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Perfil de Gustavo Petro: gobernarse a sí mismo para gobernar a los demás

Gustavo Petro encarna la política visceral: ha sido tan amado como odiado durante los 28 años que lleva ejerciendo cargos de elección popular. En su tercer intento por la Presidencia lidera las encuestas, y en ocho días, en las urnas, pondrá a prueba su caudal electoral de más de ocho millones de votos. Si gana tendrá un desafío: pasar de ser un sagaz opositor a gobernar y unir un país inmerso en odios, guerra, y en medio de un séquito de aduladores.

Laura Angélica  Ospina
22 de mayo de 2022 - 02:00 a. m.
Gustavo Petro arrasó en la consulta del Pacto Histórico, con 4'495.831 votos. / Gustavo Torrijos
Gustavo Petro arrasó en la consulta del Pacto Histórico, con 4'495.831 votos. / Gustavo Torrijos
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

“Te quiero mucho, Fusagasugá. Que viva Cundinamarca Humana, que viva Colombia, potencia mundial de la vida. Me llamo Gustavo Petro y voy a ser su presidente”. Con esa promesa, el candidato del Pacto Histórico cerró el discurso con el que durante una hora exacta se dirigió a los cientos de hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, congregados en la plaza principal del tercer municipio más poblado del departamento andino, por el que en 1991 llegó, por primera vez, a un cargo de elección popular: representante a la Cámara. A pesar de las más de tres horas de tardanza de Petro, de las nubes que pronosticaban lluvia y luego del sol potente que hacía arder la piel, su público no menguó. Los asistentes llenaron la plaza, llevaron pancartas y bombas, y cantaron al son de quienes desde la tarima animaban el ambiente como se anima una fiesta infantil. Esperaron para aplaudir, gritar y grabar con sus celulares la aparición del candidato que hoy, con un 40,6 %, lidera en las encuestas la intención de voto para convertirse en el próximo jefe de Estado, según la publicación más reciente de la encuesta Invamer.

Petro tiene 62 años. De ellos, 12 los pasó entre la clandestinidad y la vida pública que iba construyendo de a pocos, mientras militaba en el M-19. Tras la desmovilización, en 1990, ha pasado los últimos 28 años en la política electoral, tiempo en el que ha expandido considerablemente su influencia: en 1998 volvió a la Cámara, esta vez por Bogotá, en la lista del Movimiento Vía Alterna, que logró 120.000 votos. En 2002, su aspiración como representante obtuvo 79.000 votos, la más alta de esa corporación. En 2006 dio el salto al Senado y fue el tercer congresista más votado del país, con 143.000 apoyos. En 2010 se presentó por primera vez a la Presidencia y perdió, con 1’513.892 papeletas. En 2012 se convirtió en alcalde de Bogotá, con 721.308 respaldos (ganándole a Enrique Peñalosa por más de 200.000 sufragios). Fue destituido y apartado del cargo en 2014, pero volvió tras una ardua lucha jurídica. En 2018 obtuvo 4’854.831 votos en primera vuelta y en segunda alcanzó 8’040.449, votación que, junto con Ángela María Robledo, su fórmula vicepresidencial de ese año, los hizo merecedores de las curules del Estatuto de la Oposición en el Congreso.

(En contexto: Gustavo Petro vs Rodolfo Hernández: lo que debe saber para la segunda vuelta)

En su vida pública encarna la política visceral: ha sido tan amado como odiado. Por su procedencia ideológica, en una escena en la que representa la antítesis del uribismo, sus detractores lo han llamado comunista, castrochavista, impulsor del odio de clases. En las zonas más conservadoras del país, como Antioquia y el Eje Cafetero, los mayores de 55 años, entre otros, lo siguen tachando de “guerrillero”, a pesar de que la insurgencia armada dejó de ser su realidad desde que cumplió 30 años. Desde entonces, a pesar del fantasma de la expropiación que lo sigue a todas partes, se ha construido como la opción de poder de los sectores que resuenan con su sueño de la integración social para Colombia, sobre todo en Bogotá y el Caribe, zonas en las que ha calado su propuesta.

