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Análisis: Gustavo Petro, los primeros pasos y los grandes desafíos

Petro logró mayoría parlamentaria e integró un gabinete que al mismo tiempo es de izquierda, tranquiliza a los empresarios y da campo a los socios del Congreso. Pero también tiene una agenda ambiciosa y poco tiempo para mostrar resultados.

Yan Basset*
20 de agosto de 2022 - 10:18 p. m.
El gabinete del presidente Gustavo Petro es paritario.
El gabinete del presidente Gustavo Petro es paritario.
Foto: Presidencia

Sumando aliados en el Congreso

El gobierno de Gustavo Petro comienza con pie derecho. El nuevo mandatario ha logrado desmentir por ahora los pronósticos sobre un Congreso donde no tendría el apoyo suficiente para sacar adelante sus proyectos.  Petro consiguió esta mayoría y además le añadió el componente pluralista que tranquiliza al país que no votó por él.

Petro sabía que necesitaba esta mayoría y que no podía gobernar con el apoyo apenas de la izquierda, por más de que el Pacto Histórico haya logrado resultados históricos.

Por eso durante la campaña buscó sin mucho éxito el apoyo del Partido Liberal.  César Gaviria le fue esquivo, y se fue detrás de Federico Gutiérrez. Pero lo que sembró durante la campaña los cosechó después de la elección, y el jefe liberal no tuvo otro camino que apoyar al ganador.

La coalición de la Esperanza hizo lo propio en su casi totalidad por la cercanía ideológica con el nuevo gobierno, lo mismo que el Partido de la U, consciente de que sus bases electorales están en regiones petristas. Más sorprendente, el Partido Conservador se sumó a pesar de la distancia que lo separa de la izquierda.

De esta manera, el nuevo gobierno se aseguró una coalición ampliamente mayoritaria en ambas cámaras, mientras que el Centro Democrático queda solo en la oposición junto con Cambio Radical, posiblemente, y la Coalición cristiana en la independencia.

Por supuesto, los cálculos no están ausentes detrás de esta llegada de las bancadas tradicionales a la coalición petrista. Cada cual espera obtener sus cuotas en la nueva administración.

Hay también una buena dosis de realismo o de fatalismo en ello. El nuevo mandatario ganó con buena parte de la clase política en contra y su victoria lo ha llevado a un nivel de popularidad que nunca había alcanzado en el pasado. Hay muchas expectativas de cambios y los tradicionales sienten que no se pueden quedar por fuera.

Un gabinete bien pensado

La segunda prueba de fuego para Petro consistió en organizar un gobierno que alcanzara simultáneamente varios propósitos difícilmente compatibles.

Por un lado, el de satisfacer las aspiraciones legítimas de la izquierda y, por otro, tranquilizar a los sectores empresariales y financieros preocupados por la llegada de esta misma izquierda y contentar a los nuevos socios de la coalición de gobierno.

En cuanto a lo primero, la composición del gobierno ofrece efectivamente una imagen de cambio con la llegada de varias figuras de izquierda con trayectorias de activismo social o gremial.

Es el caso de la ministra de Salud, Carolina Corcho, de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, de Minas, Irene Vélez, de Deportes, Isabel Urrutia, de Vivienda, Catalina Velasco, de Cultura, Patricia Ariza, o de la misma Francia Márquez que se encargará de un nuevo Ministerio de la Igualdad.

Por otra parte, la jugada audaz y arriesgada de nombrar a Iván Velásquez, reconocido por su trayectoria en defensa de los derechos humanos en el ministerio de Defensa, señala claramente la ambición de reforma del nuevo gobierno en las Fuerzas Armadas que no le son afines.

Hay que señalar en particular el caso de Gloria Inés Ramírez, ministra de Trabajo, quien militó en el Partico Comunista y la Unión Patriótica y después en el Polo Democrático, lo que permite considerarla como la primera ministra comunista en la historia del país.

El compromiso con la paridad de género es igualmente una señal importante, aunque Iván Duque había empezado también con un gabinete paritario.

