Rodolfo Hernández: el perfil del candidato de la santandereanidad

Una breve mirada a un candidato y empresario que pasó de codearse con las clases políticas a ser uno de sus más grandes detractores.

Juan Sebastián Lombo
01 de mayo de 2022 - 02:03 a. m.
Rodolfo Hernández es uno de los grandes constructores de Santander.
Rodolfo Hernández es uno de los grandes constructores de Santander.
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA; El... - JOSE VARGAS ESGUERRA

El rostro arrugado, trajinado por los años, y la calva de Rodolfo Hernández se han convertido en una marca y un símbolo de la santandereanidad en Bucaramanga y sus alrededores. Su cara está en fotos en las oficinas de su empresa y en la sede política de su movimiento, en cuadros en la casa de su madre, en carros de las personas que pagan por apoyarlo —pues cobran los microperforados y demás publicidad de la campaña—, y en los próximos días también será la imagen de un bar con el que uno de sus hijos busca nuevas formas de darlo a conocer a él y su filosofía empresarial y de gobierno. La silueta de este hombre de 77 años ha cobrado el mismo valor para Santander que los bigotes de Horacio Serpa en los años 90. Es el símbolo de una oportunidad de nuevamente poner un presidente tras más de un siglo; el último mandatario santandereano fue Aquileo Parra, en 1876.

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Una gran parte de Bucaramanga y el departamento se siente identificada con el que les huye a los títulos políticos como doctor y prefiere que le sigan diciendo ingeniero, debido a la profesión que estudió y que aún ejerce: la ingeniería civil. Solo basta pararse en frente de la Casa Nariño, la única sede de su movimiento, la Liga de Gobernantes Anticorrupción, para evidenciar la acogida. Si no son carros pitando, son personas que se detienen para gritar y hacer saber su apoyo: “Vamos con el ingeniero, nada con Petro o Fico”. Mientras que en el interior del país ven a Rodolfo Hernández como un grosero, “atravesado” y hasta un imitador del manual de Donald Trump, el pueblo santandereano lo siente como su voz y representación. “Es un santandereano de hacha y machete”, comentan algunos. Sus allegados reconocen que “no tiene pelos en la lengua” y eso es lo que tanto gusta de él —y por lo que tanto lo odian algunos otros sectores—.

Su desparpajo al hablar y decir las cosas de frente, entre otras cosas, hicieron que en poco menos de seis años Rodolfo Hernández pasara de ganar la Alcaldía bumanguesa, con apenas 77.216 votos, a lograr la elección de un sucesor —que inicialmente era de su corriente— con 134.000 votos, sacar varios concejales en la ciudad y los municipios del área metropolitana con listas cerradas, tener diputados en la Asamblea y hasta hacerse con dos curules en la Cámara de Representantes. “Es el político más poderoso que tiene Santander ahorita”, asevera el politólogo Andrés Miguel Sampayo, experto en la movida política del departamento. Los expertos reconocen que el alcalde entre 2016 y 2019 rompió con la hegemonía liberal que había en Bucaramanga —más de veinte años de alcaldía de trapo rojo— y hasta lo ven como el que posiblemente acabe con el dominio de los Aguilar si pierde las presidenciales y decide lanzarse a la Gobernación en 2023.

El ingeniero no siempre tuvo esa gran fuerza política que hoy representa. Hasta hace poco menos de nueve años fue un empresario más de las élites bumanguesas. Era un reconocido constructor que al mismo tiempo figuraba como uno de los principales donantes en varias campañas liberales. Conocedores de su trayectoria aseveran que “era el típico contratista que usaba sus cercanías con los mandatarios de turno para beneficiarse”. Otros, como el ingeniero Rodrigo Fernández, asesor de contratación durante su administración local, dan una versión distinta: “Rodolfo efectivamente, como todos los de recursos, no era amigo de los políticos, sino que los políticos querían ser amigos de él buscando ayuda y efectivamente ayudó a muchas campañas”.

