Álvaro Tirado Mejía es un referente obligado en la historiografía de Colombia. Su trabajo en lo que se conoció como la Nueva Historia de Colombia marcó un cambio de paradigma en la forma de estudiar el pasado en el país. Sus obras son referentes en diferentes campos, entre ellos en la historia política de Colombia. Hace unos días, el académico, historiador y diplomático reeditó, con editorial Debate, dos de sus ensayos más importantes sobre los dos partidos políticos tradicionales y los juntó en una sola publicación “Una Historia política de Colombia”. El Espectador habló con Tirado Mejía sobre la obra y su importancia en estos momentos en la que los partidos políticos tradicionales vuelven a sonar con mayor notoriedad en el país. Asimismo, el diálogo giró en torno a las dos colectividades históricas y su evolución: desde un origen marcado por similitudes en temas fundamentales y diferencias en asuntos como el religioso, una diferenciación cada vez más notable en la primera mitad del siglo XX y una reconciliación forzosa ante un complejo panorama nacional causado por la violencia política.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
¿Por qué reeditar estos dos ensayos de sobre la historia de los partidos políticos?
Por varias razones, en primer lugar: son textos que están agotados y que fueron de mucha divulgación cuando se publicaron. Hubo casi 16 ediciones. En segundo lugar, la historiografía colombiana ha avanzado muchísimo en historia económica, de particulares, de la regiones, de género y otros. Pero en términos generales se ha olvidado la historia política. Esto es grave porque no se puede abandonar un campo tan importante como este. Ese olvido tiene unos efectos prácticos: hay que recordar que este país tiene su historia política con sus dirigentes, partidos y diferencias que han devenido en conflictos. En estos 200 años de independencia los partidos han cumplido una función de avance -en varios casos-, algunos de estancamiento y hasta de retroceso. Es una historia necesaria de conocer para no creer que aquí se actúa en un vacío y sin saber las condiciones anteriores de un país.
>Lea más sobre el Congreso, el Gobierno Petro y otras noticias del mundo político
Ya entrando en materia del libro, ¿por qué solo hasta hace muy poco se pudo cimentar un orden político distinto al bipartidismo liberal-conservador?
Hay varias razones. Colombia fue un caso muy especial. En toda Latinoamérica hubo partidos conservadores y liberales, pero en el continente los partidos, sobre todo los liberales, quedaron anclados al pensamiento del siglo XIX: un pensamiento individualista donde el Estado se reducía a su máxima expresión. En el caso colombiano, a diferencia de los otros partidos, hubo un cambio. Comenzó con Rafael Uribe Uribe que decía que no se podía seguir con una ideología del siglo XIX sino que había que incorporar la cuestión social. Incluso habló de socialismo laboral, que en ese momento se entendía como darle función de intervención al Estado. Y en los años 20, cuando comenzaron a nacer los grupos socialistas en el mundo con los problemas sociales, el sindicalismo y las huelgas, el partido Liberal colombiano viró hacia la izquierda. Este abrazó esas reivindicaciones del momento y fueron muy bien plasmadas en la república liberal de 1930 a 1946, muy especialmente en la revolución en marcha. El Partido Liberal supo adaptarse. El asunto social le dio supervivencia.
En los últimos tiempos, los partidos Liberal y Conservador entraron en una senda de desarrollismo, enfocados solo en el crecimiento económico y han olvidado el tema social. El país ha crecido de forma económica, pero el tema social ha sido sacrificado. Por eso han caído en el mismo rumbo que los otros grandes partidos en latinoamérica y en el mundo, que se han acabado o han tenido grandes problemas. Uno ve en el continente que el PRI en México, Acción Democrática en Venezuela y Liberación han sido partidos que fueron arrolladores y que ya no tienen vigencia. No supieron comprender que el mundo había cambiado y que hay que adaptar.
