Hace un poco más de 40 años la homosexualidad en Colombia se consideraba delito y se pagaba con hasta 6 años de cárcel, al ser considerado como un acto abusivo o transgresor a la norma. En 1980 se despenaliza, dándole paso al movimiento arcoíris en el país. A través de la alegría, la fiesta y el color, las personas LGBT reclamaron por sus derechos y le reiteraron al resto de la sociedad que eran igual de merecedores de estos.
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Las marchas, los besatones, los bailes y performances hoy se ven materializados en derechos como el matrimonio igualitario, la adopción homoparental y la protección a las personas trans. Sin embargo, aún queda mucho por hacer, como por ejemplo, lograr que Colombia, donde fueron asesinadas 250 personas de la comunidad LGBT en 2022, sea un espacio seguro para la diversidad.
En entrevista con El Espectador, Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, una corporación que lleva 13 años trabajando por los derechos de las personas LGBTIQ+ y transformando los prejuicios, imaginarios y prácticas sociales en torno a la diversidad sexual y de género, cuenta lo que han significado estos 40 años para la lucha LGBT, expone cómo ve el panorama actual y asegura que ve con ojos de esperanza el camino que hay aún por andar.
Ha sido un poco más de 40 años desde la primera marcha del Orgullo LGBT en Colombia, ¿cuál es el balance?
Colombia es un mejor país para las personas LGBT y eso es gracias a la movilización social de las personas. Antes de la primera movilización, para la comunidad LGBT era imposible llevar a cabo la marcha del Orgullo porque éramos delincuentes, según el Código Penal que estaba vigente. Despenalizar la práctica homosexual fue un primer gran triunfo. A su vez, esta iniciativa de movilización, que nació con un puñado de 30 personas en Bogotá, ha venido en crecimiento y es cada vez más la sociedad civil organizada que está haciendo uso del espacio público, transitando por las calles de Colombia y exigiendo reconocimiento pleno a nuestros derechos.
Nos hace sentir orgullosos el crecimiento del activismo LGBT en Colombia, en los años 90 los líderes se contaban con los dedos de las manos, hoy hay toda una riqueza del movimiento. De igual forma, ahora tenemos casi equipamiento de derechos que el resto de la ciudadanía: matrimonio igualitario, adopción homoparental, protección a las personas trans, pero casi todo es por sentencia de la Corte Constitucional, que está bien, que son legítimas, pero el Legislativo colombiano siempre ha tenido una deuda histórica con nosotros.
Este año hay casi 60 marchas en Colombia, con la particularidad de que algunas tendrán lugar en pequeños municipios como Mocoa, Tumaco, Turbaco...
Las marchas del Orgullo han sido movilizaciones sobre todo muy urbanas, antes eran solo Bogotá, Medellín y Cali y la gente viajaba desde los territorios del país a esas marchas. Hoy se están desarrollando en otros espacios, en los que hay que destacar, por ejemplo, no hay tanto liderazgo en los hombres gays, como sí en las personas trans y en las mujeres lesbianas, se da espacio a las expresiones culturales propias de los territorios, pero donde además, se hacen demandas estructurales, llamados de atención sobre problemáticas que la sociedad olvida que las personas LGBT tenemos, como la pobreza, el hambre, el desempleo, la inequidad.
¿A qué retos se enfrentan las comunidades LGBT de estos territorios?
Estas comunidades se enfrentan a los mismos retos que nos enfrentamos en las grandes ciudades: discriminación, estigmas y exclusión, pero no se pueden combatir de la misma forma. Son territorios rurales, donde hay altísima precariedad de derechos humanos y presencia de grupos armados. Se piensa que la diversidad sexual y de género es cosa de las grandes ciudades, no encuentras un alcalde de un pequeño municipio proponiendo políticas de protección a las personas LGBT, se cree que no viven allí. El reto que tiene estas movilizaciones hoy en estos pequeños pueblos es decirle al pueblo, tú tienes que ser un espacio garante de las personas LGBT.
¿Cómo está Colombia en términos de violencia contra las personas LGBT?
El país más violento en 2022 para las personas LGBTQ en Latinoamérica fue Brasil con 525 homicidios y feminicidios contra personas LGBT, en segundo lugar México con un poco más de 350 casos y luego Colombia con 250 casos de homicidios; 3527 amenazas, que si las llevamos a porcentajes, estaríamos diciendo que en este país cada día se amenazan 10 personas; 104 casos de violencia de parte de la Policía, que está hecha para proteger a la ciudadanía; 1725 casos de hostigamiento. Que se presenten homicidios y feminicidios es muy grave, pero que más del 70 % sigan en la impunidad es mandar un mensaje peligrosísimo como que las vidas de las personas LGBT no importan.
Antioquia y Valle del Cauca fueron los departamentos con las cifras más altas, algo contradictorio porque son quizá los territorios con mayores apuestas políticas para personas LGBT. Nuestra hipótesis es que a mayor visibilidad, mayor riesgo.
¿Por qué una cifra tan alta de impunidad?
Peor aún, muchas veces no se denuncia y cuando se hace no se avanza en la investigación o queda en impunidad. El Estado no tiene todavía rutas claras ni personal idóneo capacitado para atender estas situaciones que muchas veces terminan en revictimización.
La comunidad abarca gran cantidad de diversidades y se habla de que también al interior hay problemáticas, discriminación...
Colombia es el tercer país más violento para las personas LGBTIQ+ en América Latina, somos el país donde más se amenazan a personas LGBT y tenemos el reto de visibilizar esas violencias que han limitado nuestra realización y felicidad, pero, hay que reconocer que en este movimiento, que está en proceso de construcción, se replican algunas prácticas de exclusión fijas en la sociedad: hay prácticas machistas y patriarcales; falta entender que no solamente nos construimos en el binarismo estructural y hay una agenda LGBT que dialoga muy fácil con el capitalismo, sobre todo la agenda gay y lo vamos a ver este Día del Orgullo, cuando hay fiestas, eventos y el uso de tu exigencia de derechos con fines económicos.
Precisamente en este mes vemos que las empresas, instituciones y personas se “ponen” la bandera, ¿es esto realmente apoyar sus luchas?
El Orgullo está en riesgo porque muchos se han apropiado de él para vaciar contenido y volverlo moda. Hoy vas a cualquier lugar, un aeropuerto, una calle, un almacén, un café y está la bandera arcoíris, entras a los perfiles de la gente y están los perfiles arcoíris y eso emociona, pero genera una preocupación y es que las sociedades actuales han cogido las luchas para hacer stickers. Quien asume la bandera, quien se pone el sticker se lo debe poner porque se une a nuestro compromiso de transformar la realidad, no de maquillarla.
¿Cómo ponerse entonces la bandera y asumir el compromiso?
Necesitamos pasar de la enunciación a la garantía de Derecho, el Estado colombiano nos está nombrando, nos está anunciando, pero aquí nos siguen matando, amenazando, no hay suficientes espacios laborales, hay discriminación cotidiana, los derechos están en riesgo. Entonces, hay que pasar de la enunciación, hacer realidad los derechos y en el caso de la sociedad civil, no puede seguir siendo tan indiferente hacia un montón de prácticas físicas, verbales y simbólicas que siguen poniendo en riesgo la vida de las personas. Por fortuna, las nuevas generaciones se han dado cuenta de que discriminar no está bien.
Colombia será un gran país para las personas LGBT, no solamente porque ice las banderas arcoíris o porque tenga alcaldes o alcaldesas abiertamente LGBT, Colombia será un gran país cuando las vidas de las personas LGBT puedan ser vividas en cualquier lugar del territorio.
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