a muchos de sus hermanos, amigos, ancianos; o a recuperarse, cuando ha sido el caso, de la enfermedad o el dolor con su amor infinito, del que tantos nos hemos beneficiado.

Es porque tocaron una fibra vital de mi vida, amores inofensivos, seres de luz de mi familia que me atrevo a responder a tanta tontería: porque ni a ella ni a mis tías tenían por qué nombrarlas, ni hay cómo relacionarlas con nada. No entiendo cómo un medio se atreve a ser parte del aparato de injusticia de este país con gente que no tiene mugre en su camino, y que al contrario, protegieron y sirvieron como nadie por años a la señorita, por su amor por la vida y por complicidad conmigo: para la señorita misma y frente al pueblo. Es que ni siquiera nosotros, la productora o yo, ni nuestros nombres aparecen en las fotos de los documentos que ustedes presentaron como de la Fiscalía y con los que nos relacionan: no aparecen nuestros nombres porque tampoco hay cómo ponerse a demostrar la injuria, no hay cómo. Y en cambio, sin ninguna autorización, utilizan fotos nuestras, ridiculizándonos, y sin tener la autorización del fotógrafo: además manchando un momento, un honor grande que recibía el cine colombiano al ser premiado en Locarno a través nuestro, de nuestra película. En cuanto a la familia poderosa insisto, es un poder raro, sí; una familia muy poderosa: el poder del amor materializado, don Yamil Ahmal. Porque los hermanos y hermanas de mi tía Dulce han obrado con el mismo amor que los une a su niñez, a Boavita. No somos dueños de un solo lote o animal, o negocio. Nada que no sea esa hermosa casa esquinera, blanca en su mayoría, que ni usted o su medio lograrán salpicar con la basura publicada. Dejo a la tía Dulce y a mis tías quietas, con el perdón de nombrar todo esto que ellas jamás enrostran y que les incomodará que cuente. Tampoco está bien que digan que mi productora y yo estamos desaparecidos. Claro que para periodistas como los de la nota, que no buscan sino asumen, sí. Debés buscar Yamí, pedile a uno de tus subalternos mi correo. Volvamos al usted.

Cree usted que le hacen un favor muy grande a la señorita sacando esa nota (nota por la que además gente de la película se contactó con ustedes para detener la infamia, y que aún así sigue impunemente colgada en sus redes). Les bastaba ver un poquito de historial de nuestras redes sociales, preguntar en el pueblo, leer los artículos. Les bastaba ver que no solo ella tuvo un sueldo normal de una protagonista en Colombia (sobre eso era el contrato), que se pagó su primera asistencia médica para la epilepsia, que se pagó un proceso legal para que su tierra, de la que la querían despojar, quedara a su nombre por posesión, que se pagó el cambio de documentos de acuerdo a su identidad de género, que se compraron animales y alimentos para meses, que se le enviaban mercados, medicina, ropa, apoyos, no porque la consideráramos miserable, que es como ustedes la entrevistan, sino porque tenía otras riquezas inmedibles y queríamos que estuviera bien, mejor: que empezara la reparación con o sin película hecha. Que estuviera sonriendo, disfrutando y esperando nuestro encuentro cada vez que se daba como sucedió. Además, por fuera de cualquier contrato, pero sí por un convencimiento moral de la productora y mío, la plata que entró a la película la vio ella antes que nadie y como no la hemos visto nosotros.