Leyendo el libro, se puede evidenciar que una de las tesis es que en los inicios los partidos Liberales y Conservador no eran tan distintos, incluso los califica de enfoque liberal, ¿por qué llega a decir eso?
Los dos partidos históricamente tenían semejanzas. Ambos son republicanos, ambos son liberales en el sentido filosófico porque reconocen el estado de derecho, la separación de los poderes, las limitaciones que debe tener el gobernante y la igualdad ante la ley. Las desviaciones del partido conservador solo vinieron en el siglo XX cuando llegaron las tendencias falangistas, representadas en Laureano Gómez y su intentó de hacer una nueva constitución en el año 1953. Pero tampoco podemos decir que fuesen completamente iguales. Por ejemplo, durante el siglo XIX hubo un factor determinante que era la actitud entre el Estado y la iglesia católica, que era la mayoritaria. Hubo uno que otro choque por liberalismo y federalismo, pero en general, como lo demuestro en el libro, estuvieron muy de acuerdo de que el país necesitaba una estructura descentralizada.
Puede ver: La importancia de “Una historia política de Colombia”, de Álvaro Tirado Mejía
Eso sí, hay que reconocer que el partido Liberal en su origen fue revolucionario porque propuso un quiebre con el sistema colonial: se pidió la libertad de los esclavos, una reforma agraria amplia al pedir la expropiación de los bienes de la iglesia y una estructura tributaria muy distinta a la colonial. Incluso proponía una tributación progresistas. Esa transformación fue gracias al Partido Liberal y en contraposición a un partido Conservador que apenas nacía y que veía esos cambios como socialistas. Después en el siglo XX sí hubo unas distinciones fuertes. Luego, con el frente nacional se volvió a unas similitudes muy fuertes y que todo pasara al tema burocrático y se terminara viendo de mala forma a la oposición. También ambos partidos terminaron apoyando una visión desarrollista.
Los conservadores se remontan a su origen a Simón Bolívar y los liberales hacen los mismo con Francisco de Paula Santander, pero usted dice que no es así...
Eso es un mito fundacional. Los liberales y conservadores querían recurrir a un mito de origen, pero en la realidad no ha sido así. Son muchas las razones. Por ejemplo, el mismo Mariano Ospina Rodríguez, fundador del Partido Conservador, desvirtúa ese mito. Muchas de las personas que atentaron contra Bolívar en la noche septembrina terminaron en el Partido Conservador, el mismo Ospina Rodríguez. Por otro lado, muchas de las personas que estuvieron con Santander también terminaron en el lado conservador.
Eso sí hay que decir que había diferencias entre los seguidores de Bolívar y Santander. Tristemente Bolívar al final de su vida tomó una actitud autoritaria y antirepublicana, pues hasta pensó traer un rey que gobernara acá. Santander, por el contrario, desde el comienzo propuso con sus seguidores una estructura republicana con separación de poderes, que era de lo más progresista que hubo en el mundo. Hay que recordar que en ese momento solo los Estados Unidos tenían un modelo republicano. Pero eso era una diferencia entre bolivarianos y santanderistas, y no corresponde a la realidad decir que eso después se trasladó a conservadores y liberales.
Ya ha hecho una breve mención al tema, pero, ¿por qué el tema religioso fue tan importante para ambas colectividades?
El tema religioso en occidente no solo ha generado discusiones sino tremendas guerras. Uno puede ver esto en la reforma, cuando una parte de Europa defendía el catolicismo y otro sector apoyaba las ideas de Lutero. Entonces, viene un cisma en la cristiandad que no solo fue de papel sino que desencadenó unas guerras tremendas. Las guerras religiosas en Europa fueron sangrientas y luego se fue decantando el debate de cuál era el papel del Estado frente a la religión.
