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Dirigido y protagonizado por Gustavo Petro: ¿El caos como gobierno en vivo y en directo?

Consejos de ministros en horario estelar, trinos como actos administrativos y discursos de plaza pública retransmitidos a manera de alocuciones. Con la venia de los medios, el presidente entendió que la confrontación, el exceso de información y los escándalos lo mantienen en el centro de la agenda pública. Aunque la estrategia pone en juego valores democráticos, todo indica que será la ruta del mandatario para mantener vigente su agenda en las próximas elecciones.

David Efrén Ortega

24 de marzo de 2025 - 01:22 p. m.
Consejos de ministros televisados y trinos: lo que hay detrás del espectáculo y el caos en el gobierno de Gustavo Petro.
Foto: Viviana Velásquez
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El lunes, antes de las 7:00 de la mañana, la Casa de Nariño anunció que la agenda del presidente incluiría un consejo de seguridad y uno de ministros; sobre el mediodía, alertó que el último de estos sería televisado por canales públicos y privados y, en la tarde, dijo que al final nada de eso sucedería y que no se sabía por qué. Los medios de comunicación no le perdieron el paso a ese flujo de información y a su debido tiempo titularon, especularon y rectificaron.

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En contexto: La disputa por la atención y la emoción: la política 24/7 que rige el accionar de Petro

Agenda, sin embargo, sí hubo. El mandatario, durante toda esa jornada y buena parte de la del martes, despachó a través de su cuenta de X. Allí lanzó 44 mensajes o trinos en los que invitó a sus bases a salir a las calles en defensa de sus reformas, criticó a alcaldes y congresistas contrarios, aseguró que no cumpliría un fallo judicial, publicó un decreto, notificó la captura de un narco, peleó con empresarios y contradijo informes periodísticos. Y hasta hubo espacio para esa suerte de lírica autorreferencial que surge de tanto en tanto en sus discursos.

“Ay mis vientos del Caribe. Ay de las mariposas amarillas, que mañana vuelen todas a bañar de magia mi Colombia. Que finalicen los cien años de soledad, que haya otra oportunidad a las estirpes condenadas. Quizás sea el último de los Aurelianos”, dijo en uno de los trinos.

Ese mismo martes sus partidarios respondieron al llamado de movilización. Frente a una multitud que vitoreaba su nombre, Petro se paró en la Plaza de Bolívar y protagonizó un performance sobrecargado de símbolos: un rap de fondo, el bastón de la guardia indígena en la mano y una tarima que alcanzó para los más cercanos a su causa, líderes sindicales y congresistas del petrismo más radical, los purasangre, pero también para un foráneo como Armando Benedetti.

El respectivo discurso estuvo saturado de nombres y referencias. Habló de la codicia, las tiranías, las diferencias entre Jesús y el rico epulón, los aristócratas, los pastores traicioneros, Bolívar, Haití, la revolución francesa, Gaitán, los hijos de papi y mami que viajan a Miami, el Joe Arroyo, el M-19, García Márquez y, una vez más, de las mariposas amarillas y el último Aureliano. “Y no estoy hablando carreta”, comentó en un momento de la intervención que duró algo más de 30 minutos. Entre tanto, a pocos pasos de la plaza, en el Capitolio, la Comisión Séptima del Senado archivaba su reforma laboral.

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Los trinos y los clips del discurso inundaron las redes, luego fueron el tema de conversación en los programas de radio y los periódicos, que a su vez enviaron todo de vuelta a las redes. El presidente inundó la discusión pública con sus temas. Y como si se tratara de un asalto informático, en la noche se confirmó la salida del tercer ministro de Hacienda del actual Gobierno, Diego Guevara, quien no alcanzó a cumplir tres meses en el cargo porque no se alineó con los deseos del jefe del Ejecutivo.

Esa avalancha de noticias y polémicas en 48 horas fue la del 17 y 18 de marzo, enmarcada en el anuncio del mandatario de llevar a cabo una consulta popular ante la negativa del Congreso a sus reformas, pero bien podría ser el sumario de buena parte de esta administración: un show en vivo dirigido por Petro, quien busca convertir el rating en votos para que su visión de país no muera el 7 de agosto de 2026 o incluso antes.

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Las narrativas de Petro y el control de la agenda

Ver al jefe de Estado como el director de un espectáculo y al aparato de gobierno como su productora implica descartar de entrada que estamos en manos de funcionarios desordenados, que hacen todo mal o no entendieron cómo conducir el país. Por el contrario, supone una intención, un entendimiento profundo del público al que le hablan, que en este caso son las bases petristas que quieren reafirmar lo que creen. De acuerdo con las encuestas, este sector representa al menos un 30 % del electorado.