Porque el objetivo de esta película estaba por encima del cine mismo y de nuestros oficios o prestigio: el objetivo era que su vida cambiara, que honrara su dignidad y el amor que le profeso. Para la señorita se logró además gracias a una colecta que hicimos nosotros mismos, la productora y yo, con recursos propios y de allegados, pero sobre todo con la gestión de la productora junto al esfuerzo de tres Fundaciones  que fueron fundamentales (la más importante y la que se dedica a hacer las casas: Fundación Catalina Muñoz, además de Caracol Social y Fundación Corona), la construcción de una casa verdadera, mejor que la que dibujábamos juntos mientras esperábamos la luz o que menguara un aguacero en su montaña, como está atestiguado en mis cuadernos de trabajo, soñando otra vida posible: como pasó. La casa que se hizo verdad tienen un sistema de manejo de aguas, huerta, sala-comedor, y se entregó completa de muebles y electrodomésticos en sus dos habitaciones, cocina, cuarto de ropas... Todo lo enumerad es similar al valor de la película misma durante sus 6 años de trabajo y la misma Fundación Catalina Muñoz se ha mostrado en desacuerdo y alterada por el trato de los últimos meses del entorno de la señorita con nosotros, así como con la posibilidad de que la casa se haya usado para engordar el lote y pronto quieran salir de ella, así no sea un plan diseñado por María.

Yo jamás hablo de plata con el cine: ni siquiera con mis colaboradores. Ellos negocian con la producción. Por eso también me parece rebajarse ponerme a hacer una lista. Además de estos logros en especie, también ha habido recursos en efectivo, con cada recibo firmado por ella o constancia de su transacción pasando de los 20 millones de pesos (no entiendo: una película no es una beca de por vida, para nadie, ni para nosotros. Es un lapso, un tramo). El último pago (10 millones) fue hecho este pasado agosto, dos años después de haber filmado las últimas imágenes y habiendo ya padecido meses de maltrato y acoso. Justo después de este pago voluntario, y con la relación ya dañada pero nuestra decisión de cumplir la palabra intacta, quien la acompaña se pavoneaba contando por redes y en conversaciones grupales que “estaban ya comprados los tiquetes para España” para ir “a los Goya”, y aumentaba “#rumboaloscar #goya2018” y así, ¡con nuestra película! Ningún periodista medianamente formado prestó atención: es imposible ganarse uno de esos premios sin nominación, ni asistir sin invitación, ojalá me entienda. Y ojalá quien acompaña a la señorita comprara esos tiquetes con plata de su bolsillo, si los compró como anunció, no de María porque la película no está nominada en nada. Este hombre que apareció este año, años después de que la película estuviera terminada y estrenada, por qué viene a hablar de nuestro trabajo: es un abuso tomarse la vocería de una obra ajena. Cómo se atreve a preguntar en el pueblo a gente que nos quiere, sobre cómo podría conseguir la película para utilizarla sin nuestra autorización. Esa película, que es un retrato que decidí hacer yo, no un encargo, sería imposible sin la señorita, pero las fechas trabajadas con ella, con ella frente a la cámara, no fueron siquiera 30 días en esos 6 años de trabajo duro. Todo demostrado recibo por recibo al Ministerio de Cultura, Proimágenes y a los socios de la película. Es una pena tener que enumerarlo acá, pero esas son las cosas únicas cosas que la gente entiende como progreso, no toda la poesía que vivimos, no la libertad adquirida en el proceso.

6 años de trabajo y 7 de amistad. Nunca un amigo le duró tanto como nosotros. Lo que más importa es inmedible. La película nos dejó, a ella, a mi equipo, a mí, muchas cosas; a ella, entre otras, quitarse el yugo de unos temas sin hablar, liberarse, saber que había una comunidad que sentía como ella y la rodeaba; a mí, ilustrarme sobre un corazón misterioso, su relación con su Dios, con los animales, con la vida. Su noticiero en un acto morboso y amarillista del que usted no parece tener control, prefiere condenar nuestro vínculo porque a la larga a usted esa vida qué le importa. Importa su rating Yamí, porque Amad el escándalo.