Más allá de estas dos visiones de Hernández y su relación con la clase política, lo cierto es que desde 1972, el ingeniero fue el dueño de una de las constructoras más importantes de la meseta de Bucaramanga: HG (Hernández y Gómez). En varias oportunidades, incluso en un diálogo anterior con este periódico, Rodolfo Hernández ha contado que la construcción es una pasión que tiene desde pequeño y que comenzó porque “mi abuela me entraba a los siete años a la iglesia de San Pedro, aquí en Bucaramanga, y yo miraba con asombro por qué su única torre no se caía. ¿Qué tiene adentro que no se cae?”. Como en Bucaramanga no había universidades que dictaran Ingeniería Civil, apenas se graduó del colegio tuvo que tomar sus maletas e irse a Bogotá para estudiar en la Universidad Nacional.

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Cecilia Suárez de Hernández, madre de Rodolfo (de 97 años), aún cuenta con detalle su partida a la capital a pesar de la oposición paterna. “Cuando yo fui a llevarlo a Bogotá, Luis, mi esposo, no quería”, recuerda Suárez, quien asegura que su pareja llegó a decirles: “Pa’ qué tantos doctores de mierda”. Su respuesta fue una muestra del temple santandereano que le heredó a su hijo mayor: “Si yo trabajo como trabajo es para darle estudio a mis hijos, no para darle de tragar a usted. Me voy por encima de todos”. Esta escena es un ejemplo de la importancia que ha tenido doña Cecilia en la vida de su hijo. No solo le dio el estudio que lo llevó al área de la construcción, sino que muchos coinciden en que le legó el genio que hoy lo hace reconocido. “Ese carácter de ser el que manda le ha servido porque lleva a que hagan lo que él ordena o se van”, afirma la madre, quien reconoce que aún carga un revólver para no “dejarse de nadie” y que, al igual que su hijo” ha tenido choques por pegarles a subalternos, un concejal en el caso de Rodolfo.

Suárez de Hernández también habría sido la que determinó el tiempo en que Rodolfo, al que califica como el mejor de sus cuatro hijos, estuvo fuera de casa y hasta fue la responsable de su primer trabajo. “Cuando terminó la carrera, yo no lo dejé en Bogotá porque se quedaba vagabundeando y pasando cuentas a uno de comida, de hotel y más. Nos fuimos y nos dieron el cartón y nos vinimos con él al otro día. Cuando llegó dijo que iba a buscar trabajo y le dije que Víctor Julio Suárez, primo mío, estaba en la Alcaldía: ‘Dígale que es mi hijo’. Él le dio la hechura de la carretera entre Bucaramanga y Zapatoca. Ahí empezó como constructor”. Hernández también intentó vincularse en el sector público departamental en Santander, pero el choque con una de las administraciones lo llevó a enfocarse en el ámbito privado.

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El camino de Rodolfo Hernández a ser uno de los constructores más importantes de Bucaramanga y sus alrededores pasó por un matrimonio —con Socorro Oliveros— en contra de la voluntad de su madre y un primer proyecto de unas cuantas casas de la mano de tres socios. Allí nació HG. En un primer momento, Hernández se centró en la vivienda para los de menos recursos y usó parte de los terrenos que tenía para la siembra de caña y trapiches como los primeros terrenos para sus urbanizaciones. Por eso ha dicho que su fortuna la ha hecho a través de “los pobres”, por lo que quiere devolverles algo de lo que obtuvo.

Antes de la Alcaldía de Bucaramanga, el ingeniero tuvo una primera incursión en la política en Piedecuesta, allí llegó a ser concejal junto con su padre. Sobre este momento, poco hablan Hernández y su familia. “Se lanzó y quién los ataja, estaba en esa edad en la que son necios. El taita era concejal también. Fueron concejales al mismo tiempo, a veces estaban los dos. Hasta regalaron cinco hectáreas de una finca mía para construir la escuela normal”, recuerda mamá Cecilia. Lo único claro de este momento es que Hernández ganó varias elecciones, pero dejaba en la curul a un suplente para dedicarse a los negocios. En medio de estas actividades, en 1994, la Procuraduría le revocó la investidura porque celebró un contrato como constructor con el municipio de Piedecuesta cuando estaba inhabilitado por su investidura. Fue la primera de las muchas veces que el ingeniero tendría un choque con los organismos de control en su carrera política.

