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Al aire, Presidente

En su segundo gobierno, el Jefe de Estado ha visitado 110 municipios del país, entre anécdotas e incidentes.

Redacción Política

31 de mayo de 2008 - 01:26 a. m.
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Como cada sábado, desde el 10 de agosto de 2002 en Valledupar, el presidente Álvaro Uribe deja el Palacio de Nariño, se suelta la corbata, se adentra en montañas y planicies colombianas cargado con poncho o ruana y saca la casta paisa que le da licencia de hablar duro, echar chistes y enfrentarse a sus contradictores. Lo hace porque tiene que cumplir la cita de su consejo comunal. Ayer llegó al número 200 y seleccionó el coliseo del municipio de San Roque, Antioquia, para realizarlo.

Una cita semanal en la que no deja de sorprender con salidas acaloradas o gestos poéticos. El carácter de un mandatario que todos los sábados se inventa una salida particular. Como la del 3 de febrero de 2007, cuando la emprendió contra el Polo Democrático Alternativo durante el consejo comunal que lideró en Córdoba, y señaló: “Pasaron de ser terroristas con camuflado a terroristas de civil”. Sacó el fuete verbal para arremeter contra la oposición que el grupo político había emprendido en su contra por el proceso de paz con las autodefensas.

Como era de esperarse, la frase del Presidente ocasionó tal molestia que sus opositores presentaron tutela en su contra. Uribe esperó el siguiente consejo comunal, el del 10 de febrero de 2007 en la Jagua de Ibirico, Cesar, y les asestó otra estocada: “Los fines de semana los ocuparé en resolver problemas en las regiones del país y no en hablar de los contradictores. Por eso, este gobierno no se queda en las capitales los sábados y domingos en tertulias de whisky o hablando mal de la gente. Las tertulias de este gobierno son con el pueblo para reivindicar a los pobres y construir un país justo”.

Entregando el teléfono

En medio de su agenda sabatina, el Presidente suele dormir a pierna suelta en los aviones, y aunque da la impresión, no se aparta de las discusiones televisadas ni para almorzar. La realidad es que “el Presidente come todo el tiempo”, como lo reconoce Miguel Peñalosa, su consejero para las regiones. Pide un plato de fruta, de papaya, y agua. Según su colaborador, come lo que le pongan, pero eso sí, hace una exigencia: que en lo posible le sirvan comida de la región o típica.

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Sencillamente porque esos sábados es cuando se siente como en casa, son los días que se le convierten en escenario ideal para contestar a sus contradictores. Como también lo hizo el 24 de febrero de 2007 en Ubaté (Cundinamarca), cuando así rechazó las versiones que lo vinculaban con el paramilitarismo. “De haber sido yo paramilitar, no habría sido patrocinador de paramilitares sino que me habría ido para el monte de fusil al hombro. Yo he sido combatiente y de frente, yo no he sabido pagar sicarios”.

Un estilo irreverente y provocador que lo lleva a establecer contacto con la gente, pero también a romper algunos límites. Como lo hizo el día que divulgó su número celular en plena transmisión en directo por televisión. “Si no me das tu teléfono, yo te doy el mío”, expresó el 26 de mayo de 2007 cuando el viceministro de Vivienda, Tony Jozame, tardó en entregar su número públicamente. A partir de ese momento, su celular, que estaba sobre la mesa, no dejó de repicar. “Aló, sí, Álvaro Uribe le habla, ¿con quién hablo yo?”, contestaba confirmando a sus televidentes que estaban hablando con el Presidente de la República.

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“Ahora se congestionó esto”, fue lo único que atinó a decir, cuando al parecer, minutos después se dio cuenta de que no había medido la magnitud de su arrebato. Pero luego remató su comentario manifestando que sería oportuno hacer un consejo comunal atendiendo llamadas de los ciudadanos, quienes difícilmente concebían que desde su casa o por un minuto de celular a $300  podían ser escuchados por el mandatario colombiano de más alta popularidad, simplemente para hacerle reclamos o solicitudes.

Ese día, como tantos otros, a Uribe se le resecó la garganta de tanto hablar. Y como acostumbra hacerlo cada sábado, su alivio fue un trozo de panela que sus colaboradores le llevaron. Lo hace cada ocho días cuando se excede en palabras y en energía. Como los ciclistas, él cree que chupando panela recobra la energía para seguir coordinando el consejo, repartiendo la palabra, organizando reuniones paralelas o trenzándose en disputas con sus contradictores directos o remotos. Es su hora y el sabe cómo endulzarla para que los asistentes y televidentes se descresten.

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Un sábado en Nueva York

Su exótica personalidad, frentera para algunos y desmedida para otros, también lo ha llevado fuera del país a promover sus consejos comunales. Lo hizo el 9 de junio de 2007, cuando realizó uno en la mismísima capital del mundo, en Nueva York (Estados Unidos), donde dejó con la boca abierta a un auditorio que superaba las 500 personas, cuando formuló dos anuncios: el primero, la posibilidad de introducir modificaciones a la Ley de Justicia y Paz, para que pudieran entrar los miembros de la guerrilla; y el segundo fue cuando afirmó que el TLC no era “una panacea”.