Nosotros, la productora y yo, (que cabe decir que es un alma bella, que se dedicó a la señorita mucho más allá de los límites de la producción, en asuntos médicos, personales, de género), como vengo contando hemos sido sometidos a un acoso horrible por parte de quien acompaña a la señorita y de ella misma. La misma productora tuvo que recibir amenazas lascivas, de la voz de la señorita y quien la acompaña (todos estos audios ya están en manos de la justicia), y pasó por noches de insomnio y angustia que no tienen nombre. Nosotros no queríamos responder porque de qué nos sirve dar un golpe a la señorita, o hundirla. O ganarle una demanda millonaria. Cómo vamos a querer dañarla. Ahora ustedes, en su noticiero y en ese canal, en un intento de aire heroico, creen que la ayudan al exponerla: ustedes sí que la condenan. Una calumnia sí que es una amenaza porque sin una sola prueba dicen también que los pobladores de Boavita no la dejan volver. El pueblo donde ha vivido y trabajado, y donde sea lo que sea logró hacer su vida y practicar sus creencias, ahora lo quieren volver su verdugo con la irresponsabilidad de su “informe”. Boavita, donde además ni siquiera se ha proyectado la película porque decidí respetar la decisión radical de la señorita de no hacerlo, pero donde ahora espero pronto poderla compartir y agradecer, y que la misma película invite a la tolerancia, a la reconciliación y a la reparación de la señorita. Con su chisme dificultan esto enormemente, además de poner en peligro a la tía Dulce, pues cualquier violento ahora tiene excusas para justificar una grosería. Ustedes que fueron los únicos en caer y otros de su canal, después de que ellos intentaran contar esto a muchos otros que se dieron cuenta de lo absurdo de las palabras. Por eso cada vez que logran hablar aumentan cosas, atrocidades. Todo lo que me obliga a pronunciarme.

En lugar de ver los hechos prefieren creer a una persona que ni siquiera conocemos ni nos conoce, ni estuvo en un solo segundo de los 7 años de proceso cuidadoso, acompañado, consultado. Ni ha sabido el trabajo y dolor que nos ha costado sacar esto adelante, y que la vida de María tuviera otra cara. Otro aire. Deberían ustedes preguntarse en cambio, ya que tanto se precian de saber preguntar, por qué tanta insistencia de esta persona en decir que si algo le pasa a la señorita o a él es nuestra responsabilidad. Por qué va a serlo. He pasado tanto amor como dolor con esta historia, y ya tengo otras dos películas encima desde que terminé Señorita…, al igual que mi productora, luchando como es el cine para la mayoría de cineastas y el arte para la mayoría poetas (la poesía es nuestra materia prima): cada vez de cero. Apostándolo todo. Por qué está tan seguro de que le va a pasar algo. Haberle preguntado de qué le sirve tenerla convencida de unas nominaciones que no existen. Por qué va a ser cierto, si ni siquiera hemos hablado con él, que le ofrecimos 30 millones de pesos para que saliera de la vida de la señorita como afirmó públicamente. Por qué se comunica desde tantos perfiles (las fotos las han recopilado nuestros colaboradores de redes, amigos, usuarios indignados, periodistas con sentido moral a los que han golpeado a sus puertas) con la película, con allegados del sector, con institutos donde doy clase o se han presentado mis películas dentro y fuera del país, con amigos. Por qué siempre responde a la gente que nos defiende espontáneamente con comentarios y agresiones sexuales como lo demuestran las fotos de sus intervenciones (nosotros no hemos contactado a nadie para que lo amenace o a María, no sabemos ni cómo hacer eso, pero tampoco nos hemos puesto en la ridícula tarea de hablar con una sola persona para que nos defienda: ¡de qué!. Era todo tan absurdo que jamás imaginamos siquiera que llegar a este punto fuera posible).

Nosotros respetamos como hemos hecho siempre el criterio de la señorita y hemos querido tomar distancia desde que empezaron estos episodios tan amargos. Hice un cuadro, y como un pintor, si no tengo relación posterior con la modelo el cuadro queda: no lo quemo. Yo quería renunciar a esta película, olvidarla, pero ya no es de la señorita ni mía: es una herramienta de libertad para muchos, es el retrato de un instante, pase lo que pase entre nosotros. Por qué ofreceríamos 30 millones para que se fuera si eso es problema de ellos. 30 millones serían definitivos, si no vitales, para nuestra vida en estos momentos. Ya duelen suficiente las horas y letras gastadas en este asunto como para además andar en esas; yo hago cine, no soy un mafioso. Creo en la vida, no en atentar contra ella. No me gusta atentar contra nada, ni de forma accidental. El cine, además, así le parezca imposible a esta sociedad, no se hace siempre como un negocio. Le funciona a muy pocos así. Yo tengo la fortuna inmensa de estar haciendo una película siempre, una nueva. Pero no tengo nada. Cuando empecé esta película en 2011, tenía parte de un carro y luego una parte de un apartamento: hoy no tengo nada de eso. Pero así es el cine: a veces se tiene y a veces no. Y hay todos los casos: hay cineastas que saben hacer plata y cine, o solo una de las anteriores, hay otros que ni siquiera pueden hacer películas.