Su cara, pero sobre todo su voz, su discurso directo y sin tapujos, se han constituido como la marca del “cambio” para la gente popular, para los inconformes y protectores de la paz, pero también para los jóvenes que fueron el cuerpo del paro nacional de 2019 y 2021, muchos de los que estrenan su derecho al voto este 2022. Sectores de los feminismos han sido sus mayores críticos, empresarios y parte de la élite lo ven con ojos de miedo y dudan de su capacidad de gestión, e incluso agrupaciones de la izquierda y el centro, como el MOIR y algunos de la Alianza Verde, lo ven incapaz o desconfían de él por sus recientes alianzas, y muchos otros lo personifican como un hombre ególatra, con visos déspotas cuando está al mando. ¿Quién es Gustavo Petro Urrego?

Sus raíces y el “Eme”

Es un hombre que desde niño fue señalado de comunista. Al menos así lo narra en su libro Una vida, muchas vidas (editorial Planeta). “[Un compañero] de apellido Navarrete, que después terminó en la Policía, me invitó a ser parte de un grupo de estudio en el que se leían los libros que había en la biblioteca del colegio. A pesar de que era una institución franquista, cuando me uní, logré encontrar entre los anaqueles un libro sobre cooperativismo, del socialista galés Robert Owen, y otro que hablaba del socialismo científico. Empezamos a leer sobre pensamiento de izquierda, sobre marxismo, con El Capital a la cabeza, que rápidamente pasó a ser uno de mis textos favoritos. Entre compañeros teníamos discusiones políticas y filosóficas en un centro cultural que fundamos y al cual bautizamos ‘Gabriel García Márquez’. Para ese momento, los curas me tenían entre ojos. Pensaban que me había convertido, además de buen estudiante, en comunista”.

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Su historia, sin embargo, se situó, desde el día cero, más hacia la izquierda liberal. Sus abuelos maternos fueron liberales en la Colombia bipartidista. Su madre, Clara Nubia Urrego, tuvo la espina gaitanista y en los años 60 fue parte de la Anapo del general Gustavo Rojas Pinilla. Su padre, Gustavo Ramiro Petro, menos político que su esposa, era laureanista, “aunque nunca hizo activismo”, recuerda el candidato en su biografía. En retrospectiva, Petro interpreta que fueron los hechos de la década de los 60 y 70 los que marcaron el principio de lo que ha sido su vida. Entre ellos, los resultados de las elecciones del 19 de abril de 1970, que ganó Misael Pastrana sobre Rojas Pinilla, calificados de “fraude” por aquellos que fueron parte de la guerrilla urbana del M-19. En 1978, con 18 años y cursando su cuarto semestre en la universidad, a un grupo de amigos y a él les ofrecieron ser parte de ese movimiento.

La vida de Petro parece ser la unión de hechos que, con el pasar del tiempo, cobran sentido. El líder de la Colombia Humana nació el 19 de abril de 1960. Tenía 10 años cuando el país eligió a Pastrana sobre Rojas Pinilla. Ese momento también lo marcó, tanto como sus raíces, su entorno en el barrio de clase media La Esmeralda, en Zipaquirá, y las visitas a su natal Córdoba en su adolescencia. Todo ello lo condujo al “Eme”. “La idea de unirme al M-19 me daba susto. Nuestra discusión central era si el camino para hacer la revolución en Colombia era el camino armado. Ya sabíamos que no queríamos entrar al maoísmo. Los argumentos para pasar a la lucha armada eran, en nuestro caso, el golpe de Estado contra Allende, el fraude electoral que sufrió la Anapo, el éxito de los vietnamitas del norte, la revolución para derrocar a Somoza [revolución sandinista]”, cuenta en esa obra. No obstante, muchas cosas han cambiado del Petro de esa época al político que disputa actualmente la Presidencia. Entre ellas, el distanciamiento claro que adoptó con la lucha armada en una democracia como la colombiana.

