El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, llegó al gobierno de Juan Manuel Santos precedido de 16 años como parlamentario y cerrando el ciclo como presidente del Congreso. En su último período llevó sobre los hombros el trámite de la Ley de Víctimas, considerada la primera piedra de los diálogos de paz con las Farc. Esos pergaminos lo posicionaban como el indicado para la cartera política, pero con solo cuatro meses, la situación no resulta favorable: se hundió la reelección de alcaldes y gobernadores, una de las promesas de campaña del presidente; no ha tenido el respaldo pleno de la Unidad Nacional; ha sido objeto de rechiflas y, aseguran, tampoco ha encajado en el equipo de gobierno.
Este es el pálido panorama que enfrenta Cristo, que durante el primer mandato del presidente Santos fue uno de los más importantes escuderos. Pero ahora, en su rol de ministro, llegó a establecer las relaciones en un Congreso con una Unidad Nacional diezmada por la salida del Partido Conservador de la coalición y con la llegada de la férrea oposición del Centro Democrático.
¿Por qué Cristo, pese a su perfil, no ha podido ejercer el liderazgo como ministro del Interior? La respuesta la dan los parlamentarios de la Unidad Nacional. “La gobernabilidad depende de la capacidad de negociación, y con el nuevo esquema de gobierno, los congresistas preferimos dialogar con el vicepresidente Germán Vargas, quien maneja la infraestructura; el superministro Néstor Humberto Martínez, dueño de la burocracia, y el de Hacienda, Mauricio Cárdenas, que define el presupuesto”, manifestó un congresista.
La prueba de fuego ha sido la reforma de reequilibrio de poderes, que ha tenido un trámite accidentado. En el primer debate, el Ejecutivo fue derrotado en temas como el supertribunal de aforados, en el que los parlamentarios impusieron que investigaría y juzgaría a altos funcionarios, propuesta que no le gusta al Gobierno porque podría convertirse en un acto de revanchismo del Congreso. Además, le incluyeron la lista ‘cremallera’ (mitad hombres y mitad mujeres) para elecciones, que no estaba contemplada.
En segundo debate, en la plenaria, la reforma fue aprobada sin artículos prioritarios como el Senado regional para garantizar la representación de todos los departamentos. También quedó en evidencia la diferencia con el presidente de la corporación, José David Name, quien luego de una acalorada discusión le pidió que se retirara del recinto.
En la Cámara, Cristo logró enderezar el trámite de la reforma, pero hubo un punto en el que fue derrotado y que incluso generó la molestia del superministro Néstor Humberto Martínez: el artículo que elimina el fuero de altos funcionarios judiciales como magistrados luego de cumplir sus períodos, “un Leviatán que podría generar revanchismos y afectar el funcionamiento de la Rama Judicial”, aseguró Martínez. Declaración que cayó como un baldado de agua fría. Otro episodio que demostró la resistencia que genera Cristo se dio en la cumbre del Partido de la U donde se escogió la dirección colegiada de la colectividad. Estaban decididos los nombres de Roy Barreras y José David Name, pero estaba pendiente el tercer miembro entre los representantes Hernán Penagos y Berner Zambrano. Cristo llamó a los parlamentarios para persuadirlos de votar por Penagos, pero el efecto fue contrario y fue nombrado Zambrano como el tercer codirector.
Esta semana fue el detonante. El mininterior tenía la tarea de lograr la aprobación de la prórroga de la Ley de Orden Público, que es el marco legal de los diálogos de La Habana. En Cámara no hubo problema, pero en Senado la iniciativa no estaba de primera en el orden del día y afloraron las diferencias con el presidente Name. Luego de un cruce de palabras, se sometió a votación de la plenaria el cambio de prioridad para iniciar el debate de la prórroga de la ley, pero también fue derrotado.
El episodio más complejo se dio con el hundimiento de la iniciativa de reelección de alcaldes y gobernadores, por una sola ocasión, para unificar los períodos con el del presidente. En el debate, Cristo fue criticado por la senadora Claudia López por pretender imponer una “componenda política” para lograr la aprobación. Él se declaró respetuoso del Congreso, pero reclamó su derecho a defender los proyectos del Gobierno. Al final, la iniciativa fue hundida por una contundente votación de 12 en contra y 0 a favor. Cristo, visiblemente molesto, calificó la decisión de antidemocrática.
En la arena gubernamental el panorama no es mejor. Pese a su respaldo incondicional al presidente Santos, no ha podido encajar en el nuevo esquema impuesto por el mandatario, donde las figuras de los superministros y en especial el tridente de Germán Vargas Lleras, Néstor Humberto Martínez y María Lorena Gutiérrez, lo mantiene alejado del primer círculo de poder y “no se ha podido ganar la confianza de Santos”, asegura una fuente a El Espectador.
Cristo tuvo que asumir la difícil tarea de defender el proyecto de reelección de alcaldes y gobernadores, que muchos ya daban por muerto antes de iniciar su trámite y que le generó una rechifla de los mandatarios regionales en el Congreso. También como la cabeza visible de la defensa de las víctimas puso cara en un foro de afectados por las Farc, donde también fue abucheado, al parecer en un acto orquestado desde la radical oposición del Centro Democrático.
Nadie puede dudar de la trayectoria política de Cristo, de su cercanía con la mayor parte de los congresistas que hasta hace unos meses eran sus colegas; tampoco del perfil para entrar a ser miembro del equipo de ministros. Sin embargo, en política hay momentos difíciles, pero lo que no estaba calculado era que a tan poco tiempo de la reelección de Santos el ministro del Interior, encargado de comandar las riendas de la Unidad Nacional, enfrentara un panorama tan complejo.