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De asilos pedidos y concedidos

El caso de Víctor Raúl Haya de la Torre, político peruano asilado por Colombia en la Embajada en Lima, hizo historia.

Redacción Política
27 de noviembre de 2010 - 07:59 p. m.

De la figura del asilo se tiene memoria desde la Edad Media, cuando para salvarse de morir ahorcados, decapitados o presos en los castillos de los reyes, la Iglesia brindaba amparo en los monasterios. Así cobró forma una salida para muchas personas que a lo largo de la historia encontraron un salvavidas jurídico para defender sus derechos. Pero con el correr de los años el asunto se tornó político y hoy, entre miles de anónimos asilados de los que poco se sabe, hay unos cuantos que cuando lo hacen dividen, polarizan, aplazan la justicia y modifican el presente.

Esta semana la historia corrió por cuenta de la ex directora del DAS María del Pilar Hurtado, quien a punto de caer en la redada del escándalo de los seguimientos y ‘chuzadas’ ilegales en el organismo de inteligencia en la era Uribe, sigilosamente viajó a Panamá y en un procedimiento que está por establecerse, el gobierno del vecino país, presidido por Ricardo Martinelli, le concedió el asilo territorial. Desde entonces la pugna está al rojo vivo, pero por ahora la ex funcionaria logró hacerle esguince a la justicia cuando el agua le llegaba al cuello.

Y Colombia sí que puede hablar de asilos. De hecho, la figura del recordado dirigente de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (Apra) del Perú, Víctor Raúl Haya de la Torre, sigue siendo la piedra angular de la doctrina del asilo en América. Como lo recuerda el catedrático César Torres del Río, De la Torre duró cinco años encerrado en la Embajada de Colombia en Lima desde 1949, porque el gobierno del dictador Manuel Odría se negaba a expedirle un salvoconducto. En 1954 hubo acuerdo y viajó a México.

Este caso abrió el camino a una convención continental donde el asilo se acata. Sólo que se vuelve noticia cuando se atraviesa en medio de los escándalos. Y una vez más Colombia es ejemplo. A pesar de que hoy existen colombianos asilados en varios países de Europa, Estados Unidos, Centroamérica y naciones vecinas, siempre por razones del conflicto, poco trascienden las estadísticas, algo inferiores a los refugiados que son miles. Pero cuando de asilos connotados se trata, la polémica protagoniza.

Poco se recuerda, pero el famoso ladrón de los tres y medio millones de dólares al Estado colombiano en los años 80, Roberto Soto Prieto, terminó asilado en Viena. Después se involucró en narcotráfico y terminó preso en Alemania. Pero por sus deudas en Colombia no pagó un día de cárcel. Y tampoco se tiene memoria de que al jefe guerrillero de las Farc Marcos Calarcá lo detuvieron en 1998 en Bolivia, pero como estaba asilado en México tuvieron que soltarlo.

Ese mismo año el asilo se puso de moda por cuenta del ex candidato presidencial Álvaro Leyva Durán. Iba a arrancar el gobierno Pastrana y el fiscal Alfonso Gómez Méndez lo sindicó de haber recibido $49 millones de una empresa del cartel de Cali. Procesado por presunto enriquecimiento ilícito, el 24 de julio de 1998 solicitó asilo en Costa Rica y dio lugar a un tire y afloje de connotaciones políticas. En medio del debate hubo hasta enfrentamientos entre Fiscalía y Gobierno.

Gómez Méndez pidió en extradición a Leyva y de paso le pidió explicaciones a la administración Pastrana sobre sus compromisos con el peticionario de asilo. El Gobierno le respondió al fiscal recordándole que la paz era un asunto del Ejecutivo y en esa vuelta hubo un protagonista de primer orden: el entonces secretario jurídico de la Presidencia, Jaime Arrubla, por coincidencia hoy presidente (e) de la Corte Suprema de Justicia y férreo opositor al asilo de Hurtado.

Al final Leyva consiguió el asilo en octubre de 1998 y años después fue absuelto por la justicia colombiana. Quizá lo mismo que le pasó al ex presidente peruano Alan García en 1992, cuando Colombia le permitió el asilo, poniéndolo a salvo del gobierno de Alberto Fujimori. Hoy es el mandatario de Perú, como en su momento lo fue Lucio Gutiérrez, de Ecuador, hasta que cayó en desgracia y lo tumbaron. En octubre de 2005 Colombia le otorgó el asilo, al que sólo renunció para regresar a su país a la actividad política.

Y asilado está en Colombia desde 2002 el ciudadano venezolano Pedro Carmona, quien en 2002 sustituyó brevemente a Hugo Chávez en el poder en un fallido golpe de Estado. Al vecino país no le gustó, pero igual quedó protegido. Como amparado vive en Nicaragua Rubén Darío Granda, hermano del llamado ex canciller de las Farc Rodrigo Granda, a quien el pasado mes de mayo el gobierno de Daniel Ortega le concedió el asilo porque su seguridad personal estaba en entredicho. La misma situación de centenares de colombianos en el mundo.

El turno es ahora para María del Pilar Hurtado, aunque la connotación es distinta. Implicada en el escándalo de las ‘chuzadas’ y seguimientos ilegales del DAS, hoy está a salvo de la justicia colombiana en Panamá. Y seguramente habrá petición de extradición con resultados fallidos. Por ahora el asilo vuelve y juega. Pero la justicia no se dará por vencida, porque tiene la convicción de que a la asilada se le imputan delitos comunes. El ex presidente Uribe piensa otra cosa y alienta el asilo como una salida. El asunto sigue caliente. Pero por ahora, Hurtado es intocable.


Entre refugiados, asilados y exiliados

La crisis humanitaria que vive Colombia ha multiplicado el número de refugiados en el mundo. Según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear), son centenares los nacionales que hoy viven en distintos países bajo la condición de refugio.

En la actualidad, Ecuador es el principal destino de los refugiados colombianos. De acuerdo con las Naciones Unidas, de los 500 mil colombianos que aproximadamente viven en el vecino país, la mitad requieren protección internacional y unos 14 mil ya tienen la condición de refugiados. El tema es tan apremiante que la zona de frontera es un área de permanente refugio.

De igual modo, es elevado el número de colombianos que viven con esa misma condición en Venezuela. Aunque las últimas dificultades entre los dos países han extremado los controles en la frontera, se estima en más de 100 el número de personas que mensualmente piden refugio en el vecino país.

Y algo similar sucede en Costa Rica, donde en promedio cada mes hay unas 100 solicitudes. Lo mismo que en Panamá. En tiempos recientes, los principales destinos de asilados y refugiados colombianos fue Canadá, Estados Unidos y España.

Por Redacción Política

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