“Duque resucitó el Frente Nacional”, dice Jorge Enrique Robledo

El senador, dirigente de izquierda, afirma que el unanimismo político en torno al gobierno Duque se asimila al acuerdo liberal-conservador de los años 58 al 74, cuando los partidos se amalgamaron en el poder, en una democracia electoral aparente. Pero también reconoce que la nueva administración enfrentará a fuertes contradictores en el Congreso y analiza el Estatuto de la Oposición, que se aplicará por primera vez.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
05 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.
“Actuaremos  unidos contra las propuestas regresivas del ‘Frente Nacional’ duquista”: Robledo. / Mauricio Alvarado
“Actuaremos unidos contra las propuestas regresivas del ‘Frente Nacional’ duquista”: Robledo. / Mauricio Alvarado

El Estatuto de la Oposición, recientemente sancionado, se estrenará al tiempo con el gobierno Duque, uno de los que mayor apoyo o cuasi-unanimidad partidista ha logrado ¿Cómo se organizará la oposición para lograr incidencia política real, teniendo en cuenta que, aun con figuras como usted, Petro, Angélica Lozano y otros, su inferioridad numérica en el Congreso es clara?

Los hechos dicen que Duque resucitó el Frente Nacional con Uribe, Pastrana, Gaviria, Vargas Lleras y los partidos Centro Democrático, Liberal, Conservador, la U y Cambio Radical, lo que concentra unos 80 senadores, de 107. Los declarados en oposición que asistimos el 20 de julio fuimos 22 de seis sectores diferentes; el mayor número de opositores al régimen que yo recuerde. Colombia puede estar segura de que vamos a jugar un gran papel; no obstante las diferencias entre nosotros, que son naturales y a las que no hay que ponerles misterio, porque no nos van a impedir lograr coincidencias.

¿Por qué dice “el mayor número de opositores que yo recuerde”? A Santos le tocó lidiar con la numerosa bancada de la derecha uribista y con la tradicional oposición de izquierda: nada fácil…

Me refiero a opositores al régimen. No solo al Gobierno. La oposición de Uribe a Santos ocurrió entre fuerzas políticas que han manejado a Colombia, tradicionalmente. En tanto, la nuestra será diferente y sobre un número mayor de temas.

El “Frente Nacional” que, según usted reviviría, sería —a mi juicio— sin alternancia en la Presidencia si se tienen en cuenta los intentos del uribismo de perpetuarse en el Gobierno, pero, ¿también sin “mermelada”, como afirman el presidente electo y su bancada?

Es difícil ‘leer’ a cuatro años, que en política constituyen una eternidad. Pero podrían hacer lo de estas elecciones: competir entre ellos en primera vuelta y unirse en la segunda, para gobernar juntos. Y, seguro, el “Frente Nacional” duquista será con “mermelada” como pegamento de sus coincidencias programáticas: es obvio que operó, hace poco, para repartirse las posiciones directivas del Congreso. Si se demoraron en el pacto fue porque solo había cuatro presidencias para distribuir y eran cinco los comensales. También tendrán que acordarla en el resto del poder. Los exsantistas deberán darles a los duquistas-uribistas una parte de la burocracia que hoy poseen y, con ella, la porción correspondiente de los contratos.

A propósito y salvo el fundamental Acuerdo de Paz, las diferencias entre el uribismo y el antiguo santismo parecen diluirse, a juzgar por la coalición de Duque conformada por su partido, desde luego, pero también por las bancadas que sustentaron las administraciones Santos. ¿Se fusionaron las dos corrientes o insiste, como lo ha dicho, en que siempre fueron iguales?

No es que las diferencias entre santistas y uribistas se hayan diluido. Es que, exceptuando el proceso de paz y poco más, siempre han estado de acuerdo en todo lo principal. Incluso, tiene razón Santos cuando dice que le cuidó muy bien los “tres huevitos” a Uribe. Y sobre ese desacuerdo, Uribe se inventó la falacia hasta cómica del Santos castrochavista como una viveza para derrotarlo, cosa que ya logró. Si se mira cómo actuaron en el Congreso los santistas y los uribistas frente a las leyes principales, salta a la vista que, otra vez sin contar las del Acuerdo de Paz, votaron unidos. Y está el caso de la reforma tributaria que los uribistas votaron no, pero se quedaron para hacerle el quórum a Santos. Si hubieran querido, la habrían hundido.