Si realmente hay amenazas detrás, somos los primeros en condenarlas y desalentarlas y en llamar a la voz de la justicia. Alguien oprimido desde antes de nacer, como María, con un entorno familiar de un dolor incalculable, ya debería vivir libre, como la vimos cuando empezó la promoción de la película. La película ha sido una fuente de amor, no de oro, como tanta gente se empeña en creer sobre cualquier persona vinculada al cine. Los premios no son plata, no pasan del honor o de un cartón en la gran mayoría de las ocasiones. Esta película no ha logrado una sola venta internacional: en cambio y por primera vez lo veo tan tangiblemente con una película mía, ha cambiado la mirada de repudio ante lo desconocido (tan normal en muchos de los colombianos que la vieron), ante la diferencia, por una de amor, de compasión, de dolor solidario.

Con tanta experiencia, Yamís, prefieren acabar con la honra de alguien, jugar hasta con su sustento (como lo están haciendo con el mío), solo por lucirse con un escándalo. Ahora. Yo no sé si usted sea un jefe abusador, como lo han acusado históricamente empleados suyos. No sé si esconde la mediocridad de su medio y su falta de precisión en el mal genio, que trata de vender como rigor. Pero me siento abusado. Por eso a mis héroes de niñez y adolescencia, Martín de Francisco y Santiago Moure, me hacen reír cada vez que lo vapulean (desde mucho antes de este incidente): porque yo tampoco necesito la violencia, me basta la risa. El sentido del humor, que no es uno de sus dones, lo sé, Ah-mal. Solo quiero que piense señor Amaf, por un momento lo que puede sentir su familia, sus colaboradores, su entorno al leer una falacia si yo la emitiera como posibilidad y con un megáfono como el de su noticiero. Sentado en su poltrona donde el mal periodismo tiránico, en la comodidad de la endogamia con el poder, le dan la tranquilidad de su salario.

Usted, representando a su medio, no se comporta como un ciudadano crítico, como un factor fundamental de nuestra democracia para el control de los excesos, verdadero rol de los medios (mediar), sino como un patrón de cara amarga, al que se le respeta no por convicción sino por miedo. Entiendo el estado lamentable de buena parte de nuestro periodismo cuando muchos de sus exponentes lo llaman a usted maestro. Usted que prefiere perseguir a un poeta, que a un tipo como Carrasquilla que se le ríe al país en la cara en pasado y en presente, que dar el debate del IVA, de los líderes sociales asesinados y perseguidos, del retroceso inmediato que sufre la salud de nuestros derechos, del hambre en la Guajira, de la corrupción en el Chocó, de la falta de recursos para la educación y las universidades y el exceso de los mismos para la guerra, de los nombramientos de familiares socios de noticieros en embajadas lejanas. Yo después de este episodio me siento abusado, y mi entorno, y mi cine y mi familia, pero me siento también mucho más fuerte en mi convicción de cuál es mi orilla, con quién no quiero mezclarme y dónde debo sembrar mi fuerza: en ese otro país que circula en la poesía, en el dolor, en la risa y en el delirio, del que usted no tiene idea.

