
Un bombillo rojo comienza a titilar. Se enciende y se apaga, y las personas en el bar dejan de reír, bailar, abrazarse y besarse. “Es hora de actuar heterosexual”, dicen algunos, mientras esperan la entrada de la policía y se preguntan si esta vez les tocará. En efecto, ingresan uniformados con cierto aire de superioridad, retienen a algunos clientes y los suben a un camión con la justificación de que la homosexualidad es delito. Su destino: incierto. Algunos pasarán la noche en una celda, a otros se los llevarán a un “paseo” angustiante por...

Por Laura C. Peralta Giraldo
Periodista con enfoque de género y con interés en temas sociales, políticos y de paz. @LauraPeraltaGlperalta@elespectador.com
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