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Según varios expertos, en Colombia no hubo una tradición de propaganda política negativa en la historia del debate electoral. Sin embargo, en los últimos años, específicamente en esta campaña, se está recurriendo a este tipo de mensajes como parte integral de la estrategia de proselitismo. Vallas como las de Katherine Miranda o Miguel Uribe, que tuvieron que ser desmontadas por la naturaleza del mensaje, demuestran esta tendencia creciente en el país.
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David Redoli, expresidente de la Asociación de Comunicación Política de España, habló con El Espectador sobre este tema, aunque con una mirada más internacional. Para este experto, la proliferación de este tipo de estrategias está dándole un duro golpe a la democracia y está condicionando el debate a un crecimiento exponencial de la polarización.
¿Qué consecuencias tiene la propaganda política negativa en el electorado?
Fundamentalmente la polarización del electorado. Es decir, introduce tensiones en la ciudadanía extremando las posiciones políticas. Hace más difícil el entendimiento y genera más tensión política y social.
¿Qué tanto se ha transformado estas prácticas negativas con el uso de las redes sociales?
Las redes sociales lo que han producido es un efecto de tribalización del electorado. En las redes se escucha a los tuyos nada más y solo se lee los argumentos de los que son afines. Se pierde la capacidad de entender al otro, al adversario y de intentar comprender los argumentos de las posiciones políticas distintas. Esa tribilización hace generar más polarización política. A mayor polarización, menor capacidad de entendimiento y de llegar a pactos. También hay más violencia política debido a que las posiciones se vuelven más extremas.
A nivel mundial, ¿cómo está el panorama de este tipo de propaganda negativa? ¿Ha aumentado con la polarización?
Depende del país, porque hay regulaciones distintas. También tiene que ver el escenario de democracia parlamentarias y las democracias presidencialistas. Hay dos factores que son comunes. La emergencia de los partidos populistas -de extrema izquierda y de extrema derecha- que ha aumentado el nivel de estas campañas sucias, pues recurren a narrativas y técnicas muy estridentes, de alto voltaje y de muchos decibelios políticos. El otro factor es la debilidad de los partidos tradicionales ha generado el surgimiento de muchos outsiders que simplemente tienen movimientos políticos por fuera del tradicionalismo para intentar llegar a altas posiciones políticas. Tienen mucha voz, presencia y arrastre. Estos suelen recurrir a recursos muy estridentes y agresivos en sus campañas políticas. Ambos escenarios han generado un aumento en las estrategias electorales agresivas y campañas negativas que han hecho mucho daño a la democracia.
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¿Qué tanto se presentan estos fenómenos de propaganda negativa en Europa?
Aquí en Europa las campañas negativas son de doble filo. Es verdad que suelen gustar a los muy “cafeteros”, es decir aquellos adeptos muy acérrimos de alguna ideología o partido. Pero suele generar rechazo en los espectros más moderados del electorado. Ahí es donde se ganan las elecciones. Las elecciones se ganan en las posiciones más centradas, no en los extremos. Las campañas negativas suelen gustar en los radicales pero se suele perder votos en los otros colectivos. Lo que he visto en Europa es que no salen rentables las campañas negativas que elevan bastante los decibelios. lo único que consiguen es consolidar los votantes.
En Colombia se ordenaron retirar tres vallas ¿Qué tanta efectividad tiene este tipo de mensajes en un formato tan efímero como este?
Esas vallas no tienen su valor en la valla en sí, sino que en los propios equipos electorales se encargan de hacerles fotos, y trasladarlas a Facebook, Instagram y Twitter. Ahí consiguen el efecto multiplicador. Al lograr tensión y escándalo en las redes sociales, por lo agresivo del mensaje, acaban saltando a los medios tradicionales. Ese es el valor de las vallas, más allá de que solo la vean los 2.000 o 3.000 personas que siempre pasan por ese mismo camino y que luego las retiren por decisión de un tribunal electoral por estar fuera de las reglas de juego electoral. Lo importante es el impacto que causan en redes y luego en medios tradicionales, ese es el verdadero amplificador de esas estrategias.
¿Cómo hacerle frente a este tipo de publicidad negativa?
La forma de controlarlo son tribunales electorales eficaces y eficientes que reaccionen muy rápidamente a este tipo de campañas y puedan prohibirlas y retirarlas del mercado. También el autocontrol, es decir unos principios éticos fuertes en los partidos para saber dónde están las líneas rojas que no se pueden cruzar, cuáles son los límites de lo aceptable y lo no aceptable en la contienda política, por muy áspera que sea.
En ese mismo sentido, ¿hasta dónde se lleva la libertad de expresión en estos casos?
Ese es un límite muy difuso, por eso el énfasis debe ser en la autorregulación y los principios éticos. También hay unas reglas de juego y unas leyes que ya fijan lo que no es libertad de expresión. Difamar, mentir sobre una persona sin aportar pruebas, ya no es libertad de expresión sino un delito. Eso debe quedar claro por los tribunales electorales y los jueces si llega a ser una difamación. Existe el derecho al honor en las legislaciones, por lo tanto la libertad de expresión tiene unos límites y no puede pasar por encima de otros derechos.
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¿La propaganda política negativa puede llegar a superar en efectividad la propaganda basada en la reflexión racional y las propuestas?
Sí, ese es el drama. La política es la combinación de los factores racional y emocional. Se tienen estos dos elementos. La política es cabeza- cerebro, pero también es corazón y vísceras. Entonces las campañas que le dan muchísimo volumen a la parte emocional, en contravía de la racional, bajan la calidad de la democracia. Empapan el debate de las tensiones y emociones y reducen la parte racional que es fundamental para la convivencia, las propuestas políticas y resolver los conflictos de forma pacífica. Eso es la política, la resolución pacífica de conflictos que en antaño resolvíamos mediante la guerra o los conflictos bélicos.
¿Cómo mejorar ese debate para mejorar la democracia?
Esto tiene mucho que ver con la calidad de las instituciones. Estas deben ser las primeras que rechacen ese tipo de campañas. También que los medios no le hagan seguimiento a esas campañas. Yo sé que dan muchos clics y que a la gente les gusta porque da mucho morbo. Pero debe haber un pacto entre medios de comunicación para dar muy poca visibilidad a ese tipo de campañas. El ciudadano también puede actuar bloqueando las cuentas que den visibilidad a ese tipo de estrategias.