Estamos en un clivaje político, un punto de quiebre, un momento histórico. La sociedad colombiana se ha pronunciado a favor del cambio. Aparece la necesidad de cambio como elemento central durante toda la campaña electoral. ¿Pero qué cambia con el discurso de cambio? ¿Qué implicaciones tiene?
Aunque no es una estrategia novedosa, el anuncio de cambio como discurso de campaña suele ser muy utilizado. Por ejemplo, Andrés Pastrana lo usó en 1998 a través de su consigna “El cambio es ahora”. Podemos decir que cada vez que las cosas van mal (lamentablemente son preocupantes los indicadores de pobreza, desigualdad y corrupción), plantear la idea de cambio resulta ser una forma discursiva exitosa en el escenario electoral. Es decir, partiendo de un contexto de problemas estructurales no resueltos, en campaña electoral se busca como estrategia crear una narrativa que tenga como punto de partida un escenario de conflicto y amenaza, y que se oriente a un candidato que promete el cambio, que muchas veces no es fundamentado o es justificado ligeramente, de acuerdo con la poca claridad de las propuestas presentadas.
La pandemia del covid-19 ha profundizado la pobreza estructural y la desigualdad, generando enormes desafíos sociales y que gran parte de la sociedad se muestre inconforme con el rumbo del actual Gobierno. Según las encuestas de percepción, la administración de Iván Duque ostenta unos bajos niveles de popularidad y alta desaprobación, lo cual ha propiciado un terreno fértil para abonar esta necesidad de cambio. En un escenario electoral tan polarizado, con un sistema de partidos políticos claramente fragmentado y desgastado, aparece el personalismo que ha caracterizado a la política electoral colombiana. Candidatos que se presentan como salvadores prometiendo cambiar las cosas que probablemente no vayan a cambiar, o bien, cambien de forma muy moderada y paulatina.
Analizando los resultados de la primera vuelta electoral, era clara la promesa de cambio presentada por Gustavo Petro, versus la idea de continuidad presentada por Federico Gutiérrez. Sin embargo, en el escenario de segunda vuelta es muy diferente. Petro sigue orientado a representar el cambio y su oponente, Rodolfo Hernández, también intenta representar el cambio, aunque de forma muy diferente, sin un partido tradicional, rechazando los apoyos de políticos de vieja data, mostrándose como un outsider de la política (pese a que no lo es), con un discurso fuerte, frentero, de un político antipolítica que busca llegar a esos votantes que quieren un cambio, con una versión diferente de lo que significa este concepto. Ambos proyectos de cambio incluyen a políticos tradicionales. En el caso de Petro, de manera visible está Roy Barreras, Armando Benedetti, entre otros; y en el lado de Hernández, hubo injerencia del político tradicional el Pote Gómez, que se vio reflejado en la conformación de las listas al Congreso, y su movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción.
Entonces, si bien es cierto que la política es dinámica e implica construir alianzas y ganar apoyos, hasta dónde la llegada de personajes propios de la política tradicional a proyectos cuyos discursos prometen cambio implica un compromiso con el cambio y la renovación, o, por el contrario, el cambio es solo una estrategia discursiva para alcanzar el poder, es decir, que todo cambie para que todo siga igual.
* PhD. Profesora Universidad Icesi - Red de Politólogas.