Antes de terminar, Amath u Odiath, quiero decirle a través suyo a quien lea, que esta será la única declaración pública que hago sobre el tema. La única vez que desgasto mi ánimo y mi teclado públicamente con esto: si ya han inventado lo que han inventado sé que puede volverse más ridículo, ponerse peor: por eso es que queda en manos de la justicia (así como colombiano esto tampoco genere esperanza). Quien quiera enterarse sepa que finalmente con todas las pruebas, fotos, audios, videos, instauramos una acción legal (que llevaba meses lista y creciendo y se sigue alimentando con los medios que perpetúan esta infamia), y que es nuestro abogado y la Fiscalía quienes pueden informar a los interesados al respecto. Jamás pensé decir esto. Yo contrario a usted Yamit Amal, escogí mi carrera para jamás tener que ver con abogados, para estar lo más aparte del sistema pero lo suficientemente cerca como para que le cayeran mis piedras y mis amores lanzados con la catapulta de la cámara, de las letras, de la música.

El mismo día en que usted puso al aire esa infamia alguien me preguntó en un conversatorio que yo daba sobre dos de mis películas: ¿qué sentía después de todo lo que pasó con la película, ser ahora el enemigo de la señorita?. Le respondí con lo que siento: amor y agradecimiento profundo por la señorita, por esa persona. Hasta ahora. Saber que de su boca es capaz de salir todo esto que dice sobre mi productora, sobre mí, sobre mi familia, ahora, de un momento a otro cuando expresó hasta hace poco todo lo contrario, por años, y todo lo contrario a lo que cuenta se le ofrecía; sobre nuestra amistad que fue verdad tanto tiempo, aún con el dolor que me ha implicado saber que prefiere incendiar nuestro cariño en la hoguera de las mentiras y la ambición, cuando sabemos en el fondo del corazón de los dos que todo lo que vivimos, con ella y el equipo, lo vivimos como cómplices, como amigos, como una pandilla en la montaña: sabemos cómo lloraba con nuestras despedidas, y cómo lloramos de la risa ciertos días; cuando ella sabe las peleas que di con periodistas por ella, que al Alcalde de Boavita no he querido contactarlo para que apoye a mi tía porque tuve una muy fuerte discusión telefónica con él defendiendo a María en marzo de 2017. Ahora que invierte todo, mi cariño cambia, o cambia la distancia, pero jamás me sentiré su enemigo.

Me duele en el alma tener que empezar acciones legales. Tuve que hacerlo porque nos llaman asesinos, porque sostiene que la amenazamos o al que la acompaña, que maté un perro y otras sandeces, porque está intentando encochinar mi camino y mi cine, de manera injusta, y porque en cada aparición por la falta de eco de las anteriores, aparecen nuevas barbaridades, de la nada. Tengo que hacerlo porque debe aparecer pronto una Instancia Oficial, una herramienta gubernamental de fácil acceso, que defienda a la población de la infamia, de la calumnia y de la injuria que se extienden ahora como pólvora en la santabárbara de las redes sociales: donde se ahorcan vidas moralmente, donde se empuja al suicidio y al fracaso, donde se pudren caminos y vínculos. Una instancia que evite que los recursos que uno tiene, limitados y sagrados como en el caso nuestro, tengan que usarse en procesos legales, en lavarse la piel de las mentiras. Los medios, los miedos de comunicación, prestándose para cosas como estas, a diario, traicionan su esencia, su razón de ser. La verdadera responsabilidad del periodismo debería ser que el amor, y por tanto la justicia, circulen mejor, más rápido, con garantías. Esparcir chismes, difamaciones, injurias, solo porque es rentable, es una forma de perpetuar la violencia, el odio, el desastre. Hacer fluir el amor, y que la verdad fuera fuente de sanación y de alimento, debería ser su fin último. No esto.

