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Lo de Álvaro Uribe Vélez y la Minga Indígena ha sido una historia de desencuentros. Y el último de ellos se está viendo esta semana, cuando el expresidente arremetió en su cuenta de Twitter contra el movimiento de protesta que preparan las comunidades indígenas para el próximo 12 de octubre, asegurando que de lo que se trata es de “la toma socialista del Estado”.
“Ojo con la Minga” se titularon los seis trinos escritos por el exmandatario, en los que dio a entender que detrás de la Minga se ocultan oscuros intereses políticos, sin nombrarla, de la oposición. “Las reivindicaciones que se alegan no importan a muchos promotores que las invocan apenas como factores de convocatoria”, señaló. En su concepto, a lo que asistimos es “a la implantación cultural, ideológica y política del socialismo, infundado a los jóvenes a través de una presentación torcida de la historia”. Reitera así una de las posturas que ha tenido cuando algunos universitarios, en el pasado, lo han increpado, y su respuesta ha sido de que les contaron mal la historia, pues fue él quien “salvó” a Colombia de la debacle.
Uribe aseguró además que esa “toma socialista” utiliza los derechos de la democracia, los derechos humanos, el derecho a la protesta y de la libertad de expresión, para “defender sus acciones violentas y negar esos derechos a quienes señalan como sus enemigos”. Y recalcó en la visión que siempre ha manejado, desde que estuvo en el poder: “Debemos fortalecer nuestro ideario de un país seguro, democrático, con gran vigor de empresa privada, emprendimiento y cohesión social”. Mejor dicho, la tesis de sus “tres huevitos” que tocaba cuidar desde que dejó la Presidencia en 2010.
Habló también del odio de clases que, asegura, es el motor socialista y que lo que busca es destruir la empresa privada y las libertades, al cual se debe hacer oposición con la economía fraterna y la creatividad del emprendimiento individual, insistiendo en su concepto de mano firme. “Cuando el diálogo socialista es un engaño para justificar el vandalismo y avanzar hacia la implantación totalitaria, el Estado democrático tiene que anticiparse con ejercicio de autoridad”, concluyó el expresidente. Todo lo dicho, siempre con el título de “Ojo con la Minga”.
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Por supuesto, la respuesta de los líderes indígenas no se hizo esperar. Jorge Sánchez, coordinador del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), señaló, en diálogo con Blu Radio, que Uribe siempre ha estigmatizado el movimiento y que su intención es polarizar más al país. “Uribe siempre nos ha estigmatizado y debería dedicarse a defenderse de todos los crímenes de Estado que cometió cuando era presidente y dejar de polarizar más este país. Que esté tranquilo en el Ubérrimo, pensando en defenderse de todas las masacres que ha cometido y que deje gobernar al presidente”, manifestó.
En defensa de la protesta, Sánchez recalcó que los indígenas sienten hoy, una vez más, la necesidad de expresar sus preocupaciones por asuntos históricos no resueltos, enfatizando que la Minga hace parte de la construcción de democracia, así a muchos no les guste. “Nuestra misión y nuestro trabajo es una minga pacífica y demostrarle al pueblo colombiano lo que está pasando en el suroccidente del país”, expresó, advirtiendo de paso que el diálogo que están pidiendo es directamente con el presidente Iván Duque y no con ministros delegados, como acostumbra a hacer. “Nos siguen matando, estigmatizando. No podemos movernos en nuestro territorio. ¿Cuál es la política del Gobierno frente a estos temas?”, concluyó.
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Un toma y dame con viejos antecedentes. Como cuando esa Minga Indígena, hace 12 años, en octubre de 2008 en Cali, recibieron al entonces presidente Uribe con una dura rechifla. Eran ya 14 días de protesta y estaba programada una reunión con el mandatario en la plazoleta del Centro Administrativo Municipal (CAM) de la capital vallecaucana para las 10:30 de la mañana, pero este hizo presencia hacia las 4:30 de la tarde, cuando muchos de los indígenas ya se habían devuelto hacia el campamento improvisado en la Universidad del Valle. Hubo gritos e insultos de lado y lado, y podría decirse que la pelea quedó casada. Solo que esta vez, con la aguda polarización que protagoniza en el país, este tipo de confrontación implica algo así como echarle más gasolina al fuego.