Los dos Rodolfos

Hacia los años 90, la constructora HG casi llega a la quiebra por la crisis del UPAC, que llevó a la venta de casas a su mínima expresión en todo el país. La solución la dio una pareja de asesores argentinos, Guillermo Meque y Hugo Vásquez, creadores de la recordada campaña “Sin condón ni pío”. Según uno de los hijos de Hernández, estos le recomendaron que se centrara en el diseño de las casas y eliminara a los bancos de la ecuación, siendo la constructora la que financiara directamente con menores tasas de interés. La jugada funcionó: puso a HG como una de las firmas más importantes y reconocidas de Santander e hizo que los argentinos —como los llama el círculo de Rodolfo— se convirtieran en sus consejeros de cabecera. Toda movida, sea de la construcción o en la política, era consultada con ellos hasta hace unos días, cuando los extranjeros salieron del país por amenazas.

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Fue en esta etapa de consolidación empresarial cuando Hernández fue blanco de los primeros cuestionamientos. En ese momento se hizo amigo de la clase política y se acercó al liberalismo bumangués. Esta cercanía, para algunos consultados, lo benefició con el volteo de tierras. Supuestamente compraba lotes en zonas rurales y después se aprovechaba de la cercanía con el poder en Bucaramanga y sus municipios aledaños para que pasaran a ser terrenos urbanos y así aprovechar la valorización de los lotes. No obstante, tanto el círculo cercano como políticos de la ciudad, que se identifican como independientes, califican esta información de meros rumores de los detractores del ingeniero y que nunca se ha podido probar, como sí ha ocurrido con otros dirigentes.

Otra de las grandes críticas al exalcalde y constructor se debe a su relación con esa clase política que hoy condena. Fue socio en unos proyectos del cuestionado Fredy Anaya, actual contralor de Santander de quien aseguran que su feudo político es la Corporación Autónoma por la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB). Además, como se dijo, es conocida su relación con esa cofradía liberal. Cercanía que se hizo más evidente cuando Hernández apoyó la campaña de Luis Francisco Bohórquez, exalcalde bumangués procesado por varios casos de corrupción. Según uno de sus hijos, se metió de llenó a apoyar al que en ese momento catalogó como amigo debido a la crisis de los sesenta años: “Mi papá comenzó con la crisis, dijo que ya tenía un recorrido en la vida exitoso y no sabía qué iba a hacer”.

Rodolfo Hernández no solo aportó $100 millones, sino que se apersonó al final de la campaña, como cuenta Wilson Mora, exconcejal contrario al constructor: “Nos reunió a los candidatos al Concejo y nos dijo que venía a salvar la campaña de Luis Fernando [Bohórquez] y él les dijo que tenía que hacerle caso porque no venía a perder su plata”. A pesar del apoyo, fue pronta la ruptura entre Bohórquez y el ingeniero. No son muy claras las razones, aunque hay tres versiones: la primera, dada por concejales, asegura que fue ante la negativa del alcalde liberal de ayudarle a Hernández a convertir en zona urbana unos terrenos en los cerros orientales bumangueses; la segunda versión, dada por Bohórquez, apunta a que este último no quiso apoyar a su financiador en una futura campaña para sucederlo, y la tercera hipótesis señala que ante los múltiples escándalos de corrupción y el incumplimiento de una agenda social, el constructor decidió romper relaciones con su antiguo protegido, del que fue padrino de matrimonio.

Sin importar los motivos del rompimiento, lo único comprobable es que este hecho fue el motor que llevó a Hernández a lanzarse a la Alcaldía de Bucaramanga y a ser uno de los mayores críticos de la clase política bumanguesa, a la que no baja de ratas y ladrones. Y se creó un nuevo Rodolfo, alejado de esa clase tradicional que antes apoyaba. Allegados concuerdan en que el gran artífice de esto fue su hermano Gabriel Hernández, también constructor y filósofo. Dicen que la candidatura nació en las tertulias tomando café en el centro comercial Quinta Etapa, de Cabecera (Bucaramanga). En estas, Rodolfo, su hermano y otros empresarios defenestraban la alcaldía de Bohórquez por la corrupción. “Alguien dijo que había que lanzarse. Todos dijeron que Gabriel, pero este dijo que daría la base filosófica para la campaña y que fuera Rodolfo el que se lanzara”, comentó Jorge Figueroa Clausen, amigo de larga data de la familia Hernández y secretario de Desarrollo Social de Bucaramanga entre 2016 y 2019. Rodolfo Hernández aceptó.

