Hacia 1821, la población de las 18 provincias del “Estado del Centro de Colombia”, incluida Panamá, no debía pasar de 1’200.000 almas. En 1831, después de censos ajustados en la década, oficialmente se publicó que eran 1’317.078 habitantes.
Doscientos años después somos más de 50 millones los colombianos y seguimos, en esencia, siendo consecuencia de ese millón de almas. La continuidad que hace la historia. Esta semana, como hace un siglo y hace 50 años, se conmemorará la Asamblea de 71 diputados que en 1821 se reunieron durante cuatro meses en la Villa del Rosario de Cúcuta.
Ese congreso fue instalado por Antonio Nariño, expidió la primera Constitución Nacional, recién la victoria en la guerra de independencia, y posesionó a Simón Bolívar como presidente y a Francisco de Paula Santander como vicepresidente. La Carta rigió menos de una década, pero es considerada una fuente importante del constitucionalismo colombiano hasta nuestros días.
Armando Martínez Garnica, un reputado historiador santandereano, profesor emérito de la Universidad Industrial de Santander, autor de 32 libros y director del Archivo General de la Nación entre 2016 y 2019, ha sido el líder de la organización de esta conmemoración.
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La organización, hay que decirlo, reunió a academia e instituciones del Estado. Doce academias de historia, cuatro universidades regionales y la Nacional de Colombia, el Consejo de Estado, dos museos regionales, autoridades locales y del Ejecutivo nacional, con apoyo financiero del Ministerio de Cultura. La vicepresidenta Marta Lucía Ramírez representará al Gobierno, pues el presidente Iván Duque está de viaje por Corea de Sur.
Este bicentenario encuentra en el contexto una tendencia a derribar estatuas como posición simbólica y política ante la historia de la Conquista y la Colonización. La comunidad de historiadores, sin embargo, mantiene cierta distancia y perplejidad al respecto, porque sigue sus propios procedimientos para “derribar” interpretaciones y hechos sobredimensionados o falseados del pasado.
Conocido en el gremio es su humor políticamente incorrecto, pero aquí, Martínez Garnica, el director del Congreso Bicentenario, responde en el tono institucional de su rol.
De las conmemoraciones en 1921 y 1971, ¿qué deberíamos saber?
En 1921, la administración de Marco Fidel Suárez estaba en graves problemas por la formulación del cargo de indignidad contra el presidente, que al fin lo obligaron a renunciar. Solo dos académicos nacionales expresaron su intención de acudir a la Villa del Rosario, que no cumplieron, con lo cual la conmemoración fue solo local. En cambio la de 1971 fue esplendorosa, con la asistencia del presidente Misael Pastrana Borrero y del canciller Alfredo Vásquez Carrizosa, en el marco de un Congreso Grancolombiano de Historia.
Se inauguraron varios monumentos del Parque Grancolombiano en Villa del Rosario, como la estatua en bronce del general Santander, obra del escultor Enrique Llamosa, que fue obsequiada por el Banco de la República y puesta en el patio interior de su casa natal.
¿Quiénes fueron los “Armando Martínez” en 1921 y 1971?
En 1921, fueron los académicos Roberto Cortázar y Luis Augusto Cuervo quienes editaron el Libro de Actas del Congreso de Angostura, y dos años después el Libro de Actas del Congreso General de la República de Colombia.
Y en 1971 el presidente del período 1966-1970, Carlos Lleras Restrepo, y su ministro de Obras Públicas, Bernardo Garcés Córdoba, fueron quienes pusieron en marcha las obras de remodelación del Parque Bicentenario, terminadas durante la administración Pastrana Borrero (1970-1974).
También Abel Cruz Santos, presidente de la Academia Colombiana de Historia, y los 93 académicos que acudieron a la cita conmemorativa del sesquicentenario, de los cuales sobreviven cuatro.
¿Quienes son esos ilustres sobrevivientes de 1971?
Alfredo Castillero Calvo (Panamá), Antonio Cacua Prada (de la Academia Colombiana de Historia), el general Roberto Ibáñez Sánchez y Javier Ocampo López (Academia Boyacense de Historia). Los tres últimos asistirán al congreso de este año y serán reconocidos por la Alcaldía de la Villa del Rosario y, por supuesto, por la comunidad presente de historiadores.
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Decía Rodrigo Uprimny que la Constitución de 1821 comenzó ocho características de nuestro constitucionalismo. ¿Qué añadiría en términos de “narrativa histórica”?
La identificación de las fuentes de la Carta de la Villa del Rosario: la segunda Constitución de Venezuela, la Constitución española de 1812 y la Constitución de los Estados Unidos de América. Adicionalmente, el sorprendente parentesco de buena parte de los constituyentes de 1821.
Pero el Bicentenario en Villa del Rosario no será un congreso de historia constitucional, sino...
Mucho más que eso: 40 mesas de debate darán respuestas a sendos interrogantes sobre la historia política republicana, y ocho invitados internacionales lo harán a ocho preguntas esenciales de la historia política decimonónica. Después del desánimo de tantos meses de cuarentena, este gran evento académico es una renovación de la fe en el trabajo de investigación que silenciosamente adelantan cientos de historiadores y juristas.