La tendencia de izquierda de todas estas figuras puede confirmar la preocupación de quienes ven en Petro a un radical, pero se atenúa por el hecho de que se trata, con pocas excepciones, de figuras nuevas o no tan conocidas.

Esos temores se atenúan sobre todo porque las carteras más importantes son ocupadas por figuras veteranas, no tan asimiladas a la izquierda, y que tienen sólidas credenciales técnicas, como en el caso del equipo económico encabezado por José Antonio Ocampo.

De este modo, Petro quiere tranquilizar a los sectores económicos y anunciar una reforma tributaria que propone mayores niveles de igualdad.

Los nombramientos de Álvaro Leyva como canciller, Alfonso Prada como ministro de Interior, Alejandro Gaviria como ministro de Educación o Cecilia López en el ministerio de Agricultura, todos muy reconocidos y cercanos a sectores más tradicionales que el grupo anterior, pueden ser vistos como garantía de moderación y experiencia en los principales ministerios.

Finalmente, están las cuotas de las bancadas políticas que son siempre impopulares pero necesarias para obtener los apoyos en el Congreso. La selección ha sido probablemente más difícil para Gustavo Petro, que se guardó el anuncio de estos nombres para el final.  Estos anuncios polémicos muestran la dificultad de encontrar nombres que satisfagan a las bancadas, por un lado, y a la opinión general, por otra.

Y en efecto, los dos ministros de este grupo fueron lo que levantaron más ampollas: Guillermo Reyes, acusado de plagio, ocupará la cartera de Transporte para el Partido Conservador, mientras que Mery Gutiérrez se encargará posiblemente de las Tecnologías de la Información y Comunicación para el Partido de la U.  Néstor Osuna, presentado por el Partido Liberal para la cartera de Justicia, es finalmente quien fue mejor recibido en su sector.

Es importante anotar que Petro no ha dado continuidad a las cuotas de los partidos que hacían parte de la coalición de gobierno anterior. Así, el Partido Conservador perdió su baluarte del ministerio de Agricultura y el Partido de la U, el ministerio del Trabajo.

Una agenda abultada

El presidente empezó su mandato con la presentación de la reforma tributaria, indispensable para sanear las finanzas, pero también para costear las otras reformas que se intentará realizar.

Además, el mandatario anunció otras reformas que hacen parte de un programa sumamente ambicioso: reforma pensional, laboral, política, agraria y del sistema de salud.

Por otra parte, se proponen negociaciones de paz con el ELN, de sometimiento con el Clan del Golfo, extensión del acceso a la educación superior pública, traspaso de la policía al ministerio del Interior, moratoria sobre nuevas exploraciones de hidrocarburos y plan de protección de la selva amazónica.

Si este empalme ha sido reconocido por su seriedad, no ha permitido del todo ordenar las prioridades de las ambiciosas propuestas del nuevo gobierno. Cumplir estos propósitos supone un riesgo de desgaste y el riesgo de que no se consigan a cabalidad.

Se trata de una apuesta arriesgada que obliga al gobierno a arrancar a toda velocidad mientras tiene el apoyo de la opinión y del Congreso. Gustavo Petro tiene suficiente experiencia para saber que, después de su primer año, la situación será diferente.

Por eso ha puesto todas sus cartas sobre la mesa reclamando y obteniendo las presidencias de las dos cámaras para el Pacto Histórico en el primer año, con Roy Barreras en el Senado, y David Racero en la Cámara. La habilidad del primero, la frescura del segundo y la experiencia de Alfonso Prada en el ministerio del Interior pueden ayudar a Petro a ejecutar sus proyectos de forma rápida.

Sin embargo, su coalición no significa que tenga un cheque en blanco puesto que está compuesta de fuerzas políticas que, hace un par de meses, se movilizaban contra el programa reformista del candidato Petro.

El Pacto Histórico y parte de la Coalición de la Esperanza están más convencidos, pero sus bancadas se componen en parte de primíparos y activistas que tendrán que aprender rápido. De este modo, el nuevo gobierno tiene que prepararse para un primer año de muchos embates.

*Director del Grupo de Estudios de la Democracia (DEMOS UR) de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.

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Por Yan Basset*

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