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La estrategia requiere tres pasos esenciales: instalar un relato, montar una puesta en escena y encargar de todo a una sola figura; es decir, personalizar la acción política. Al hablar de Petro, el relato o narrativa es el del caos: una suma de errores y maldades de los “aristócratas” y de la “oligarquía” que durante más de 200 años han llevado a Colombia a ser “el país más desigual socialmente de toda la tierra”. Por supuesto que ese planteamiento en sí no es una mentira, pero no deja de ser una forma de simplificar el debate y la historia.

Con un escenario así, aparece la figura del caudillo, el redentor o el mesías, quien promete revolución para acabar con la dictadura y, en este caso, los “dos siglos de soledad” a los que ha estado sometida la Nación. “Las flores amarillas huelen a salvación”, exclamó Petro en la Plaza de Bolívar.

El presidente Gustavo Petro habló en la Plaza de Bolívar de Bogotá sobre sus reformas a la salud y laboral.
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

Sobre el caos y la política, varios analistas han dicho que está probado que implantar esa idea de desorden les permite a los políticos lograr la licencia para destruir y empezar de cero; lo que en otras palabras es legitimar sus reformas o visiones sobre la economía, la salud, la empresa privada, etcétera. Según el analista español Antoni Gutiérrez-Rubí, quien de hecho asesoró a Petro, se trata de un “irresistible encanto del fuego simbólico” que caracteriza a los autócratas.

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La fórmula está lejos de ser nueva y, para no ir lejos en la historia, tiene un ejemplo vívido con Donald Trump, especialista en telerrealidad y agente del caos por excelencia, que vendió pánico en su campaña, hablando de migrantes, de China y otros temas, para luego posicionarse, una vez más, como el restaurador de los Estados Unidos grandes. Más cerca aún está el caso del gobierno de Álvaro Uribe, que cimentó su popularidad en el relato de la receta definitiva contra las guerrillas. Aunque dista ideológicamente de ellos, Petro comparte con Trump y Uribe un mismo ADN comunicacional.

“Hace 20 años había un evangelio uribista que decía que todo era oscuridad hasta que llegó Uribe. Hoy en día tenemos otro evangelio, además robando a Cien años de soledad; el evangelio petrista que asegura que todo era oscuridad hasta que llegó Petro y volvieron las mariposas amarillas y el último Aureliano se sacrificó por este pueblo”, anota el escritor Ricardo Silva Romero, para quien Petro desperdició la oportunidad de cambio y limitó su gobierno a narrar.

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“Me sorprende esa capacidad infinita de arruinarlo todo y reducir el hecho del gobierno a la lucha por el escenario; por ser el que tiene la última palabra, quien cuenta la historia de Colombia, incluso negando el pasado”, dice. Silva, quien reconoce que habla como un liberal de izquierda decepcionado, recuerda que Petro, al posesionarse, mandó un mensaje incluso “conmovedor” tras reivindicar a las víctimas de la violencia y nombrar en altos cargos a representantes de sectores excluidos del poder, pero que, tempranamente, “saboteó” esa apuesta al declarar enemigo al resto del país que lo cuestionó.

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“Seis meses después declaraba su propio fracaso, él mismo dijo ‘esto no funcionó’ y se atrincheró, se puso a hablar de lo que había estado diciendo toda su vida. Es un fenómeno mundial de gobiernos que no gobiernan, sino que ponen en escena su relato, desprecian lo que puede hacer el Estado; los exaspera porque no va al ritmo de sus ideas y lo hacen explícito en vivo”, agrega el escritor.

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Ese discurso antiEstado de Petro, Trump, Milei, Bukele y tantos otros políticos del momento abre un boquete a las amenazas contra la democracia. Para el politólogo español Manuel Arias Maldonado, que se ha enfocado en analizar el juego entre política y emociones, esa personalización del debate nos lleva a presenciar la reaparición de “viejos fantasmas” de la política, como el nacionalismo, la xenofobia y el populismo.

“Ahora que los líderes políticos ascienden a un estrellato mediático donde a menudo resultan indistinguibles de las celebrities y sus seguidores mantienen con ellos una relación que recuerda a la de las estrellas del pop, no puede extrañarnos que el lenguaje político se vea contaminado por la retórica antisistema que predomina en la esfera cultural. De ahí que el respeto a las formas —la vieja etiqueta de la sociedad burguesa— no sirva ya de dique de contención frente al populismo”, asegura Arias Maldonado.