Dígame tres de esos interrogantes que conecten con la coyuntura histórica que vivimos...
Según su historia bicentenaria, ¿es Colombia una democracia? Esa discusión no se acaba. ¿Siguen teniendo validez los valores fundamentales de la Constitución de 1821 frente al legalismo del nuevo orden internacional? Y el tercero: ¿Cuáles son los mecanismos de participación ciudadana introducidos durante el largo proceso constitucional colombiano?
Y dos o tres debates de las mesas de trabajo que resuenen hoy...
La estrategia de mesas de debate no dejará dormir a ningún asistente. Doy tres ejemplos de problemas que serán debatidos: ¿Cuáles fueron las estrategias políticas del Estado colombiano para incorporar a los esclavos legados por el régimen anterior a la nación de ciudadanos? ¿Qué hacían y dónde estaban las mujeres durante los años de la guerra de independencia? Y, finalmente, ¿cómo se explica la emergencia de tantos grupos guerrilleros en la Colombia de las décadas de 1960 y 1970?
Y tres reflexiones imprescindibles sobre el pasado, ¿cuáles serían?
Como me obliga a escoger para destacar, lo hago: ¿Cómo construir una república en medio de una guerra de independencia?, conferencia de Daniel Gutiérrez.
Y las mesas de debate, ¿Cómo fue que el Gobierno de Colombia reconoció la existencia independiente de la República de Panamá (1903-1924)?, ¿Cómo fue domesticado el Ejército por las tradiciones constitucionales en Hispanoamérica?
Mencionemos unas “estrellas de rock” que van a animar estos debates...
Con perdón de los 130 brillantes ponentes que asistirán, solo menciono a Javier Fernández Sebastián (español, historia intelectual), José Sánchez Tortosa (español, filosofía e historia de la educación), Edgardo Pérez Morales (colombiano, historia de América Latina), Georges Lomné (francés, orígenes culturales del republicanismo), Daniel Gutiérrez Ardila (colombiano, período independentista), Daniel Emilio Rojas (colombiano, relaciones internacionales), Ángel Rafael Almarza (venezolano, gobiernos representativos iniciales) y Álvaro Tirado Mejía y Salomón Kalmanovitz, que no necesitan presentación.
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Estamos en el Bicentenario de 1821 y sigue el de la Batalla del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823. ¿Cuándo deberíamos cerrar la conmemoración del Bicentenario del proceso de Independencia?
Aunque la toma de la Plaza de Puerto Cabello, en noviembre de 1823, se puede considerar el cierre conmemorativo, para nosotros fue más significativa la operación de forzar la barra de entrada al lago de Maracaibo, que ejecutó el coronel José Padilla, por la dificultad que representó en su momento y por su impacto en la conciencia patriótica.
Después de que en 1821 el Congreso Constituyente buscara unir las provincias de la Nueva Granada y la Confederación Venezolana, ¿ha habido un momento de mayor desunión que este que vivimos entre Colombia y Venezuela?
Creo que no. Pero la paradoja de la actual situación es que nunca antes estos dos Estados se habían dado la espalda por tanto tiempo, mientras que simultáneamente nunca antes los venezolanos habían ingresado tan masivamente en la sociedad colombiana.
Tan difíciles están estos tiempos, que cuatro queridos colegas de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela -Carole Leal, Inés Quintero, Elías Pino Iturrieta y Luis Ugalde S.J.- no nos podrán acompañar. Nos han enviado una carta que será testimonio para futuros colegas.
“Tal vez parezcan fragmentos de una pintura exagerada, o resurrecciones de la escarpada topografía y de los valladares que impidieron a muchos venezolanos su viaje a la Villa del Rosario cuando la República quería estrenar Constitución, hace 200 años, pero se trata de testimonios susceptibles de sencilla verificación, pese a que pueden parecer anacrónicos”, nos escribieron.
Otro hecho notable de hace 200 años fue la Ley de libertad de partos...
De acuerdo, y esta anécdota es diciente. El doctor Félix Restrepo leyó, durante la sesión del 28 de junio, su proyecto de manumisión de esclavos, que combinaba textos bíblicos con principios de la ciencia política y de la moral. Fueron siete los diputados emocionados que de inmediato liberaron a sus propios esclavos en señal de su apoyo al proyecto: Fernández de Soto, Pereira (su criado), Domingo Briceño (9), Pedro Francisco Carvajal (su criado), Diego Fernando Gómez (4), Valencia (su criado) y Bautista Estévez (su criada).
Este proyecto no tuvo objeción alguna y se convirtió en la ley del 21 de julio de 1821, que definió los tres caminos para la extinción paulatina de los esclavos legados por el régimen político anterior, respetando los derechos de los propietarios y la necesidad de mantener la tranquilidad pública.
Completa información del Congreso conmemorativo aquí: www.congresovilladelrosario.com Todas las mesas y conferencias se podrán ver allí posteriormente.