Gabriel Hernández y los argentinos fueron los arquitectos de una campaña que no tenía antecedente en Santander, Colombia ni posiblemente el mundo. “Los argentinos le dijeron a Rodolfo que si hacía al pie de la letra lo que le iban a recomendar, ganaba la Alcaldía. Él fue obediente y ganó”, afirma Antonio Sanabria, concejal de la Liga y uno de los cercanos al hoy candidato presidencial. No hubo vallas, pendones ni grandes salidas a plaza pública. Según Gabriel Hernández, eso era muestra de politiquería. Toda la campaña se hizo en redes sociales y desde el penthouse del edificio Premier, del exclusivo barrio Cabecera. Durante 36 meses y tres veces al día, Rodolfo Hernández presidió unos conversatorios en su apartamento donde invitaba a comer a gente de todos los estratos para explicarles su visión de ciudad. En estos encuentros habría alcanzado a estar José Obdulio Gaviria estudiando un fallido apoyo del uribismo a Hernández.

En las reuniones no se hablaba de obras ni planes de gobierno, sino que el mayor de los Hernández, instruido por su hermano, les decía que había que activar en Bucaramanga el imperativo categórico, concepto tomado de la filosofía de Immanuel Kant, y que la ciudad debía ser gobernada con lógica, ética y estética. “El aporte de Gabriel fue toda la filosofía: que fuera lógico lo que se hacía, que se aplicara la ética en lo que se hacía y que fuera estético el resultado final. Rodolfo lo aplicó tal cual”, comentó el concejal Sanabria. Apalancado en la estrategia atípica y con la ayuda de un guiño de Álvaro Uribe y la división de votos del oficialismo entre dos candidatos, el entonces constructor, de forma inesperada, ganó la Alcaldía en octubre de 2015. También tuvo que ver una carta-cheque que repartió Hernández en las últimas semanas de campaña en los barrios más pobres de Bucaramanga prometiendo 20.000 casas gratis.

Su administración estuvo marcada por las controversias. Fueron comunes los pronunciamientos en los que tildaba de ratas, lavaculos, prostitutas y más a sus opositores y también fueron blanco de sus insultos varias instituciones de la ciudad. Por esta razón hubo infinidad de titulares y hasta procesos disciplinarios en la Procuraduría, que lo llevaron a que fuera suspendido del cargo varias veces. Mientras en el centro de Colombia y las clases altas bumanguesas lo criticaban, los sectores populares encontraron en su voz un man arrecho que hablaba como ellos y se atrevía a decir las cosas como eran. El discurso en contra de la politiquería caló con fuerza, sobre todo al enfrentarse a un concejo “dominado por el tradicionalismo, la corrupción y el clientelismo”. Como parte de esta transformación, llegó a cambiar las dinámicas de la licitación de la ciudad. Funcionarios y veedurías concuerdan en que se pasó de un promedio de 1,4 oferentes y contratos amarrados a favor de los políticos a más de cincuenta licitantes durante su mandato.

“Fue un gobierno anticlientelista. No tuvimos relaciones con el Concejo basadas en puestos y contratos, por eso fueron muy malas. Estaban acostumbrados al clientelismo”, cuenta un funcionario de dicha administración que pidió reserva de su identidad. Expertos en política de la región coinciden en que uno de los grandes logros de Hernández fue cambiar las dinámicas del gobierno municipal. Antes cada secretaría era un feudo de un concejal, pero el ingeniero buscó suplir los cargos a través de la meritocracia. Así llegaron nombres como Manolo Azuero, Natalia Durán y Diego Silva. Además, ajustó el cinturón de la ciudad para salir del déficit presupuestal y de tesorería en el que estaba la capital de Santander. Aunque no siguió con la tendencia de megaobras de sus antecesores, a él lo recuerdan por la dotación de grandes obras en el norte de la ciudad, la zona de menos recursos en Bucaramanga.

