Análisis: Colombia y Estados Unidos: ¿entrelazados o enredados?

El desencuentro entre un gobierno de derecha en Colombia y un gobierno progresista en Estados Unidos, más la torpeza del presidente Duque, han complicado la relación entre los dos países. Análisis de Razón Pública. Análisis de Razón Pública.

Diana Marcela Rojas*/Razón Pública
07 de octubre de 2021 - 12:00 p. m.
De manera inesperada, el debate sobre el cumplimiento del Acuerdo de Paz y las violaciones de los derechos humanos resonó en Estados Unidos.
De manera inesperada, el debate sobre el cumplimiento del Acuerdo de Paz y las violaciones de los derechos humanos resonó en Estados Unidos.
Foto: Getty Images for Concordia Ameri - Gabriel Aponte

Intervención por invitación

El gobierno Duque ha tenido que responder a los cambios resultantes de la elección del nuevo presidente de Estados Unidos, pero su respuesta ha sido muy torpe: le han faltado una política exterior clara y una gestión diplomática adecuada para enfrentar el reto del entrecruce entre las políticas internas de los dos países.

Tradicionalmente los gobiernos colombianos habían evitado confrontaciones con el gobierno de Estados Unidos, y desde hace al menos veinte años este país había sido decisivo para nuestra política interna, especialmente por su apoyo político, económico y militar para enfrentar a las guerrillas, y para adelantar un proceso de paz. La presencia de Estados Unidos en la resolución del conflicto armado interno constituyó pues lo que se llama “intervención por invitación”.

Pero la ayuda de Washington estaba condicionada, de modo que: (1) los asuntos cruciales de la vida nacional quedaron expuestos al escrutinio de los funcionarios estadounidenses y, (2) los cambios en el escenario doméstico afectaron excesivamente las relaciones bilaterales.

En cuanto a lo primero, hoy todos damos por sentado que Estados Unidos intervenga en la política de seguridad colombiana, lo cual se extiende a temas como:

  • la ofensiva militar contrainsurgente,
  • el narcotráfico,
  • las relaciones fronterizas,
  • la justicia transicional,
  • la política agraria,
  • los derechos humanos,
  • los asuntos medioambientales.

En cuando a lo segundo, el efecto de los cambios políticos internos sobre las relaciones bilaterales se intensificó de manera asimétrica: para Colombia son mayores y más duraderos que para Estados Unidos.

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Cambio en el ciclo político

Desde hace veinte años habían venido coincidiendo los ciclos políticos de Colombia con los de Estados Unidos, y esto permitió mantener el respaldo de Washington y el consenso entre las élites colombianas sobre la forma de acabar el conflicto armado. En efecto:

-Al gobierno Uribe y la escalada militar de la política de seguridad democrática (2002-2010) les correspondieron la administración Bush y la lucha contra el terrorismo declarada después de los atentados del 11 de septiembre (2001-2008).

-Por su parte el gobierno Santos y la negociación con las FARC (2010-2018) concordaron con la administración Obama y su propósito de revisar las intervenciones militares en el extranjero e impulsar el multilateralismo (2009-2016).

Pero el gobierno Duque (2018-2022) tuvo que interactuar con la disruptiva administración Trump (2017-2020) y con la del actual presidente demócrata Joe Biden (2021-2024). El sector que se había opuesto al acuerdo con las FARC llegó al poder con Duque, y esto dio pie a posiciones contradictorias sobre la gestión de los programas ligados al postconflicto y en buena parte financiados con la ayuda de Estados Unidos, así como a divergencias en las prioridades de ambos países para crear una agenda conjunta.

Duque y Trump

La fractura también se presentó en Washington debido a los errores del gobierno Trump. Su manejo de los asuntos internacionales mediante el “matoneo”, el discurso xenófobo y nacionalista, la ausencia de una estrategia coherente, la influencia de conservadores y republicanos en las decisiones presidenciales, y la desarticulación del dispositivo diplomático tradicional crearon inestabilidad y desconfianza.

Bajo este panorama era imposible prever el rumbo de las relaciones bilaterales. De manera inesperada, el debate sobre el cumplimiento del acuerdo de paz y las violaciones de los derechos humanos resonó en Estados Unidos. Defensores y detractores encontraron aliados en diversas ONG, movimientos sociales y congresistas estadounidenses, y el debate inclusive se usó para atizar la confrontación entre republicanos y demócratas. Los resultados de este embrollo fueron:

  • la intervención indebida de funcionarios colombianos a favor de Trump en la pasada campaña presidencial,
  • las iniciativas en el Congreso de Estados Unidos para condicionar la ayuda a reformas en las fuerzas militares y policiales colombianas o a medidas para frenar el asesinato de líderes sociales, y,
  • las críticas a los desmanes de las autoridades durante las protestas de este año.

Las fronteras entre lo estrictamente doméstico y lo internacional se diluyeron.

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La narrativa de las guerrillas narcoterroristas (disidencias de las FARC y el ELN) auspiciadas por Maduro y Cuba, le sirvió a Duque para justificar su oposición a los acuerdos con las FARC y para mantener el protagonismo de Colombia frente al gobierno venezolano. Por eso Duque se plegó a la estrategia estadounidense de crear un cerco diplomático en torno al gobierno chavista, respaldando a Juan Guaidó como presidente interino.

Lo mismo sucedió en cuanto al narcotráfico. La Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca (ONDCP), atribuyó el aumento sostenido de los cultivos de coca en los últimos años a las expectativas creadas por los programas de sustitución del acuerdo de paz y a la redistribución del poder en las zonas cocaleras.

Aunque en Estados Unidos la cocaína ha tendido a perder protagonismo debido al alarmante consumo de opiáceos, y aunque las críticas al prohibicionismo en ese país han venido aumentando, el gobierno Duque se aferró a su compromiso de escalar la guerra contra las drogas y retomar las fumigaciones aéreas.

¿Cambio con Biden?

En Estados Unidos no es claro todavía el panorama de las relaciones bilaterales. Durante su primer año Biden se dedicó a gestionar la pandemia, reactivar la economía y remediar algunos de los daños causados por el gobierno Trump.

América Latina no figura entre las prioridades del presidente Biden, pero muchas de sus decisiones afectan directamente a Colombia, como decir

  • las medidas en materia de migración,
  • las tasas de interés de la Reserva Federal,
  • el respaldo a las negociaciones entre Maduro y la oposición venezolana, o
  • la estrategia de contención frente a China

Biden anunció el “retorno de Estados Unidos” como líder mundial, pero esto dependerá de su capacidad para establecer los consensos políticos necesarios, algo difícil de hacer si se consideran la extrema polarización del país y la vulnerabilidad de los demócratas de cara a las elecciones al Congreso en 2022 y las presidenciales en 2024.

Entretanto es mejor que Colombia revise su postura de alineamiento automático con la superpotencia, ya que los dividendos parecen disminuir.

En tiempos de pragmatismo, los fundamentalismos políticos pueden ser muy costosos…

*Docente e investigadora del IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Co-directora del Centro de Estudios Estadounidenses CEE-Colombia.

Por Diana Marcela Rojas*/Razón Pública

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Bueno Bueno(20426)07 de octubre de 2021 - 12:24 p. m.
El matarife está todavía debido a que EU lo considera un aliado incondicional. De hecho, le tienen un prontuario desde sus viejas épocas del cartel de Medellín, de esa manera, todo gobierno influído por el matarife es incondicional a EU
Bueno Bueno(20426)07 de octubre de 2021 - 12:27 p. m.
Eso del #82 no es gratuito. El matarife no se les tuerce porque sabe lo que le ocurriría.
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