Petro: fuera y dentro de las plazas

A pesar de su desgastada voz ronca, Petro proyectó toda la potencia de sus cuerdas vocales para hablar en la Plaza Mayor de Fusagasugá, intentando superar la distancia entre él y los espectadores, interpuesta por los dos escudos que cuatro hombres de seguridad a su alrededor se intercambiaban para protegerlo. Al finalizar la campaña presidencial, Petro habrá hablado en 109 plazas públicas: 69 antes de la consulta interpartidista del Pacto Histórico y 40 más después de salir triunfador (incluyendo el formato “Petro Escucha”). Su discurso final en tarima, antes de cerrar campaña, lo hará en la Plaza de Bolívar. Todo el engranaje para hacerlas funcionar gira en torno a su persona: desde las preocupaciones del senador Armando Benedetti -su mano derecha- por cumplir la agenda, hasta el apoyo de Clara López y Gustavo Bolívar, por ejemplo, que ese día en Fusagasugá hicieron tiempo con sus propios discursos para que él llegara. En la tarima, Petro disfruta: sonríe, abraza, dice “las generaciones de 500 años sí tienen oportunidad”, haciendo alusión a Cien años de soledad, de García Márquez, y reitera que el cambio en la tierra del Sumapaz consiste en que se llene de sedes universitarias, porque “una juventud que aprende poesía, química, física, no será una que vaya a la guerra” y en que sea esa zona una despensa poderosa de alimentos. Habla con la voz, pero también con las manos, se explaya cuanto puede hasta que Benedetti le susurra que debe ir terminando, y cierra con la misma frase con la que empezó: “Te quiero mucho”.

En privado, en cambio, es otro Petro: más callado, menos efusivo. “En la campaña de 2018 había mucha más ilusión popular por la paz. En esta hay mucha más indignación por el estado de cosas que ha hecho el Gobierno. Eso obviamente me ha beneficiado, me pone en el primer lugar de lejos. Eso, anímicamente, me hace sentir menos cansado, la voz me ha aguantado más”, le dice a este diario. Una expresión casi imposible de escuchar, a pesar de estar a menos de dos metros de distancia y sin el ruido de la multitud. Lo que más le cansa de estar en campaña son las fotos, porque “son desgastantes”, dice mientras ríe. Tampoco las reuniones, porque “muchas de la agenda no son eficaces, se van llenando de mucha pleitesía a medida de que las encuestas van bien”. “Me gusta cuando estoy hablando ante la multitud. Trato de despercudirme un poco porque a veces termino diciendo cosas de memoria y no me gusta. Siento gratificación porque a mí me gustan las energías de la plaza y me inspiro a veces, siento conexión”, agrega.

En el camino hacia su segundo encuentro público, en Madrid, Petro está atento a su computador. La señal en carretera falla y le impide a veces revisar Twitter en su portátil y cargar un video en su celular, dos aparatos a los que está conectado para no perderse lo otro que ocurría ese día: mientras él estaba recorriendo dos pueblos de Cundinamarca, Daniel Quintero daba un discurso en la Alcaldía de Medellín, luego de que la procuradora Margarita Cabello lo suspendiera del cargo por un video en el que expresó “el cambio, en primera”. “Están como flojas las palabras”, pronuncia Benedetti, que, con el conductor, es la única compañía en el carro. “Cada orador es distinto”, le responde el candidato. “¿Está leyendo? Están como flojas las palabras”, insiste el exsenador de la U, haciendo referencia a la actuación de Quintero. “Misma consigna, diferentes palabras” le contesta Petro.

Cuando está con su círculo más privado, su familia, también es otro Petro. Callado, despistado y con un humor “inteligente”. Así lo describe Sofía Petro Alcocer, una de sus hijas y quien desde enero se localizó en Colombia para participar activamente en este tramo de la campaña presidencial. “Siempre hemos distinguido muy bien al Petro político del familiar. La diferencia es que en su rol de político habla mucho más. En casa siento que reflexiona y por eso no habla tanto. Es muy despistado, se pierde en la casa (ríe). Curiosamente, él es una persona introvertida. Es auténtico y especial: nadie tiene un humor parecido al de él”, comenta.

Cuando Petro habla más en casa es cuando discuten de política y temas académicos, algo que les gusta hacer en familia. Como un tema más aparecen los feminismos, un punto que en gran medida ha sido convulso en esta aspiración presidencial y del que Sofía Petro conoce bastante, pues se autoidentifica como feminista. “Siento que los medios hacen mucho énfasis en que él no tuviera encuentros con el feminismo, pero no lo percibo así. Es decir, no es solo él, es lo que ha estado arraigado en la sociedad, a veces incluso en nosotras mismas, porque nos permea la época en la que crecimos. Romper esas estructuras es una discusión que tenemos en casa, pero es un debate como cualquier otro. Ha sido lindo porque él ha aprendido cosas. Esa tensión de su movimiento con el feminismo creo que no se puede calificar como algo totalizador porque si bien sí existe, es con un sector del feminismo. Al final creo que él promulga muchas ideas que tienen que ver con el feminismo. Yo le he aportado, como muchas otras mujeres que hacen parte del Pacto Histórico y que es un mensaje que le llega a una parte de las mujeres del país. No creo que él tenga un rechazo per sé del feminismo. En absoluto. Está muy dispuesto a aprender y a debatir”, indica Petro Alcocer.