Aunque opuestos en términos ideológicos, el presidentes Gustavo Petro y Donald Trump comparten un mismo ADN comunicacional.
Foto: Archivo

La escritora Piedad Bonnett dice que populismo es lo primero que piensa cuando ve o escucha el vendaval de anuncios del presidente Petro, en sus discursos o mensajes en redes. “Constantemente manosea el término pueblo y manipula las emociones, divide maniqueamente a la gente con los adjetivos, como cuando señala que los empresarios son esclavistas y los empleados esclavos. Ahí está apelando a las emociones y eso es lo mismo que hacen Trump y Bukele”, opina.

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Para ella, el populismo siempre ha apelado a un discurso de esa naturaleza, pero ahora es más peligroso porque tiene el multiplicador de las redes: “Es una especie de pseudodemocracia. Esos discursos están siendo muy bien recibidos; cualquiera lanza una opinión sin ninguna argumentación y genera mil likes. Es una época de una banalidad aterradora, donde hay una especie de menosprecio por el fondo y las formas”.

Esa multiplicación de los mensajes, proceso que en buena medida depende de los medios —de X a la radio y los periódicos y luego de vuelta a las redes—, es lo que genera más preocupación, ya que un discurso de odio como el de Trump contra los inmigrantes o las personas trans refuerza marcos cognitivos o morales que podrían validar la violencia o cualquier otra reacción.

Así lo explica la investigadora Catalina Uribe Rincón, doctora en retórica y comunicación pública. “Los políticos saben que los medios tienden a repetir y se empiezan a crear unos marcos interpretativos para influenciar comportamientos. Álvaro Uribe fue un genio para eso, impuso cosas como el ‘castrochavismo’ y ‘la paz de Santos’. Trump también es experto en repetir esos eslóganes una y otra vez y sabe que los medios le van a hacer eco”, dice. Para Uribe Rincón, a Petro le está funcionando ese juego de la repetición, por ejemplo, para deslegitimar a los medios, lo que, una vez más, es peligroso por el carácter persuasivo de las críticas.

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Además de esos golpes al debate público y la democracia, la pelea por el escenario, como dice Ricardo Silva, o por la pseudodemocracia de las redes, que señala Piedad Bonnett, pone en riesgo la propia efectividad del Ejecutivo. En el caso local, se ha visto cómo el presidente Petro no ha logrado niveles sobresalientes de ejecución, tiene un equipo inestable —52 ministros y 126 viceministros en dos años y medio— y no le ha cumplido las promesas a sus bases.

Esto, sin embargo, parece la muestra de que el objetivo del mandatario es captar la atención manteniendo el caos y la confusión. Incluso cuando la mirada del país está en ciertos temas de relevancia, Petro ha logrado modificar la agenda, como cuando en pleno paro camionero revivió el escándalo del software Pegasus o cuando, en medio de la conmoción interior en el Catatumbo, terminó en Haití, junto al entonces ministro de Defensa, hablando de Simón Bolívar, Francisco Miranda, Elon Musk y variados temas de historia.

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Silva está de acuerdo en que ese relato no es conveniente para el gobierno mismo, pero que muy probablemente sí ayude a ganar elecciones. Bonnett, por su parte, plantea que ese discurso da réditos, que mantenerlo requiere del show y que Petro, junto a los medios y buena parte de la sociedad, suelen tirar para el mismo lado porque están sumergidos en una cultura del escándalo y el sensacionalismo.

¿Qué hay detrás del show en el gobierno de Petro?

Tras el primer consejo de ministros televisado como alocución, el mismo que implosionó su gabinete y dejó ver las rencillas que hay entre sus funcionarios de primer nivel, el presidente Petro se mostró orgulloso de haber logrado audiencias históricas para una transmisión de ese tipo. Según los datos de rating, estuvo por encima de un reality show y varias telenovelas. “Fue un buen cabezazo”, dijo tres semanas después, justo cuando presentaba a su nueva tanda de ministros.

Algo similar ocurrió cuando el 26 de enero, a las 3:41 a.m., desautorizó la entrada de aviones estadounidenses que traían esposados a colombianos deportados, lo que a su vez desató una crisis diplomática que lo puso en boca de Trump y en las aperturas de medios internacionales. Cuando se solucionó el impasse, el presidente se ufanó de haber logrado, hasta ese momento, que 33 millones de personas vieran su trino, aunque en realidad se refería a 33 millones de impresiones, que más bien dicen cuántas veces se mostró el contenido en una pantalla.

