¿Cómo afecta a Colombia la llegada del talibán al poder en Afganistán? Los dos son países lejanos, igual que los protagonistas principales: Estados y actores esencialmente distantes, no solo en la geografía, sino en la política y en la historia. Pero la pregunta es relevante, más aún cuando desde hace años y en forma creciente la visión más difundida sobre las relaciones internacionales indica que cada vez una mayor dependencia mutua entre los Estados. Un evento de semejante impacto tiene que sentirse en todos los continentes. (Le puede interesar: Por qué Colombia podría recibir a 4.000 afganos como refugiados).
¿Cuáles serán sus efectos para Colombia? Desde el fin de la Guerra Fría la interpretación dominante sobre las relaciones internacionales indica que todos los actores -Estados y otros- están más interconectados. Es difícil que un evento de la magnitud del ascenso talibán al poder no tenga impacto en todos los continentes. Desde luego, en algunos ese efecto es mayor: en los más cercanos geográficamente o en los actores más activos en la geopolítica mundial. Y Colombia no es ni lo uno ni lo otro. Pero, aun así, eventos de estas dimensiones tarde o temprano se sienten en todos los continentes, de una manera u otra.
Los hechos de Afganistán no son simplemente locales y se sienten en otros continentes. El anuncio de Washington, el viernes en la tarde, sobre el envío a Colombia de 4.000 afganos -y otros grupos a toda la región- refugiados para protegerlos de la crisis -confirmado por el embajador Juan Carlos Pinzón-, da una medida de cómo cada vez hay menos crisis locales. Y cómo todas ellas en alguna medida afectan a varios países y continentes.
Y, también, por el papel central de Estados Unidos, el socio de la “relación especial” con Colombia y a la vez el gran tutor del caído régimen afgano reemplazado por el talibán. Los primeros análisis tienden a coincidir en que las dramáticas imágenes y las crueles realidades que el mundo ha visto en Kabul y en sus alrededores van a perdurar durante mucho tiempo, con consecuencias que también se sentirán durante un plazo largo.
Las nuevas realidades golpearon al gobierno Biden cuando apenas consolidaba su evidente prioridad de desmontar el legado de su antecesor, Donald Trump, en las relaciones internacionales. Al último expresidente estadounidense no se le había visto -al menos afuera de su terruño- tan activo como ahora, cuando llegó incluso a pedir la renuncia de Biden. (Más: Las protestas civiles en Afganistán no cesan).
Lo cual significa que, para el exmandatario, una catástrofe de la magnitud de lo que ha pasado, es una oportunidad para el presente, en la política interna. Qué lejanos se ven los tiempos en los que las crisis internacionales generaban llamados a la unidad, nuevos esquemas de solidaridad y pausas en la competencia política interna.
El asunto más importante para Colombia es el efecto que los dramáticos hechos ocurridos en Afganistán tendrán sobre Estados Unidos. En el gobierno de Biden, sobre todo, en el cual el gobierno del presidente Iván Duque aspira a conservar el lugar de una relación especial, a pesar de que varios miembros de su equipo dieron señales claras, durante la campaña, de que preferían la continuidad de Donald Trump en la Casa Blanca. Y de las reservas demostradas de la actual Casa Blanca sobre asuntos colombianos como las violaciones a los derechos humanos.
Antes de la nueva llegada del talibán al poder en Afganistán, el gobierno Duque le había apostado a que las relaciones entre Bogotá y Washington podrían mantenerse en el mismo nivel de diálogo y cooperación, sobre la base de la coincidencia en las visiones de ambas capitales sobre el momento y el interés común en buscar cambios en el régimen de Venezuela. Se notaba una diferencia entre la visión colombiana -mantener el nivel de cooperación y diálogo- y la de Estados Unidos -conservar la cercanía, pero con ciertos espacios de distancia-.
¿Cambiará la esencia de esta concepción? Seguramente no, pero los cambios en las prioridades y la atención de Washington a la crisis en Afganistán le quitarán espacio a América Latina. Para bien o para mal.
Para Colombia sería conveniente contar con instrumentos multilaterales para concertar posiciones frente a la situación. Alianzas sobre temas puntuales, que permitieran encontrar posiciones conjuntas frente a los grandes temas. Opciones que permitirían fortalecer -y enriquecer- sus planteamientos.
Desafortunadamente estos tiempos no son los mejores para el diálogo entre los países del continente. Y en forma solitaria, un país lejano como Colombia poco cuenta en el escenario asiático y la comunicación entre las dos partes es débil y prácticamente inexistente. La unidad latinoamericana frente a grandes temas y las instituciones de concertación multilateral no están en su mejor momento.
Habrá que ver qué sigue. Sobre todo, cuáles serán las líneas del envalentado talibán, la reacción de las sorprendidas potencias -incluidas Estados Unidos y Rusia- y las posibilidades de reconstrucción de esquemas de concertación latinoamericana frente a los grandes temas. Lo cierto es que en un mundo achicado por las comunicaciones y polarizado por la falta de instrumentos de diálogo, las crisis tienden a afectar a todos.
* Excanciller de Colombia y periodista.