De opositor crítico a hacer gobierno

Para Alfonso Prada, jefe de debate de Petro, el candidato que hoy disputa la Presidencia con Rodolfo Hernández (20,9 %) y Federico Gutiérrez (27,1 %) no es el mismo líder de izquierda que pasó por el Congreso como representante por partidos como el Polo -cargo en el que se destacó por sus debates contra el paramilitarismo y sus investigación contra Samuel Moreno por el cartel de la contratación-, o como alcalde que gobernó la capital bajo la propuesta de Bogotá Humana. Si bien el programa de gobierno del Pacto Histórico mantiene las consignas de Colombia Humana de transformaciones del modelo económico, en el sistema de salud y en la producción agrícola, entre otros temas, a ojos de Prada, Petro ha intentado construir un proyecto político más allá de la izquierda para que, de ser elegido presidente, construya gobernabilidad también con otros sectores como el liberal, Cambio Radical, y la U, partidos que cuentan con sectores disidentes que se han sumado a la apuesta progresista.

“Veo un hombre de Estado. Es decir, a alguien capaz de ver a la sociedad y al Estado como un todo, en el que cabemos todos. Ha madurado: ya no es un líder de izquierda, sino un líder de la sociedad. No quiere llevar al país hacia los extremos, sino hacia delante, que no retroceda hacia la violencia, sino que se consolide la paz. Pasó algo interesante cuando él presentó ante los empresarios su modelo económico. Al final de su exposición sobre la industrialización del campo y turismo, Petro reiteró que ese desarrollo solo se da en un país en paz. Puso el ejemplo del fiscal paraguayo muerto en Cartagena. “Si esa es la noticia que damos al mundo, quién hoy, razonablemente, quiere invertir en Colombia”, dijo en aquella reunión. Eso es madurez: Petro viene de 30 años de militar en la izquierda radical y hoy lo veo como un hombre de Estado con evolución en sus planteamientos”, relató Prada.

Una percepción distinta tiene Juan Carlos Flórez, exconcejal de Bogotá en el período en el que Petro fungió como alcalde. “Hace unos años lo vimos como un político, pero hoy es un caudillo que hace política. Eso transforma fundamentalmente no solo a la persona, sino a la relación de ese individuo con la sociedad”. De hecho, Flórez, que mantuvo su independencia para hacer control político a las diferentes administraciones de Bogotá, destacó que para él ese caudillo en Petro se gestó hace años, cuando el entonces procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó y gente del sur y el occidente de la ciudad salió a las calles a marchar contra la decisión.

“Es posible que el origen de este fenómeno esté en cuando Ordóñez intenta tumbarlo y Petro se resiste. Hay un elemento de él que se vio en la Alcaldía y es su capacidad de reponerse de los golpes que le propinan y volverse a parar en el ring. Es una persona que parece noqueada en algún momento, que recibe golpes anímicos como cualquier ser humano, que se dobla y se cae al ring, pero de pronto se para cuando los otros pensaban que lo habían noqueado por completo. Esa es una característica que se ha afianzado en él. Cuando la extrema derecha pensaba que lo había tumbado, no solamente no lo tumban, sino que Petro transformó ese hecho en un resultado político formidable que dejó por fuera del debate la posibilidad de preguntas sobre su gestión”, señaló.

De hecho, Gustavo Petro parece consciente de eso. No solo cuando mira el caso de Daniel Quintero desde la pantalla de su computador de camino a Madrid, Cundinamarca, y rememora su propia destitución, sino también cuando menciona en su libro que, por ser una persona que incomoda se ha sentido solo políticamente en varios momentos: cuando vivió en la clandestinidad y dejó de lado su vida tranquila, cuando les propuso a Antanas Mockus y a Lucho Garzón fundar un partido enfocado por el cambio climático que debía llamarse Partido Verde, cuando volvió al Polo y gran parte de la colectividad le hizo el “feo” porque quiso enfrentar a Carlos Gaviria para ser el presidenciable de izquierda en 2010, o en 2016, cuando terminó su paso por el Palacio Liévano y enfrentó, como cuenta, el hambre, los procesos jurídicos disciplinarios en su contra y la falta de protagonismo en la escena pública.

