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Anatomía de un fallo: sobre el racismo y las costillas BBQ que lo cambiaron todo

En 1964, el Congreso estadounidense aprobó la Ley de Derechos Civiles que prohibía que se impongan restricciones raciales para el ingreso a espacios públicos. Alabama –uno de los Estados con mayor segregación– se resistía al cambio y el restaurante Ollie’s Barbecue sería la cara visible de una batalla histórica.

Víctor Cabezas Albán

24 de mayo de 2023 - 01:00 p. m.
Imagen de referencia. Líderes marchan desde el monumento de Washington hasta el memorial de Lincoln, en Washington D.C.
Foto: Wikicommons
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Alabama, 1964. A un lado de la carretera Interestatal 65 cerca de Birmingham se encuentra el restaurante Ollie’s Barbecue, famoso por tener las mejores costillas del Estado. Desde su apertura en 1926, solo los consumidores blancos podían comer dentro. Los afroamericanos ordenaban las costillas a domicilio.

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A inicios de los sesenta Estados Unidos vivía un intenso proceso de transformación. Después de décadas de segregación racial, el movimiento de derechos civiles estaba logrando pequeñas victorias en las cortes de justicia para eliminar las distinciones raciales que, por ejemplo, impedían a los afroamericanos acceder a las mismas escuelas que los blancos, o viajar en el mismo transporte público. Las tensiones raciales tenían al país al borde una ruptura social. Como resultado, en 1964 el Congreso aprobó la Ley de Derechos Civiles que prohibía que se impongan restricciones raciales para el ingreso a espacios públicos como hoteles o restaurantes. La ley causó revuelo porque la igualdad no era la costumbre. Alabama –uno de los Estados con mayor segregación– se resistía al cambio y el restaurante de Ollie sería la cara visible de una batalla histórica.

La familia McClung dueña de Ollie’s Barbecue demandaron la inconstitucionalidad de la Ley de Derechos Civiles, pues el Congreso no podía restringir su libertad de decidir cómo organizar su restaurante. El derecho a la propiedad les permitía decidir quién entraba y quién no. Así como el dueño de un apartamento decide a quién arrendarlo. El resultado de este caso era fundamental. Todos los ojos estaban puestos sobre Alabama. Si Ollie’s Barbecue podía seguir vetando afroamericanos de cenar sus costillas, se constataría que la ley era un fraude y, con ello, la conflictividad escalaría.

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Estados Unidos es federal. Cada Estado dicta sus propias leyes y tiene autonomía sobre el territorio. Solo en casos muy específicos el Congreso interviene dictando normas comunes para todos los territorios. Todo lo demás está en manos de los Estados y ese era un argumento más para Ollie’s Barbecue: el Congreso no podía decirle a Alabama qué personas podían entrar a sus restaurantes, eso estaba por fuera de sus competencias. El restaurante ganó la batalla. Las Cortes de Alabama reafirmaron que la libertad de los dueños de pequeños negocios privados prevalecía y que el Gobierno federal no podía intervenir.

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La sentencia fue traumática. La defensa de la igualdad y con ello la dignidad del pueblo afroamericano estaba en juego. Finalmente, el juicio llegó a la Corte Suprema. Los defensores de la ley tendrían que demostrar que el Congreso sí podía regular la segregación racial, lo que resultaba complejo pues la Constitución trazaba muy pocos caminos para que la ley federal se imponga en los Estados. Este no era un caso de defensa ni de migración, ni de política exterior–en el que Washington sí podía ordenar qué hacer.

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Solo quedaba una alternativa: la cláusula de comercio. Para viabilizar un solo sistema económico y una integración completa entre los Estados, la Constitución previó que el Congreso podía regular a nivel federal el comercio interestatal y así evitar que cada Estado defienda sus empresas e imponga barreras al mercado común americano. Allí estaba, curiosamente, la defensa de la Ley de Derechos Civiles. La defensa argumentó que segregar racialmente era, en esencia, una forma de limitar el comercio entre Estados. Si Alabama impedía que la población afroamericana ingresara libre e igualitariamente a espacios públicos, el comercio interestatal se vería afectado. El restaurante de Ollie se nutría del comercio entre los Estados. El azúcar que usaban para la salsa, los condimentos, las papas y hasta las mismas costillas venían de otros Estados. Luego, si ellos se beneficiaban del comercio interestatal el Congreso podía regularlos. Pero, además, la segregación, en sí

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misma, afectaba el comercio. Si, por ejemplo, un afroamericano viajaba de Florida a Georgia y no podía poner gasolina porque el establecimiento solo vendía combustible a blancos, entonces era menos probable que los afroamericanos viajaran y comerciaran entre los Estados libremente.

Ante la expectativa nacional, la Corte Suprema aceptó los argumentos de la defensa y ratificó que la ley era constitucional. El comercio interestatal, desde entonces, ha sido la puerta de entrada para la discusión de los casos más importantes de derechos civiles. Después de un largo litigio, Ollie’s Barbecue abrió sus puertas a los afroamericanos en diciembre de 1964 y cambió la historia de Estados Unidos para siempre. Sus últimas costillas se vendieron el 10 de septiembre de 2001, un día antes del ataque a las torres gemelas.

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Por Víctor Cabezas Albán

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