La misma actitud sui géneris con que, sin medir el principio de la división de los poderes públicos, en dos ocasiones distintas ordenó judicializar a un par de funcionarios. Uno de los señalamientos lo hizo con nombre propio el 26 de octubre de 2006, cuando ordenó la detención del secretario de Gobierno de la administración de Buenaventura, Adolfo Chipantisa, a quien calificó de indigno para ejercer sus funciones por estar involucrado en un tema de narcotráfico.

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El segundo caso fue un discurso de indirectas relacionado con el senador Alexánder López, cuando en el consejo comunitario de la semana pasada, Uribe dijo: “General Gómez Méndez, hay congresistas que en el pasado lideraron la destrucción de Emcali. Deberían estar en la cárcel. Y ahora son los mismos que estimulan, tras bambalinas, la violencia de los invasores. Judicialícelos y métalos a la cárcel. Esto es claro ante el pueblo colombiano”. El senador del Polo fue presidente del Sindicato de Trabajadores de las Empresas Municipales de Cali entre 1997 y 2002 y protestó por el pronunciamiento.

Antes de la reelección

Desde su primer consejo comunal en Valledupar, las noticias de Uribe causan revuelo o conflictos. Uno de los escándalos más dolorosos ocurrió en Corozal (Sucre), en marzo de 2003, cuando el destituido alcalde de El Roble, Eudaldo León Díaz Salgad, militante del Polo Democrático, tuvo la valentía de enrostrarle públicamente: “A mí me van a matar”. Días antes, el ex alcalde habría manifestado a su familia la preocupación de que el ex gobernador de Sucre Salvador Arana, a quien él había denunciado como el mayor corrupto del departamento, quisiera asesinarlo.

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El 5 de abril de ese año desapareció. Cinco días después, su cuerpo apareció sin vida cerca de Sincelejo. Dos años después, el entonces representante a la Cámara Gustavo Petro le pidió a Uribe vincular a la investigación a los posibles autores intelectuales del crimen, varios de los cuales son funcionarios del orden departamental y denunciados por la propia víctima. Paradójicamente esta semana la Fiscalía capturó al ex gobernador y ex diplomático Arana y le dictó medida de aseguramiento por desaparición forzada y homicidio agravado.


Y como sus consejos comunales son para recibir aplausos o gracejos, cómo no recordar el del 26 de noviembre de 2005 en Salgar (Antioquia). Ese día se despachó diciendo que el mejor legado que podía dejar en la Presidencia de la República era que, como hijo de Antioquia, después del privilegio de ser Presidente de Colombia, demostrar con sus acciones y afecto al país su interés por la paz. Desde entonces, sus contradictores interpretaron que estaba buscando una segunda Presidencia. A los dos meses, en otro consejo, invitó a dos canales por suscripción, el 6 de Cablecentro y el 70 de TVCable.

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Con ayuda o sin ella, cada sábado, el presidente Álvaro Uribe sabe que la gente lo escucha. Ya no tiene el mismo raiting de los primeros días, pero los periodistas viven pendientes de una frase para resaltar en sus noticieros. El más reciente estudio de la Universidad de los Andes sobre “Cultura política de la democracia en Colombia 2007” lo reconoce: de 1.491 personas encuestadas, el 62,5% de los colombianos quiere expresarse directamente con el Presidente. Por eso cada sábado deja atrás la agenda de la Casa de Nariño, se tercia el poncho y se va para las regiones. Este sábado 31 de mayo lo hizo de nuevo y llegó a 200.

¿Y cómo lo hacen?

Lejos de lo que muchos imaginan, tras la transmisión de un consejo comunal hay un trabajo que comienza desde el lunes. Solamente en Presidencia hay nueve funcionarios a cargo.

Lo primero que definen es qué municipio visitar, de acuerdo con las problemáticas de la región. El lunes se cita a una reunión de prensa y logística donde se definen los temas de seguridad. El martes se seleccionan las tareas pendientes con el municipio. En seguida se llama al gobernador y al alcalde anfitrión para comunicarles: “Esta semana vamos para allá”. El miércoles viaja la avanzada del Presidente a la zona. Ese mismo día se instalan las mesas de trabajo, que incluyen los sectores social, turismo, vías e infraestructura, para que la comunidad exprese sus inquietudes.

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El viernes en la mañana sale otro grupo de funcionarios, como los ministros que deben asistir.

Según Miguel Peñalosa, consejero presidencial para las regiones, los municipios no ponen dinero a la hora de realizar un consejo comunal y asegura que cuesta en promedio 15 millones de pesos cada uno, respaldo que pone una parte el gobierno y otras partes organismos internacionales como Pnud.

Todo está listo y llega el sábado, entonces el presidente Uribe a las 5:30 en punto llama al celular a Peñalosa. “Estamos listos”, le responde su consejero, quien a la vez le cuenta algunos detalles del consejo, como temas prioritarios. Un par de horas después viajan.

El público que los espera en la región elegida se debe inscribir previamente para que los hombres de seguridad del Presidente verifiquen las cédulas. Así se conforma el grupo que comienza a trabajar en promedio a las 9 de la mañana, sin saber la hora precisa a la que terminarán.

Sobre las críticas que los señalan por no hacer seguimiento, Peñalosa asegura que sí existe y que durante su gestión ha definido un sistema de información que indica cómo están las cosas, un sistema de seguimiento que explica lo que ha pasado con las tareas y un sistema de gestión para buscar los recursos necesarios para cumplir con los planes acordados.

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Por Redacción Política

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