Además: “Hay un sector retardatario que asimila derechos con subversión”: Álvaro Tirado
En el caso de América Latina, hay que ver primero que la mayoría del continente estaba bajo el dominio español, que eran sumamente católicos. También hay que saber que en España había un acuerdo de tipo diplomático con el Vaticano que se llamaba el patronato. El papa le concedió al rey de España muchos privilegios, entre los que estaba que nombrara los obispos. Prácticamente estos estaban subordinados al rey. Este beneficio le fue dado a España debido a sus luchas primero con lo musulmanes y luego con los protestantes. Al terminarse la colonia, luego de las guerras de Independencia, vino la pregunta de si íbamos a seguir así o si íbamos a marcar una diferenciación. La iglesia católica era omnímoda en América Latina. Por eso se entró al debate de si se iba a respetar todos los credos y se iba a separar la iglesia del Estado, como comenzó a ocurrir en Europa desde el siglo XVI, o si se iba a mantener una connivencia con la iglesia católica, que era casi el único credo en el país. Entonces, los liberales buscaban un Estado moderno, separado de la religión, y los conservadores terciaron totalmente por la iglesia. Eso fue muy dañino porque la iglesia católica se convirtió en la maquinaria del Partido Conservador. Era común que el cura párroco, que era el que ayudaba a organizar las elecciones, estigmatizara a los liberales, eso fue grave y el centro de la violencia.
En la segunda mitad del siglo XX cambió el panorama debido a que la iglesia católica hizo una reflexión muy importante en el concilio Vaticano II. Fue un avance para que avanzara la iglesia en su integración a la vida moderna. Hubo un acercamiento con los sectores protestantes. Incluso aquí en Colombia, en Medellín, se llevó a cabo el CELAM para poner en práctica esa nueva visión de la iglesia. Por eso, la iglesia participó en menor medida en la violencia. En el frente nacional, las cosas se aplacaron también. También colaboró que en el mundo modernos hay un gran avance en el laicismo.
¿Qué pasa en los dos partidos para que en el siglo XX se cimente la violencia política?
El tema de la violencia es muy complicado. Acá siempre ha habido mucha violencia. El hecho de la conquista, que han denominado el encuentro de dos mundos, fue un hecho de violencia impresionante de los europeos en contra la población americana. Luego, si uno mira, Colombia tuvo nueve guerras civiles en el siglo XIX y muchas guerras regionales. También pasa que aquí no ha habido estudios exhaustivos que muestren la violencia cotidiana que había en los territorios colombianos. Lo que pasa es que aquí ha habido unos historiadores, muy respetables, que tienen una visión rosa de la historia colombiana. Han tratado de decir que en esta sociedad solo ha habido filósofos, lingüistas y personas de gran sapiencia que dirigieron el país, y esa visión esconde la violencia. Aunque pues hay que decir que esa violencia fue de todo el continente.
El asunto colombiano que sí es propio se puede dividir en la pugnacidad de los partidos políticos. Hubo una oposición muy fuerte a cambios que eran simplemente modernizar. Incluso llegaron a llamar eso revoluciones. Por ejemplo, los procesos evolutivos de los años 30 de la república liberal fueron respondidos con la llamada contrarrevolución. El doctor Rafael Azula Barrera, un ministro conservador muy importante de los años 50, escribió un libro que se llamaba “De la revolución al orden nuevo”. Para ellos la revolución fue lo que hicieron los liberales en los 30: democratizar la educación, hacer un nuevo esquema de relaciones iglesia-Estado, una nueva reforma agraria, y aceptar el sindicalismo. Para ellos esa era una revolución que debía ser respondida. En este país hay contrarrevoluciones sin verdaderas revoluciones. Es un caso muy especial. Ellos entonces decían que la alternativa era el orden nuevo, que era lo que predicaban los autoritarios de derecha. Esa respuesta en contra del cambio es una de las principales razones para explicar la violencia.
En la segunda parte del libro dice que el componente ideológico se comienza a perder en el frente nacional, ¿a qué se debió este fenómeno?