¿Cree que la reciente situación judicial del expresidente Uribe endurecerá la agenda del Congreso y las relaciones entre la oposición y la coalición gubernamental? En otras palabras, ¿cuánto incidirá el llamado a indagatoria del senador Uribe por parte de la Corte Suprema, en las relaciones gobierno-oposición?

En este tema tenemos un profundo desacuerdo entre la oposición y el duquismo-uribismo —y falta ver con cuánto del exsantismo—, entre otras razones, porque la Corte Suprema llamó a Álvaro Uribe a indagatoria por haber intentado meter a la cárcel, con testigos falsos, a Iván Cepeda, senador de la oposición. Además, constituye un error gravísimo que desquicia el país, que un expresidente de la República —como nunca se había visto— le haya hecho un ataque tan brutal a la justicia colombiana al agredir a la Corte, apenas comparable con el tratamiento que le dio a esa corporación cuando era jefe de Estado. Espero que en el Congreso podamos debatir a fondo estos sucesos.

Con el terremoto político armado por los subalternos del senador Uribe a raíz de la apertura de investigación en su contra y sus reacciones en contra de todo el que no esté con él, en las redes sociales y en las declaraciones a los medios tradicionales, ¿teme que la institucionalidad del país corra peligro?

Esperemos que no. Ojalá que lo que haya de sensato allá no se deje arrear por sus barras bravas. Y lo mismo digo sobre quienes, también como barras bravas, son contradictores de Duque y, en especial, de Uribe. Reitero que sin el desarme de los espíritus, es decir, sin adecuar el lenguaje y los puntos en controversia a la nueva realidad del desarme de las Farc —y ojalá del Eln— siempre estará en riesgo lo conseguido, que no es todo pero sí es muy importante. Que nadie olvide que las armas no se disparan solas; que las accionan, las ideas y las palabras son exacerbadas hasta el punto de llevar a la violencia.

Mientras la agresividad de la bancada del Centro Democrático se ha exacerbado al límite, el presidente entrante, Iván Duque, se ha mantenido prácticamente alejado de la discusión. Se podría decir que él muestra un carácter más tranquilo que el de sus copartidarios. ¿Hará esta circunstancia la diferencia entre los gobiernos Uribe y Duque, tanto en forma como en fondo?

La forma hace al hombre, se dice. Nadie es clon de nadie. Se equivoca quien piense que Duque es una víctima, un preso de Uribe. Ningún hecho permite concluirlo. Por el contrario. Todo indica que coinciden en su interpretación de la historia nacional, sobre todo en la reciente; en sus orígenes políticos y en sus concepciones económicas, sociales y políticas. Son verdaderos compadres políticos. Es más, he planteado la hipótesis de que también coinciden en la táctica de “desuribizar” o “santificar” a Duque, pero solo en las apariencias, para mejorar su capacidad de confundir a los colombianos. “Si Santos fue capaz de embolatar y cooptar a tantos, por qué nosotros no”, dirán.

Volviendo al tema de la oposición, se ha especulado que habría un solo jefe que la representaría. Pero, simultáneamente, no es fácil que alguien de tan sobresaliente tarea en el Congreso como usted, se someta a otro personaje, por ejemplo, a Petro; o que este acepte que usted tenga el liderazgo. La anunciada reunión entre ustedes esta semana, ¿tiene el propósito de definir este asunto?

Coincido con Gustavo Petro cuando le preguntan al respecto y responde que “esa es una discusión inoficiosa porque no existe la figura de líder de la oposición”: no existe ni en el Estatuto de la Oposición, ni en el reglamento del Congreso, ni en ninguna parte. Lo que se debe hacer es generar los consensos posibles y necesarios entre proyectos políticos diferentes, pero a los que nos une la oposición a Duque, como los ya logrados en proyectos de ley o en las votaciones para las mesas directivas del Senado y la Cámara, al tiempo que tratamos con respeto y cordialidad las diferencias. Creo que en ese contexto será la conversación de los próximos días.