Los antiguos funcionarios de Hernández destacan que reconocía que era ignorante en muchos temas, pero siempre buscaba a los más capaces para que asumieran esta tarea. También resaltan que cualquier persona de la ciudad podía ir a su oficina y tener una cita con él. “Era una Alcaldía de puertas abiertas”. Con humor y un poco de temor, destacan que este les pedía que las cosas fueran para ya y nunca supo adaptarse a los tiempos de lo público. Por eso llegó a pagar varias obras pequeñas de su bolsillo con tal de no pasar por un largo proceso de contratación. Esta misma rigurosidad llevó a que los consejos de ministros fueran a las siete de la mañana del viernes y que el que no estuviera se quedara por fuera. Además, estos encuentros de gabinete podían extenderse hasta la una de la mañana del otro día, dado que no se acababan hasta que se pasara revista por todas las secretarías.

Sobre este rigor, Jorge Figueroa Clausen recuerda: “Hubo un caso de unas escuelas de fútbol que no avanzaban y me dijo que fuera con los abogados a su oficina. Nos dijo que nos iban a traer almuerzo, comida y desayuno si necesitábamos, pero que no nos dejaban ir hasta que se solucionara ese proceso de contratación. Por otro lado, algunos de sus funcionarios apuntan que dicha exigencia hacía que incluso buscara echar a quienes estaban haciendo las cosas mal o los que encontraba en presuntos actos de corrupción. No entender del debido proceso en el sector público para desvincular a los funcionarios de carrera le acarreó sanciones y cuantiosas demandas.

No todos los sectores políticos comulgaron con el gobierno de Rodolfo Hernández y sus estrategias. Antiguos aliados políticos afirman que su mandato “fue nefasto. Es un falso mesías en la lucha contra la corrupción”. Los opositores de Hernández, sobre todo, mencionan el caso de Vitalogic, que podría ser el gran lunar de su administración. Este escándalo, por la adjudicación de un contrato de las basuras, tiene al hoy candidato presidencial dando explicaciones ante la justicia. Mientras que él asegura que se trata de una persecución política y de un problema de uno de sus hijos, Juan Carlos Hernández, por firmar un contrato de corretaje con la empresa Vitalogic para ayudarlos en la licitación, la Fiscalía dice tener pruebas suficientes de presiones indebidas del entonces alcalde para beneficiar a la empresa que representaba su descendiente. Concejales de la ciudad coinciden en que “de este escándalo depende si Rodolfo es considerado como el gran político alternativo o uno más de los tradicionales que gobernaron la ciudad”.

No solo es el caso Vitalogic. Exconcejales liberales son bastante críticos de su administración. Wilson Mora, cabildante durante la administración Hernández, asegura que la mala relación con el Concejo se debía a que el alcalde y su equipo no conocían el sector público ni sabían presentar los proyectos. Esta, supuestamente, fue la razón de que le devolvieran varias iniciativas y que Hernández se excusara en la tesis de que se trataba de un bloqueo político. Mora, en diálogo con este diario, llegó a decir que era mentira que la ciudad estuviera en una mala situación económica, como expresó la administración del ingeniero: “Caló el discurso de que a Bucaramanga la dejaron saqueada y no era cierto. Secretaría de Hacienda comenzó a maquillar las cuentas”.

El opositor reconoció que la administración de Bohórquez sí dejó un amplio déficit de tesorería, pero que este no era en sí malo porque lo que quería decir es que se tenía ese margen de endeudamiento por las obras que se estaban ejecutando. En ese sentido, la austeridad promovida por la Alcaldía rodolfista fue cuestionada por el político liberal debido a que, supuestamente se habría hecho un recorte en programas sociales: “Se dedicó a recortar los programas sociales. Llegó a mandar a Bucaramanga como su empresa privada”. En este mismo sentido, criticó que no se hubiera seguido con la tendencia de dejar megaobras para la ciudad, como lo realizaron alcaldes anteriores, y que no se hubiese cumplido la promesa de campaña de la entrega de 20.000 casas, gesto que tildó de irregular y hasta de posible constreñimiento al elector.

Mora y otros críticos de Hernández también fueron más allá y aseguraron que este no gobernó realmente. Algunos son capaces de afirmar que el verdadero poder era Manolo Azuero, jefe de gobernanza, y que el alcalde solo daba la cara para las peleas políticas y salir en medios. “El alcalde era Manolo, Rodolfo era el ordenador. Solo iba una vez a la semana a la Alcaldía. Se ganó un bus y contrató un conductor, que fue el jefe de gobernanza”, comentan. En un sentido similar, afirmaron que Hernández tomó una tendencia bastante irregular de contratar a las personas de HG en la Alcaldía. A esto, el círculo de Hernández respondió que eran pocos los que venían de la constructora y que la mayoría de las contrataciones eran debido a que eran de confianza del ingeniero.