Más arriba dije que el frente nacional tuvo la buena intención de acabar una guerra entre partidos, por lo que buscó la reconciliación entre sus jefes: Laureano Gómez (conservador) y Alberto Lleras Camargo (Liberal). Eso fue un proyecto positivo, pero había que ceder entre las partes. Y uno de esos puntos en los que se cedió es que los cargos públicos iban a dividirse 50-50 entre liberales y conservadores. Era un acuerdo burocrático a simple vista, pero no era simplemente eso. Gran parte de la violencia se dio porque el Estado era uno de los mayores empleadores y, entonces, cuando llegaba un partido al poder se barría a los del partido contrario. También hubo una camisa de fuerza que fue la alternancia presidencial entre partidos y que el Congreso se repartiera por mitades iguales. Todo eso atenuó la puja política y se mermó la lucha ideológica. Entonces se comenzó a ver que todo era lo mismo. Esos elementos confluyeron para que la diferencia ideológica se atenuara cada vez más hasta acabarse.
Además del frente nacional, ¿alguna explicación más para ese vaciamiento ideológico que hoy tienen los partidos?
Es cierta la pérdida ideológica de los partidos. Pero yo haría más bien una contrapregunta: ¿no fue más bien una sustitución ideológica? Hubo un momento en que hubo un acuerdo a nivel nacional, incluyendo los dos partidos de adoptar la política del desarrollismo, con todo lo que eso implicaba. Comenzaron a regir los técnicos y no los políticos y se fue yupitizando el país. Fueron ellos y los tecnócratas los que comenzarona gobernar el país y entonces el aspecto social contó cada vez menos.
¿Todavía queda un rasgo pasado e histórico en los partidos?
Voy a ser un poco fuerte: en general los partidos comenzaron la ruta de ser indistintamente de gobierno. Los conservadores iniciaron ese camino hace 30 años y los liberales también lo adoptaron de forma más reciente. Tanto así que los godos no presentan realmente un candidato hace más de 20 años y los liberales ha presentado candidatos que no tienen apoyos. Se unen a cualquier gobierno para sacar dividendos de orden burocrático. Yo digo con sorna que estamos llegando a una caracterización que no está en los manuales de ciencia política: son partidos garrapata. Se pegan a cualquier gobierno para chupar beneficios, como las garrapatas, que se unen a una vaca, a un perro o a cualquier persona. Eso es lo que estamos viendo en el panorama político de los últimos años.
Hablando de ese contexto histórico de antaño, ¿cómo ver que los liberales ahora sean los que van en contra de impuestos a las iglesias?
Eso ya es una pregunta sobre el momento y prefiero no entrar en eso
¿Esa falta de contenido ideológico actual, no es muy parecido a la realidad de los partidos en sus inicios?
El panorama actual es muy diferente a cuando los dos partidos comenzaron. El partido era muy joven y tenía elementos tan básicos como que aún no se habían delimitado las fronteras. Las circunstancias eran muy distintas. En el campo ideológico, lo que pasaba en Colombia era lo que estaba pasando en Europa. En cambio, en el momento actual la problemática es muy distinta. Este país ha avanzado en muchos temas fundamentales, y hay una modificación en el debate político. Los partidos tradicionales se han disminuido o desaparecido. El debate ideológico ya no es dentro de los partidos, estos ya se han definido. En cambio hay nuevos temas como las reivindicaciones de género y sobre repensarse los derechos individuales y colectivos que no han sido asimilados por los partidos. Ahora vemos decenas de partidos que acabaron con el monopolio liberal y conservador y ahora son los que llevan esas discusiones. La pregunta es si eso es bueno o malo. Yo diría que eso es lo que existe y no sé si sea bueno o malo. Se puede decir que tiene de malo la fragmentación, pero tiene de bueno la pluralidad. De suerte, es el hecho nuevo. Algunos lo lamentan, los otros lo vemos como una nueva realidad basada en la dispersión partidista.