La siguiente pregunta se la hago por pura curiosidad personal: ¿cuánto hace que usted y Petro no cruzan palabra?

La última vez que estuve con Gustavo Petro fue el 2 de agosto de 2010, en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del Polo cuando él decidió, sin que nadie se lo hubiera planteado, separarse del partido. Estoy seguro de que cuando nos sentemos a charlar, será una reunión cordial, un interesante intercambio de opiniones entre dos personas que tenemos, al igual que los demás dirigentes en oposición, la gran responsabilidad de impedir que Duque saque adelante todo su programa regresivo.

Me gustaría presenciar esa reunión, porque las relaciones entre ustedes dos han sido difíciles. ¿Sus personalidades son muy fuertes, además de las diferencias políticas?

Puede ser. Pero también estoy convencido de que tenemos la madurez política suficiente para entender que podemos y debemos llegar a acuerdos que les convengan a los colombianos.

Al Polo, que ha sido el partido opositor de izquierda casi solitario durante los 16 años de Uribe y Santos, le va a tocar compartir ese espacio con nuevos grupos y personajes. Por ejemplo, el movimiento del propio Petro, la Unión Patriótica, la Fuerza Alternativa y otros. ¿Se estrechó el margen de acción para ustedes? ¿Eso es bueno o malo para el Polo?

Agreguemos al MAIS (Movimiento Alternativo Indígena y Social) y a la Alianza Verde, incluida en ella la fuerza de Compromiso Ciudadano. Esa es la realidad y con ella tenemos que trabajar. Soy optimista sobre la continuación de la consolidación del Polo mientras se relaciona con las otras fuerzas en oposición al Gobierno. Por ejemplo, espero que la Coalición Colombia (Verdes, Polo y Compromiso) se consolide en las elecciones regionales de 2019 y, además, llegue a acuerdos locales con los otros sectores que no respaldan a Duque.

En los debates más “calientes”, ¿la oposición tendrá una sola estrategia o cada partido de esa ala desarrollará una propia?

Creo que, por norma, actuaremos y votaremos unidos en contra de las principales propuestas del “Frente Nacional” duquista que, seguro, serán regresivas. Pero el reglamento del Congreso le da un vocero a cada fuerza con personería jurídica, además de las vocerías a Gustavo Petro, en el Senado, y de Ángela Robledo, en la Cámara, que tienen un origen especial. Sería un error, salvo casos excepcionales, hacer una sola intervención en los debates en vez de varias; diversidad que también da fuerza y expresa la realidad y los matices de la oposición a Duque.

Una de las normas contempladas en el nuevo Estatuto de la Oposición establece que los partidos que estén por fuera de las coaliciones de Gobierno declaren públicamente su condición de opositores ante la autoridad electoral, dentro del primer mes del Gobierno. ¿Es sana para usted esta obligación o termina cercenando las posibilidades de quienes decidan retirarse de la coalición o de la oposición? ¿Todo el mundo queda amarrado?

En el Polo nos parece positivo que se formalice quiénes están en oposición y quiénes con el Gobierno, entre otras razones, para que engañen menos a los colombianos. También es acertado que se prohíba el transfuguismo de los dirigentes de un partido en oposición. Y, de otra parte, la norma permite que si una organización opta por cambiar su posición frente al Gobierno, pueda hacerlo.

En el Estatuto hay otros puntos interesantes que le garantizarán a la oposición sus derechos, incluso financiación estatal, acceso a medios y a información y documentación oficial; participación en mesas directivas, derecho a utilizar los mecanismos de comunicación de las corporaciones de elección, etc. Pero una de las más importantes es la del derecho de réplica frente a ataques que provengan del Gobierno. ¿Se han preparado para llevar a la práctica estas herramientas?

