Armando Benedetti se convirtió, en cuestión de 75 días, en una de las personas con más poder en el Gobierno del presidente Gustavo Petro. Desde que su hoja de vida fue publicada el 27 de noviembre de 2024 en la página web de la Presidencia como asesor directo del jefe de Estado, el exembajador en Venezuela y ante la FAO logró moverse para reforzar su influencia en el Ejecutivo.
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La consolidación de ese poder de Benedetti, en medio de procesos judiciales y administrativos en su contra, ya le ha cobrado la cabeza a cuatro ministros tras el consejo del gabinete que Petro decidió, en último momento, televisar. El presidente apostó por defender a Benedetti, comparándolo con Jaime Bateman y hablando de “segundas oportunidades”, lo que habría acelerado la crisis ministerial y la salida de varios titulares.
Cuando los micrófonos se apagan, asiduos a la Casa de Nariño manifiestan su preocupación por el cada vez mayor poder que el exsenador está acaparando en el seno del Gobierno Nacional.
Como jefe de gabinete -aunque Petro ha reiterado que él es el único que manda a los ministros- advierten que tendrá acceso a toda la información de las carteras que requiera. También, podrá influir en el norte que tomará el Gobierno durante los últimos 18 meses de Petro como inquilino de la Casa de Nariño. Y esa influencia es también cercanía, como lo muestra la foto de perfil de Benedetti de Whatsapp: una en la que está al lado del presidente en el mentado consejo.
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Su tarea, según distintas fuentes, además del día a día del trabajo, podría significar en organizar un propósito que el presidente ha manifestado en varios escenarios: la reelección del proyecto progresista. Por otra parte, y tal y como ocurrió en la campaña de 2022, tendría voz y voto en la agenda del primer mandatario, marcando sus prioridades.
Y de él también habría surgido la propuesta de evaluar en vivo a los ministros en la reunión en la que se hablaría de los decretos de la conmoción de interior en Catatumbo. Se hizo con un informe que, entre varios ministros, no cayó bien por utilizar indicadores poco técnicos y centrarse, antes que en el Plan Nacional de Desarrollo, en promesas que Petro ha hecho en sus plazoletazos.
La preocupación es, también, por la misma figura de Benedetti. En la actualidad, el jefe de despacho de Petro tiene siete procesos abiertos ante la justicia. Uno de ellos, el del supuesto direccionamiento de contratos en el Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (Fonade) en 2017 cuando era senador, ya llegó a etapa de juicio. Además, se enfrenta a un proceso administrativo en la Cancillería por el caso de supuesta violencia de género en España cuando era embajador ante la FAO en Roma (Italia).
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En todo caso, lo cierto es que, desde el inicio de su carrera política a finales del siglo XX, cuando llegó al Concejo de Bogotá con el Partido Liberal en 1998, Benedetti ha sido una voz recurrente en el panorama nacional. Así, ha logrado ser una voz de peso en casi todos los gobiernos que han pasado por la Casa de Nariño desde 2002, a excepción de Iván Duque.
Lo ha hecho al demostrar su habilidad para moverse, más que como un caudillo, como un ejecutor. Así, por ejemplo, en el gobierno de Juan Manuel Santos fue uno de los senadores que movió al Congreso para aprobar los proyectos relacionados con el acuerdo de paz con las FARC en 2016. Y, ya más reciente, fue el puente para que el clan Torres, un grupo económico y político de Puerto Colombia (Atlántico), llegara al grupo de Petro en 2022, habiendo puesto los recursos, por ejemplo, para el lanzamiento de la campaña en Barranquilla con el escenario en forma de P.
Ahora, esa capacidad de moverse en los laberintos políticos deberá aplicarla en la relación con el Congreso.
Benedetti deberá cultivar los apoyos necesarios para los proyectos del corazón del petrismo y cuyas carteras hoy están sin titulares, como la reforma laboral y la ley de competencias para la reforma al Sistema General de Participaciones -la cirugía más profunda al Estado desde 1991-.
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En ese sentido, uno de sus próximos objetivos, según han contado fuentes a este medio, sería el Ministerio del Interior. No necesariamente para reemplazarlo, pero, al menos, para poder tener una relación fluida con quien llegue a estar al frente de las relaciones políticas del Ejecutivo.
Cuando son consultados por la figura de Benedetti, los salientes ministros Cristo, Gloria Ramírez (Trabajo), Susana Muhammad (Ambiente) y Juan David Correa (Cultura) se refieren con prudencia a su aterrizaje como copiloto en la Casa de Nariño, pero insistiendo en que la decisión final es de Petro.
“Son decisiones del presidente, yo he dicho que la decisión de cambiar la agenda del Consejo de Ministros fue una equivocación”, dijo Juan Fernando Cristo en el Congreso este lunes.
Ángela María Buitrago, ministra de Justicia y quien presentó la renuncia protocolaria, afirmó que “queda suficientemente claro que yo no genero ningún choque con ninguna persona, yo respeto a todas las personas, desde ese punto de vista respeto la posición de las personas que manifestaron algo en particular, no soy quien para juzgar a una persona, los jueces tendrán que hacerlo y sobre esa base la decisión del presidente es decisión autónoma de tener allí a quien quiera”.
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Y Jorge Rojas, en una entrevista con El Espectador, respondió, al ser preguntado por Benedetti, que “el presidente sale en defensa de su gente, con sus criterios, algunos yo no los comparto, otros los respeto, y otros seguramente coinciden con mi opinión, pero uno no está ahí para coincidir con el presidente”.
Finalmente, y pese a los ruidos que ha generado su cada vez más fuerte papel en el Gobierno, también llegaría para apoyar al presidente en su propósito de la reelección del progresismo. Es decir, en una reedición de su papel en la campaña de 2022, pero con un Gobierno que enfrenta nuevos retos, como las críticas por la ejecución.
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