Trato de entender sin embargo que para alguien que en la vida, como cuenta ella en la película, lo único que quiere es el amor, cuando aparece puede enceguecerle. Sé que esta vez no hay marcha atrás para darnos la mano, pero la señorita será pasajera de mi corazón siempre. Como lo han sido tantos otros radicales de mis películas con quienes me di la mano hasta su muerte, sin tener jamás un roce de este tipo. Y seguramente como hasta hace poco la señorita aseguraba y agradecía, yo también esté en el corazón de ella. Y también mi familia; creo que llevará el patio de la casa de mi abuela en su corazón porque allí, muchos años antes de que yo la conociera, de que quisiera hacer una película, cuando en muchas casas ni siquiera podía pasar de la puerta, mi abuela la recibía en las bajadas al pueblo acompañando a doña Isabel y Enrique, y les ofrecía chocolate o almuerzo, dependiendo de la hora, y silla y charla. Sin entender mi abuela muy bien quién era o qué era la señorita, preguntas de otro siglo, pero sin que le importara más que ser un oasis para la caminata de ellos tres, sabiendo como le dictaba el Dios de ella, el mismo de la señorita, que sea lo que sea eran hermanas.

A la señorita, si de alguna manera leyera esto, le diría que por más ambición, por más que no quiera ver que lo que logró en su vida es inmenso, moral y materialmente, que por más que no reconozca que la película fue un atajo para una cosecha difícil de conseguir en una vida entera, por más que la ambición no la deje ver, y por más que su ambición o una ambición prestada le dicten los actos, nunca va a poder quitarme del corazón lo que vivimos, ni sacármela a usted misma. Lo rodado. Lo pasado en sus montañas, que también son mías. Haber estado a su sombra, iluminado por su luz y por su llanto, por su risa y por su Dios, que quién sabe que estará pensando, allá, en su corazón, donde me lo mostró cuando la conocí. Él me enseñó a través de usted que cuando hablen de uno, uno siga callado siendo uno: pude practicarlo muchos meses, hasta que hirieron a los míos. Y a mi cine, que es como mi sociedad, mi mundo real. Pero así lo haré. Entrego este tema hoy a la justicia. No puedo ponerme a responder cada infamia que se les va ocurriendo. Para eso están los medios, hambrientos de carroña.

A la gente que nos ha rodeado y escrito, y esta vez muy especialmente a la comunidad del cine colombiano, muchas gracias por su abrazo (con contadas excepciones ambiciosas de tajadas o segundas partes). Gracias por su seguridad, Por decirnos eso de que saben quiénes somos, mi productora, y yo. Por más peleas que hayamos dado saben quiénes somos, y agradezco mucho la solidaridad y el amor que nos han brindado en estos días.

A Yamí, y cierta casta de periodistas, les digo que no les deseo nada malo. También haciendo un trabajo de forma tan mediocre son maestros de uno: uno entiende qué no quiere hacer, ni cómo. Igual que las vacunas vienen de la bacteria misma. A mí me basta verlo de lejos para que me recuerde todo lo que no quiero ser, todo lo que usted y su noticiero representan. Bien dijo Herzog que el cineasta que no considerara la humillación parte de su oficio, debería dedicarse a otra cosa. Usted me recuerda que mi orilla es la poesía, y que el destino de los poetas en manos de los bufones oficiales, de los periodistas del poder, es el rechazo, la infamia, la ignominia. Yo no voy a desfallecer. Prometo volverlos buen alimento.

Te vi.

Rubén Mendoza.

PD. La tía Dulce, que sabiendo lo que me podía estar doliendo había estado en silencio, me mandó este pequeño correo electrónico, desde su orilla, tranquila, con sus creencias que tanto envidio y de las que he sido beneficiario a través de su energía, la copio idéntica:

“Somos una familia PODEROSA. Sí. En el amor y temor de Dios. Somos poderosos escuchando y atendiendo a quienes nos necesitan. Somos poderosos en pagar lo justo. Somos poderosos en exigir justicia. Somos poderosos en velar por los niños, jóvenes y adultos mayores. Somos poderosos en cuidar del medio ambiente. Somos poderosos en AMAR, RESPETAR Y SERVIR. Ese es el poder que nos transmitieron nuestros PADRES y el que transmitimos y transmitiremos de generación en generación. Familia Mendoza, Boavita, Boyacá.”

Yo feliz de hacer parte de ese clan, así yo no pueda decir que esté en todas esas cosas hermosas enumeradas, pero donde reconozco a la tía y sus hermanos de lejos.

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