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J. M. Santos, ¿el sucesor?

El golpe militar que significó la muerte de Raúl Reyes ha proyectado políticamente al hoy Ministro de Defensa. ¿Tomó la delantera en la carrera de la candidatura presidencial de 2010?

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Hugo García Segura
11 de marzo de 2008 - 12:42 a. m.
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Han pasado 17 años desde que Juan Manuel Santos dejó la subdirección de El Tiempo para aceptar el cargo como ministro de Comercio Exterior en el gobierno de César Gaviria. Desde entonces ha sabido mantenerse vigente en las cumbres del poder, moviéndose con habilidad entre los vericuetos de política, donde nunca le han faltado enemigos y contradictores.

Hoy, tras el éxito de la operación ‘Fénix’, en la que resultó muerto alias Raúl Reyes —el segundo hombre del secretariado de las Farc—, la figura de Santos emerge como pilar de la política de seguridad democrática, al fin y al cabo es el Ministro de la Defensa, y hay quienes ya lo ven adelante en la carrera hacia la candidatura presidencial del uribismo en 2010.

“La muerte de uno de los cabecillas de las Farc se había convertido en el máximo indicador de éxito para la seguridad democrática. El hecho de que eso haya sucedido siendo Santos ministro, es un argumento a su favor que le puede hacer contrapeso a la falta de carisma que siempre le han endilgado”, asegura el analista político Andrés Mejía Vergnaud, de la Fundación Libertad y Progreso.

Lo cierto es que pocos imaginaban ese buen posicionamiento en tan corto tiempo, cuando hace apenas diez meses afrontaba en el Congreso una moción de censura promovida en su contra por el Partido Liberal, el Polo y Cambio Radical. Lo acusaban de inoperancia en el escándalo de las interceptaciones telefónicas ilegales; que su participación en un plan para apartar del poder al presidente Samper —en 1997— lo inhabilitaba moralmente para conducir el Ministerio; y que se había convertido en un obstáculo para las relaciones diplomáticas con Venezuela.

Acostumbrado a ser personaje favorito de los caricaturistas y blanco esencial en el juego por el poder, Santos salió airoso y fortalecido. Así ha sido desde que saltó al escenario político y se inscribió en la lista de presidenciables. Fue en 1993, al final del gobierno Gaviria, cuando movió sus fichas para que el Congreso lo eligiera designado presidencial —el último de la reciente historia del país—, antes de que se recobrara la figura del Vicepresidente. En medio de fricciones dentro del Partido Liberal, su partido de origen, del que hoy se encuentra distanciado, le ganó el pulso al entonces ministro de Comunicaciones William Jaramillo.


Salvo una que otra retirada estratégica, en las que casi siempre se atrincheró en su fundación Buen Gobierno, Juan Manuel Santos ha sabido mantenerse vigente en el escenario político nacional, a pesar de los críticos que le cuestionan su malabarismo partidista, su falta de carisma, su lejanía con el pueblo y el no haberse dejado nunca medir en las urnas. “La muerte de Raúl Reyes ha aumentado su figuración, sin duda, pero hay que ver si eso le alcanza para quitarse el carácter de anticandidato que históricamente ha tenido”, dice el senador del Polo Democrático Jorge Robledo.

En esa misma línea piensa el ex senador liberal Darío Martínez, quien está convencido de que quien tomó la delantera en la carrera presidencial hacia 2010 es el mismo Álvaro Uribe. “Si el Presidente quisiera ser reelegido por segunda vez, no tendría problemas”, señala. Y en cuanto a la puja en el uribismo, Martínez ve con más posibilidades a Germán Vargas que a Santos. “Los dos se identifican ideológicamente con Uribe, pero Vargas lleva en la lucha política muchos años y ha logrado consolidar un anclaje popular con concejales, diputados, alcaldes, gobernadores y congresistas. A Santos le falta untarse de pueblo”.

Esa es, sin duda, una realidad que Juan Manuel Santos busca mitigar convirtiéndose en el apoyo de Uribe en estos días de crisis. Allí está la imagen de los dos rezando el rosario en la capilla del Palacio Presidencial, esta semana. Así lo ve el ex ministro y analista político Pedro Medellín: “Él es quien define en asuntos exteriores, participa en acuerdos políticos partidistas y opina en materias económicas. Sin duda parece ser la persona que tendría el guiño presidencial”.

Dentro del Partido de la U, su partido, prefieren la cautela. Al fin y al cabo, hace apenas unas semanas están metidos de cabeza en promover una nueva reelección para Uribe y reconocer hoy a Santos como “sucesor” sería una contradicción. “El Ministro está haciendo las cosas bien, pero hay que tener en cuenta que la decisión política del operativo contra Raúl Reyes en territorio ecuatoriano fue del Presidente. Él es quien ha tomado la delantera”, expresa el senador Carlos García Orjuela, presidente de la U.

Por su parte, el representante a la Cámara Nicolás Uribe, también de la U, considera que es muy prematuro adentrarse en candidaturas presidenciales, sobre todo porque “las consecuencias de los últimos hechos aún no se han terminado de producir y si bien internamente hay un apoyo firme al Gobierno, a nivel internacional, faltan cosas por suceder”.

En el Partido Liberal, antiguo aliado de Santos, no creen que la acción contra Raúl Reyes se pueda personalizar. “No puede ser un trofeo para el Ministro. El líder de la política de seguridad democrática ha sido el presidente Uribe, no Santos”, opina Germán Olano, vocero liberal en la Cámara. Otros, como el analista político Alejo Vargas, han visto con más protagonismo en la actual coyuntura al general Óscar Naranjo, director de la Policía.

De cualquier manera, y a pesar de muchos, nunca antes en la historia política del país Juan Manuel Santos había estado tan bien posicionado. Y aunque en toda entrevista asegura que no está “obsesionado” con el poder, sus rivales políticos saben que esta vez apostará duro y a ganar.

Un eterno pulso por el poder

A lo largo de su vida política, Juan Manuel Santos ha mantenido un pulso por el poder. Al final del gobierno Gaviria, del que fue ministro de Comercio Exterior, se mantuvo cauto pero atento a la consulta liberal que en marzo de 1994 escogió a Ernesto Samper como candidato a la Presidencia. Un año después, cuando se precipitó la crisis del proceso 8000, se hizo a un lado y fue de los que le pidieron la renuncia. Samper siguió en el cargo, fue absuelto por la Cámara y su vicepresidente Humberto de la Calle dimitió. Tras sonar en la baraja de un posible ‘gobierno de transición’, Santos dio el guiño cuando el Congreso eligió a Carlos Lemos como nuevo Vicepresidente.

En 1998, siendo precandidato presidencial del liberalismo, propuso una “fórmula constitucional para la paz”, que nunca aplicó pero fue vista como una conspiración para derrocar al gobierno. Dividido el liberalismo, Andrés Pastrana fue el presidente y Santos se atrincheró en su Fundación Buen Gobierno para regresar dos años después como su Ministro de Hacienda.

En el debate presidencial de 2002, chocó con el entonces candidato disidente del liberalismo, Álvaro Uribe, crítico de los presuntos auxilios parlamentarios que Santos autorizaba como Minhacienda. Con Uribe en el poder, estuvo en desacuerdo con la reelección inmediata, pero cambió de parecer cuando el Primer Mandatario lo promovió como su jefe de debate para 2006. Con las banderas del Partido de la U, Santos ganó las elecciones, Uribe fue reelegido y de inmediato lo nombró Ministro de Defensa.

Por Hugo García Segura

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