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Hace dos semanas, en entrevista con El Espectador, a una pregunta sobre su continuidad en el Polo Democrático, el ex candidato presidencial Gustavo Petro respondió tajantemente: “La frase está dicha: o Iván Moreno o Petro”. Un pulso que hoy amenaza con llevarse por delante al único partido que se ha declarado abiertamente en oposición al gobierno del presidente Juan Manuel Santos, cuyos efectos a largo plazo son incalculables para la misma colectividad y del que todas las demás fuerzas del espectro político, agazapadas, esperan sacar ganancia.
Porque hay una cosa bien clara: las denuncias hechas por Petro, el senador Luis Carlos Avellaneda y el concejal Carlos Vicente de Roux, sobre la corrupción en la contratación en Bogotá —salpicando al senador Iván Moreno y a su hermano, el alcalde Samuel—, marcan el comienzo en firme de la campaña por la Alcaldía capitalina. Y siendo así, todos los demás partidos que durante los últimos siete años han mirado desde la barrera al Polo gobernar la ciudad o, como en el caso del Partido de la U, se han arrimado a cambio de cuotas burocráticas, buscan ahora marcar distancia, pensando en los réditos electorales futuros.
La primera pregunta es obvia: ¿podrá el Polo superar esta hora crítica? Antes del escándalo ya el mismo Petro había dicho que la ciudadanía bogotana castigará al Partido en las próximas elecciones porque “lo ve como sinónimo de corrupción”. Para el analista Andrés Mejía, del Instituto de Ciencia Política, la clave para el Polo está en no seguir culpándose unos a otros sino en asumir una actitud crítica y transparente: “Pero las directivas, en vez de hacer una reflexión sobre en qué han fallado, se han dedicado a hacer una defensa cerrada del Alcalde y a disparar para todos lados, convirtiendo un debate de control político en un tema de rencillas personales. Deberían estar pensando en resolver los problemas de gestión de Samuel Moreno para retomar la tarea por la que lo eligieron sus votantes”.
En efecto, el lío está en que por ahora no se ven señales de tregua. El senador Jorge Robledo, en orilla diferente a la de Petro, aseguró que si bien en un comienzo, cuando éste ganó la candidatura presidencial, hasta la Anapo (el movimiento de los Moreno) le hizo campaña, la ruptura total se dio cuando las directivas se negaron a entregarle la presidencia del Partido y rechazaron los “acuerdos secretos” que había hecho con Juan Manuel Santos. “Él nos advirtió entonces que iba a avanzar por la senda de dividir al Polo y acabarlo”, dijo Robledo.
A su vez, Luis Carlos Avellaneda —del lado de Petro—, insiste en que el Partido debe autoexaminarse, mirar todo lo malo que tiene por dentro, pedirle perdón a la sociedad y “tomar las medidas de reingeniería institucional que hagan que esos actos bochornosos que nos avergüenzan hoy no se vuelvan a repetir”. Reconociendo, eso sí, una realidad ineludible: “Este escándalo nos va a golpear para las elecciones regionales y nuestra labor de control político en general, pero ojalá que la sociedad también entienda que se pueden cometer errores y que uno se puede reivindicar”.
Y esa es la otra arista que le surge al tema y que lleva a una segunda pregunta: ¿cómo se verá afectado el papel protagónico del Polo Democrático como único partido de oposición en el país? “Cuando uno está en la tarea divergente requiere unidad de criterios y de políticas. Y este escándalo ha resaltado la fractura interna, lo cual es una desventaja”, advierte Andrés Mejía, mientras que Daniel García-Peña (jefe de debate de la reciente campaña petrista) cree que todo depende del desenlace del escándalo de la contratación: “Si el tema se toma con la seriedad del caso y se decide expulsar y apartarse de quienes resulten culpables, el Polo Democrático va a ganar y su tarea opositora se va a fortalecer. Pero si por el contrario se asume la actitud de ocultar y desviar el debate, va a terminar perjudicado”.
Un tercer punto a considerar: la manera como se muevan los partidos que aspiran a suceder al Polo en Bogotá, aparentemente los primeros beneficiados con la crisis.
El meollo del asunto es saber hasta qué punto el escándalo de la contratación manchará a la U, porque más allá de que su presidente, Juan Lozano, se haya apresurado a ordenar el retiro del respaldo político a la administración Moreno —algo que todo el mundo sabía que existía, pero que nadie se atrevía a reconocer—, y de que el instructivo del ex presidente Álvaro Uribe es “reconquistar” el poder en la ciudad —dejándose sonar como candidato—, hay quienes creen que tarde que temprano la U tendrá que rendir cuentas por el descalabro porque, al fin y al cabo, desde las primeras horas de cambio de la administración Samuel Moreno compartieron cobijas.
Algo que reclama el mismo Avellaneda: “Después de que se han beneficiado no son capaces de asumir las responsabilidades y salen rapidito a mirar como se vuelven a reposicionar. En todo esto hay una altísima dosis de responsabilidad porque la U prácticamente estaba gobernando a Bogotá y aparte del Polo, que era la cabeza, las demás reparticiones administrativas estaban de manera mayoritaria en sus manos, dijo.
Una postura con la que están de acuerdo Cambio Radical y el liberalismo, partidos que a nivel nacional se sientan juntos en la mesa de unidad nacional con la U, pero que a la hora de compartir intereses de lo que se llama la política local y regional han dicho que no vale la coalición. Los dos ya han ventilado la posibilidad de una alianza o una consulta interpartidista entre Carlos Fernando Galán, David Luna o Ángela Benedetti para escoger un candidato único que pueda hacerles contrapeso al Partido Verde, cuya carta fija parece ser Enrique Peñalosa, o dado el caso a Uribe.
Lo único cierto es que mientras el Polo se juega su futuro en un pleito en el que tanto Petro como los Moreno siguen dispuestos a tirar sus restos, todos los demás —incluido el uribisantismo, como dice Robledo— esperan pescar en río revuelto.
El futuro de Petro
Tras las denuncias hechas por Gustavo Petro sobre “circunstancias sospechosas” en los procesos de contratación en la administración de Bogotá, acusando de paso al alcalde Samuel Moreno y a su hermano, el senador Iván Moreno, de haber beneficiado a los amigos del ex presidente Álvaro Uribe, queda en el ambiente un gran interrogante sobre el futuro político-electoral del ex candidato del Polo.
Si bien él ha dicho que no está pensando en aspirar a la Alcaldía, hay quienes ven en su postura de irse en contra de su propio partido la clara intención de separarse de quienes han apoyado un gobierno que hoy goza de bajísima aceptación entre los bogotanos y así seguir manteniéndose vivo en el juego.