Empiezo por aclarar que el Estatuto de la Oposición es bien cicatero con los contradictores del Gobierno: pocas réplicas, poco tiempo en los medios, ninguna representación en las mesas directivas de las comisiones del Congreso y pocos recursos económicos. No en vano lo definieron las fuerzas de la Unidad Nacional —hoy con Duque—, porque a los sectores políticos tradicionales les ha gustado una democracia falsa; es decir, sin oposición, a la que siempre han maltratado de muchas maneras. La forma como actuaremos conjuntamente la iremos construyendo por el camino.

Reitero, tal como quedó el Estatuto, destaco el derecho de réplica que no existía. Si se extreman las diferencias, como puede preverse por el estilo agresivo de la bancada de Gobierno, será buena herramienta para verbos como el suyo, el de Petro y otros… Parece recomendable elevar el nivel de debate….

Así es. No hay duda de que aun cuando los instrumentos sean escasos, haremos uso de ellos, plenamente. Que el país cuente con que el Polo, y estoy seguro de que así será con los otros sectores en oposición, planteará con consistentes argumentos, convicción y valor civil nuestros puntos de vista contrarios a los de Duque, al igual que lo hicimos con Uribe y Santos. Y eso se hará con el estilo democrático que el país ya nos conoce. Ojalá el duquismo-uribismo y sus aliados del “Frente Nacional” redivivo entiendan y acepten sus deberes con los derechos de la oposición, aunque empezaron mal con lo que dijo el ministro de Defensa entrante en contra del derecho a la movilización.

“El carácter plutocrático del nuevo Gobierno”

Duque nombró un gabinete que corresponde, en general, a lo que había dicho: menores de 50 años, mitad de mujeres y técnicos en lugar de políticos ¿Qué opina de los ministros y qué le indica su composición?

Lo principal del gabinete de Duque es su carácter plutocrático, que es lo contrario de lo democrático. Casi que cada ministro representa a algún gran negocio, en especial de extranjeros. Y no digo esto porque no entienda que los gobiernos deben estimular el desarrollo económico, incluida la economía empresarial y el empleo. Pero esa concepción impide el auténtico progreso de la economía nacional y del común de la gente. El cuento de que son menores de 50 años, la mitad mujeres y falsamente apolíticos - no existen los ministros apolíticos-,  lo veo, como he dicho, calculado por el duquismo-uribismo para mejorarle al gobierno su capacidad de engaño.

¿Considera posible que Duque  recomponga las relaciones Gobierno- Congreso de tal manera que se basen en discusión de ideas y no en puestos o contratos?

En general, no hay acuerdos burocráticos que no se fundamenten en respaldos al programa del Gobierno.  Los potes de ‘mermelada’ de Santos correspondían al apoyo, en el Congreso, a los proyectos, leyes y obra de su administración. Eso no cambiará.

“El problema del ‘qué dirán’ sus electores”

Es obvio que el Acuerdo de Paz será el primer blanco de la bancada de gobierno ¿Podemos esperar que, finalmente, lo hagan trizas con los cambios que pretende introducir y que terminarían por acabar, del todo, con la JEP y sacar a los exguerrilleros de las Farc del Congreso, o todo esto es más anuncio que realidad?

Habrá que ver si Duque va a cometer el error garrafal de intentar destruir el Acuerdo, incluso contra todos los poderes económicos globales, empezando por la directora del FMI. Además, el proceso está tan blindado constitucionalmente, que podría romperse los dientes en el intento. Que no termine haciendo el ridículo. El problema que tienen, en su bancada, es lo que dijeron como oposición y “el qué dirán” sus electores. Vale resaltar que al introducirle dos artículos a la ley reglamentaria de la JEP contra la opinión del Gobierno Santos y por lo demás estériles, también, por primera vez, votaron una ley del Acuerdo de paz, norma que se habría hundido sin sus votos. Aquí también puede suceder que Duque, en acuerdo con Uribe, termine moviéndose con el cálculo de ganar respaldo entre quienes no votaron por él.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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