“A inicios de 2016, cuando finalizó mi alcaldía, me quedé sin qué hacer y no supe cómo manejarlo. Me había acostumbrado a manejar en Fórmula I y de repente me había quedado sin carro. Además, me había quedado completamente solo. Es una de las derivas del poder. Fue un momento muy difícil de llevar, en especial porque me habían inhabilitado políticamente. Ellos querían llevarme a la cárcel, me querían quitar los derechos políticos, como ya había intentado Ordóñez sin éxito. Entonces, recurrieron a ponerme sanciones con multas exorbitantes como resultado de políticas públicas, un acto que violaba la Convención Americana de Derechos Humanos (...) Quedé en una situación donde conseguir el mercado del día siguiente para mi familia era un problema”, narró en Una vida, muchas vidas.

Su paso por la Alcaldía de Bogotá no solo le dejó la destitución (que años después resultó en una victoria jurídica para él), sino una imagen de ser déspota, autoritario y mal administrador. Hizo cambios muy rápidos de gabinete, en 2013 le renunciaron 15 altos funcionarios. Se le criticó su gestión para cumplir sus promesas de gobierno.

“En retórica, autobombo, fabricación de cortinas de humo, uso descarado de la publicidad para presentar propuestas como si fueran logros ya cumplidos, y energía para estar todo el tiempo en campaña, le pongo 5. En gerencia pública, conformación de equipo, iniciativas y obras transformadoras para Bogotá, capacidad de unir a los ciudadanos alrededor de propósitos comunes, el alcalde se raja”, dijo en ese entonces Juan Carlos Flórez.

Daniel García Peña, exdirector de Relaciones Internacionales de la Bogotá Humana, dejó consignada en la prensa su renuncia en 2012, por la decisión de Petro de desvincular de la Secretaría de Hábitat a María Valencia, su esposa: “No se trata solo de buenos modales ni de cuestiones de estilos. En la política las formas son de fondo. No basta con tener los principios correctos ni la razón científica. Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota. La democracia no es solo un ideal, sino que implica prácticas de respeto y solidaridad, especialmente cuando se trata del uso del poder al servicio de la transformación social. La repetida impuntualidad no es nada distinto a un profundo irrespeto por los demás. La política del amor no es solo una bella frase, sino un profundo replanteamiento de la política”, dice en un apartado de la carta.

No obstante, para Ángela María Robledo y María Mercedes Maldonado, dos mujeres que hasta 2019 fueron muy cercanas al candidato, la alcaldía de Gustavo Petro fue positiva para la agenda social de la capital, así no haya demostrado todos los resultados que esperaba la élite bogotana y que sus cambios hayan generado algún descontento. Mientras Robledo sentía respeto por las intervenciones de Petro en el Congreso en el año 2000, por su elocuencia e inteligencia para abordar los problemas que enfrentaba el país, Maldonado conversó por primera vez con Petro en ese año, cuando este la buscó para entender temas como ordenamiento territorial y las dificultades que planteaba la expansión urbana en la ciudad. Luego fue su secretaria de Planeación y de Hábitat en la administración. A pesar de los problemas, para ella la alcaldía de Petro aportó en poner sobre la agenda conceptos como cambio climático, la necesidad de aplicar un modelo de reciclaje y avanzó en integrar a poblaciones vulnerables y en actividades productivas.

“Petro puso una discusión que era necesaria. Se avanzó en la mejora de la localización de la vivienda de interés social, que trabajé yo. No pudimos hacer muchos proyectos, pero sacamos varios no en Soacha ni en Ciudad Bolívar, sino en zonas centrales. La gente rechazó eso de Petro por venir a poner a los pobres al lado, a pesar de que esas mismas personas venían hasta sus casas a cuidar a sus hijos, trabajar como servicio doméstico o de seguridad privada, iban a vivir a su lado. Todo fue muy criticado”, indicó Maldonado. Agregó que ella siempre se sintió escuchada por el exalcalde mientras trabajaron juntos como funcionarios en Bogotá y que hubo un respeto por parte de Petro por los interlocutores de su equipo.

Una fuente que pidió mantener en el anonimato puntualizó en dos desventajas que tienen que ver con la personalidad de Petro y que se evidenciaron en su paso por el Palacio Liévano: “Por un lado, su voluntarismo. Es decir, él pensó que podía lograr todo gracias a su voluntad, sin tener en cuenta los otros actores y la estructura del aparato estatal. Y por otro, su tono de confrontación con el que se refería a detractores, mientras estábamos nosotros intentando negociar acuerdos con ellos para el funcionamiento de la ciudad”.