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Así, se hace evidente que a Petro le gusta ser el centro de atención y ha demostrado habilidad para manejar la agenda cuando su interés lo requiere. El estratega político Ángel Becassino, quien lo asesoró en 2018 y en 2022 se fue con su rival, Rodolfo Hernández, dice que el presidente “comprendió que la conversación con el primer círculo de interés en la política, que es el que está pendiente de lo que ocurre en X, se da a través de la irritación y los anuncios constantes”.

Consejo de ministros televisado del presidente Gustavo Petro
Foto: Ovidio Gonzalez S

Según explica, Petro lleva años en el juego por ganar la atención de la opinión pública y a esta altura ya probó que puede instalar una agenda a través de los sobresaltos y el conflicto. De acuerdo con Catalina Uribe, detrás de todo también hay una noción del funcionamiento de los algoritmos de redes como X, que hoy por hoy privilegian la violencia digital y ayudan a posicionar a quienes la ejercen.

“Me exhibo, luego existo”, escribió la ensayista argentina Beatriz Sarlo en su obra La intimidad pública. Para ella, estamos bajo una democracia de los sentimientos que se alimenta de un género nuevo, pero apetecido en medios y redes sociales: el escándalo. “Los simplemente famosos temporarios reciben, en cambio, una luz efímera. Y la necesitan para ser famosos, porque el resto de sus cualidades no alcanzan. En cuanto se descuidan, los bajan de la primera plana. El escándalo es su forma dramática imprescindible. Todo lo que les ‘sucede’ debe magnificarse para alcanzar algún interés público”, dijo.

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En este punto, analiza Ricardo Silva, la mentalidad del político empieza a entrar en juego con la del influencer, pues ambos aprendieron que pueden “fabricar su importancia”. Para Sarlo, esto obedece a que en escenarios como estos, aparte de la visibilidad, se compite por viralidad, lo que de alguna manera implica firmar “un contrato de exhibición”.

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Además de inundar la agenda en X —concepto que de hecho es manejado por Steve Bannon, el estratega de extrema derecha de Trump—, Petro le apostó a copar la televisión y arrancó el 2025 con esa fórmula de la exhibición, en sus consejos de ministros televisados, que hasta el momento se han basado en ver al mandatario regañando a sus jefes de cartera o exigiendo resultados. Aunado a esto, no es un dato menor que en 31 meses de administración el presidente ha hecho 35 alocuciones presidenciales, varias de estas repeticiones de sus discursos en regiones y plazas públicas. A todo se suma que, al año, en promedio, la Presidencia alcanza a producir 6.200 piezas audiovisuales.

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Según Petro y varios de sus alfiles, se trata de ejercicios de transparencia. Para Becassino, es una evolución más de la comunicación política que muy seguramente se exacerbará más en la campaña por el 2026. Pero para las otras voces consultadas para este texto, es una carga más de show que banaliza el ejercicio del poder. “En los consejos de ministros lo que vemos es ese desprecio por el Estado, incluso por sus propios funcionarios; básicamente es una humillación a los ministros, que además le recuerda a uno el reality El Aprendiz, en el que Trump humillaba a sus participantes”, apunta Silva Romero.

Petro se acerca al epílogo de su gobierno con esa apuesta del caos y el show por el rating cada vez más evolucionada, escalando sus choques con el Congreso, las altas cortes, los empresarios y otros poderes. Esta estrategia se entiende en parte porque el presidente se formó en esa política emocional, al son de los golpes de opinión; pues basta recordar cómo apareció el M-19 en el escenario nacional. Así mismo, el hoy mandatario también logró acompasar a tiempo su discurso con el lenguaje de las redes y la inmediatez de los medios. El fenómeno, sin embargo, es propio de esta época y no será extraño ver a otras figuras de la política colombiana montando una puesta en escena y sembrando caos para ganar un espacio de poder en las próximas elecciones.

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* Esta es la segunda de tres entregas sobre cómo el Gobierno y el Congreso buscan apoderarse del debate público a través de diversas estrategias narrativas.

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Por David Efrén Ortega

Periodista de la Universidad Javeriana. Tiene experiencia en el cubrimiento de política, paz y memoria. Premio CPB en la categoría de Medios Digitales.@davidortegasodortega@elespectador.com
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