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El ambiente actual de los diálogos de paz

La declaratoria de un nuevo cese unilateral por parte de las Farc abre el debate sobre las fórmulas para llegar al fin del conflicto.

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Alfredo Molano Jimeno
12 de julio de 2015 - 02:00 a. m.
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Hace 40 días, las Farc levantaron el cese unilateral e indefinido del fuego que rigió casi seis meses. Los efectos fueron crudos para muchas poblaciones y el medio ambiente. Los enfrentamientos entre Fuerza Pública y guerrilla dejaron muertos por decenas y el proceso de paz de La Habana entró en su crisis más aguda en los casi tres años que llevan las negociaciones. Era predecible, pues se ha llegado a los temas medulares: justicia, satisfacción de las víctimas y garantías de reinserción de combatientes a la vida civil.

En las últimas semanas se había hablado más de guerra que de paz, y los ataques de la subversión a torres de energía y oleoductos desencadenaron el rotundo rechazo de la sociedad, de la opinión pública, del Gobierno y de la comunidad internacional. Sin duda, las imágenes de las víctimas y de las poblaciones afectadas por los derrames de crudo en fuentes de agua de los departamentos de Putumayo y Nariño fueron la gota que rebosó la copa.

El martes, los países garantes y facilitadores del proceso de paz —Noruega, Cuba, Chile y Venezuela— hicieron un llamado urgente a las partes para ofrecer gestos de confianza que condujeran al desescalamiento del conflicto y a la firma de un acuerdo de cese del fuego bilateral y definitivo. Las Farc escucharon el llamado y, en un gesto que ellos mismos calificaron como “difícil e importante”, declararon, por un mes, un nuevo cese unilateral a partir del 20 de julio. “Ahora esperamos un gesto de la contraparte”, señaló un miembro de la delegación de paz de las Farc a este diario.

Naciones Unidas lo calificó como un paso importante. El Frente Amplio por la Paz —organización a la que las Farc pidió verificar la tregua— asumió el reto y clamó convertirlo en bilateral. El portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, le dio la “bienvenida a cualquier tipo de alto del fuego sincero y creíble”. También valoró el gesto el presidente Juan Manuel Santos, pero sostuvo que “no es suficiente”. Y agregó: “Tenemos que tomar decisiones de fondo y de una vez por todas”.

El debate quedó planteado. Sobre todo cuando Humberto de la calle, jefe negociador del Gobierno, en la única entrevista que hasta hoy ha dado en torno a los diálogos, señaló que el Gobierno estaba dispuesto a cambiar de posición frente al cese bilateral y pactarlo antes de la firma de un acuerdo final, siempre que fuera “definitivo, verificado y con concentración” de las fuerzas guerrilleras”. El jefe de Estado dio después detalles, durante la ceremonia de posesión de la nueva cúpula militar y aseguró que los diálogos han llegado a un “punto de inflexión”, y que el cese bilateral se debe negociar a la mayor brevedad, con garantías y verificación. El proceso se tiene que acelerar, fue su premisa.

Fuentes cercanas a los diálogos de paz sostuvieron que los derrames de crudo fueron definitivos para que la comunidad internacional intercediera para salvar la mesa de diálogos del abismo. La muestra fue el pronunciamiento de la embajadora de la Unión Europea en Colombia, María Antonia Van Gool, quien el viernes, desde Medellín, les hizo un llamado a las Farc a “parar de bombardear, parar el reclutamiento de niños, en general, no extorsionar más, no poner minas antipersonales, no hacer más cultivos de coca. Hacer lo que se discute en La Habana para llegar a una cultura de paz en el país”.

Y es que el cese unilateral decretado por la guerrilla fue una bocanada de oxígeno para el proceso, aunque sigue en cuidados intensivos. Lo sabe el fiscal Eduardo Montealegre, quien lanzó contundentes declaraciones: “El modelo de negociación del proceso de paz en medio del conflicto y en medio de la guerra se vuelve cada día más insostenible. Hago un llamado al presidente de la República y a las Farc para que rápidamente se firmen los acuerdos en La Habana y se pacte un cese bilateral del fuego. El cese del fuego es un paso que sin miedo tienen que dar el Gobierno Nacional y la Fuerza Pública”.

El ciclo 38 de diálogos en el papel termina mañana. Las delegaciones trabajan sin descanso para sellar el acuerdo de reparación de víctimas y, según dicen, se quiere tener “algo grande” para el 20 de julio. La creatividad para solventar lo que queda por pactarse es el mantra de los negociadores de ambas partes. Por eso se barajan fórmulas, por ejemplo: como gesto de reparación al medio ambiente, las Farc cavilan sobre la posibilidad de que guerrilleros ayuden a recoger el crudo derramado o reforestar las zonas afectadas. Un poco a la manera como se viene implementado el plan piloto de desminado humanitario, que avanza sobre El Orejón, en Briceño (Antioquia), que esta semana inició su segunda fase y pronto empezará a quitar artefactos explosivos.

Esta operación, en la que toman parte explosivistas de la guerrilla, miembros del Batallón de Desminado de las Fuerzas Militares y personal civil de la Ayuda Popular Noruega, es trascendental porque construye confianza, pero a la vez beneficia directamente a la población que sufre los dramas del conflicto. Al mismo tiempo, puede brindar luz sobre uno de los pasos previos a la firma del cese del fuego: la concentración de la guerrilla en áreas específicas que, se piensa, deben ser sus zonas históricas. Pero aquí se llega a uno de los grandes retos: las garantías de seguridad de los guerrilleros. Un asunto que no se resolverá si no se desmonta por completo el paramilitarismo, como exigen las Farc.

Obispos por la paz

Desde Medellín, en la Asamblea Plenaria del Episcopado, religiosos de todo el país enviaron un mensaje de esperanza en la paz. “Como pastores y hermanos, nos hacemos solidarios con el sufrimiento de las comunidades, personas y familias que han sido víctimas de las acciones violentas de los grupos armados, particularmente de las Farc y del Eln. Rechazamos esos hechos dolorosos e invitamos a los violentos a reflexionar sobre estas crueles acciones y a asumir su responsabilidad. Tales actos no sólo han tenido consecuencias para la sociedad y el medio ambiente sino que han minado la confianza del pueblo colombiano en los diálogos. ¿Cómo hacer creíbles los esfuerzos de paz que se desarrollan en La Habana ante tantas muestras de crueldad y violencia? Se requieren gestos valientes y audaces en el camino de la reconciliación y la paz. Más allá del anuncio de un cese temporal de sus acciones violentas, el pueblo colombiano clama por un compromiso de las Farc y el Eln de un cese definitivo de hostilidades”, señalaron.
 

 

Por Alfredo Molano Jimeno

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