Desafíos y pendientes

Como Maldonado, Ángela María Robledo se desligó de Petro en 2019, después de que decidiera que el candidato de su movimiento a la Alcaldía de Bogotá de ese año era Hollman Morris, un hombre con fuertes acusaciones en su contra por ejercer violencia a mujeres. Si bien ambas lo ven como el “más presidenciable” entre la baraja de aspirantes a la Casa de Nariño, reconocen también los inmensos desafíos que tiene. También por sus declaraciones en su momento sobre “aborto cero” y sus tesis sobre el feminismo burgués y feminismo popular, que generó malestar entre otras porque desconocía, de alguna manera, el trabajo intersectorial que desde todas las orillas han realizado las feministas por la lucha de la igualdad.

““Así se le critique justamente, el sector público tiene una estructura normativa, institucional, de pesos contrapesos establecida, algo que encausó a Petro y él las respetó. Pero la política electoral es un terreno donde se mueven aguas muy cenagosas y a él le importaba más mantener la vigencia del movimiento. Petro es una persona que cree mucho en él y en sus proyectos. Yo creo que él creía que era posible sacar adelante una candidatura que no tenía ningún sentido”, describe Maldonado sobre los contrastes de quien fue alcalde y luego promovió a Morris como el candidato para Bogotá de la Colombia Humana en 2019.

Para ella, si Petro se convierte en presidente, su desafío estará en convertir el Pacto Histórico en verdadera gobernabilidad: “Yo creo que Petro es un político que ha evolucionado bastante, manteniendo sus planteamientos y sus propuestas. Sigue teniendo grandes debilidades como su lenguaje en los temas de género, pero sí es un político que después de pasar por el Congreso y por la Alcaldía de Bogotá ha crecido como político y como ser humano. Si gana las elecciones y se convierte en presidente, veremos qué tensiones nuevas creará. Tiene capacidad y un convencimiento total por sus propuestas y la elaboración que hace de ellas, pero debe ser mucho más atinado en el equipo de gobierno que construya y en cómo trasladar las alianzas electorales a la construcción de gobernabilidad. Finalmente, espero que escoja de manera más estratégica sus puntos de transformación del país para que enfoque sus energías a ello, de cara un régimen muy complicado”, analiza Maldonado.

“Al Pacto Histórico le falta todavía un compromiso más contundente con la agenda de las mujeres. Gustavo ha ido haciendo camino. Es muy inteligente y en esta ocasión lo veo más sereno y con mayor comprensión de país, con mayor compasión de los dolores del país. Tiene ese talante carismático, un poco caudillista, un poco de todo poderoso, pero él encuentra una constatación de eso en la vida cotidiana. Cada salida a una plaza le confirma su poder. Esa multitud le devuelve un poco su lugar y parece que le pidieran “siga siendo nuestro caudillo”. Por eso, si llega a ser presidente de este país, necesita demostrar un ejercicio de poder colectivo, que tendrá un gabinete con el cual va a gobernar. También siento que a veces Gustavo se quiere bajar de ese lugar, porque una también lo ve cercano y amable con la gente, pero el escenario que día a día habita es el de las plazas. Eso exige una mirada crítica de él sobre su poder”, aseguró Robledo, que trabajó en llave con él durante las elecciones de 2018 y quien en ese entonces tuvo en la segunda vuelta la tarea fundamental de buscar alianzas con liberales y verdes, entre otros.

Finalmente, su hija Sofía Petro lo ve como un político menos ingenuo y más pragmático que deberá aceitar convicciones personales si es electo jefe de Estado. “Mantiene una ilusión, pero entiende que la política y las dinámicas tienen unas reglas establecidas que no se pueden saltar, algo que aprendió en su paso por la Alcaldía de Bogotá. Ha madurado y ser alcalde creo que le enseñó cómo gestionar, cómo administrar. Una cosa es lo que piensas que vas a hacer, y otras las que debes y logras. Siento que mantiene una coherencia y eso es admirable. En una entrevista en 2010 dijo que la democracia era discutir con los diferentes. Hoy en día las mantiene. Si gana, tendrá que aferrarse a su templanza y paciencia. He visto todo lo que hacen y se dice de él para que pierda. Si logra ganar, no quiero saber todo lo que van a hacer para que no gobierne”.

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