Entre el balance de lo bueno y lo malo, la opinión bumanguesa en general calificó como un éxito la Alcaldía de Hernández. Los índices de popularidad lo demuestran. Sin embargo, este no habría pasado de ser un mandatario regional si no fuera por la cachetada que le pegó al concejal John Claro. El hecho en cuestión se dio debido a que el cabildante llegó a la oficina de Hernández con cámara en mano a cuestionarlo justamente por lo de su hijo con Vitalogic. Ante la rabia, la respuesta fue la violencia. El video fue reproducido por noticieros de todo el país y hasta medios internacionales. Aunque generó rechazo al comienzo y un proceso disciplinario, luego le dio reconocimiento nacional y apoyo en su ciudad. “Esa palmada fue empujón para estar de terceros en las encuestas. Si Vitalogic no sucede, no ocurre eso y mi papá no sería tan conocido. Es un mensaje y una marca”, afirma Rodolfo José Hernández, hijo del candidato. Una cachetada fue el cimiento de un proyecto político que incluyó poner un sucesor —que al poco tiempo se le reveló— y aumentar el alcance de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, movimiento político de Hernández, con listas en varios concejos y en la Asamblea. El éxito electoral llevó a que sonaran los rumores presidenciales entre los allegados al exalcalde. A pesar de que el constructor dijo que salía de la Alcaldía con “pañales” al retiro o directo “con las patas por delante al cementerio”, cada vez fue más fuerte la idea de que buscara llegar a la Casa de Nariño. “Nos decía que se iba a lanzar, pero pensábamos que era mamando gallo”, dijo uno de sus trabajadores de confianza en la constructora.

El bicho de la presidencia le picó a Rodolfo Hernández de forma definitiva a finales de 2020 y se postuló con una estrategia similar a la que lo llevó a la Alcaldía. Aunque esta vez sin su hermano Gabriel, pues una pelea por unos funcionarios los separó de forma irremediable. Esto también implicó que, por petición del filósofo, no se usara el primer eslogan, sino que se tuvo que reformular: “No robar, no mentir y no traicionar”. Hernández se mantuvo en su discurso anticorrupción y en su forma deslenguada de hablar contra los políticos tradicionales. Sin embargo, en esta ocasión le han caído críticas porque su lista a la Cámara y su campaña han tenido controvertidos apoyos, como los de Mario Camacho, el representante Édgar el Pote Gómez y Bernabé Celis, algunos condenados por actos de corrupción. El círculo personal de Rodolfo Hernández lo defiende y asegura que “no están en la campaña, son políticos que manejan su gente y el ingeniero dice que son amigos de toda la vida, pero que no hace alianzas con nadie”. A esto agregan de forma tajante: “Pueden llegar, pero no se les cambia el discurso”.

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David(26932)03 de mayo de 2022 - 12:48 a. m.
Buen perfil
Fernando(29022)02 de mayo de 2022 - 04:08 p. m.
No coincido con la parte política del ingeniero Hernández. Con el solo hecho de sacar del poder a los Aguilar y otras malas hierbas del pantano se ganó mis respetos por encima de su mal carácter y a veces irrespetuoso.
Ariosto(11084)01 de mayo de 2022 - 04:27 p. m.
Pregúntele al sr rodolfo.1 - que por que los locales comerciales de los conjuntos residenciales q el construye y son de su propiedad los blinda a perpetuidad para que paguen 5000 pesos y el resto de propietarios que compran pagan 200000 mil y todos los años les aumentan según la inflación y los locales de el no les pueden aumentar ni un peso.eso es ETICO.?
luis(89686)01 de mayo de 2022 - 03:38 p. m.
Las propuestas de RH y PETRO son realizables por ellos mismos, Las propuestas de los otros son puro bla bla bla. ¿Alguien recuerda las propuesta de Duque?.
Skuaia(11051)01 de mayo de 2022 - 12:36 p. m.
Un émulo criollo del ex gobernante naranja, pero más violento, misógino y atarván. Sus referencias ofensivas a las prostitutas dejan profundas dudas de su condición humana así como la mayoría de sus apariciones públicas. Qué peligro.
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