Hace un mes, poco después de que se viera en directo el desastroso consejo de ministros en que todos peleaban con todos, usted le dio una entrevista a El Espectador en la que, pese a su abrupta salida del Gobierno, usted habló con respeto y muy bien del presidente. ¿Hoy repetiría sus cuidadosas respuestas o se siente libre de revelar los detalles de lo que sucedió aquel día que la historia política no podrá olvidar?
El ejercicio de la vida pública debe estar signado por la coherencia, la dignidad y la prudencia. Mi posición fue la misma antes del consejo de ministros televisado, durante esa transmisión y ahora, cuando se cumple un mes de mi renuncia irrevocable a la dirección del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (DAPRE). En ese momento, como hoy, continúo actuando con libertad y compromiso con los objetivos del proyecto político del Gobierno.
¿También se compromete con los objetivos del presidente Petro? Él parece ser impredecible. Ha cambiado varias veces la composición política de su gabinete y de sus funcionarios más cercanos: de cerrada, a una semiabierta o muy abierta, como la de hoy con Armando Benedetti de operario…
Por supuesto, acompaño el proyecto del Gobierno que encarna el presidente, independientemente de los giros políticos que él le imprima a su gabinete.
El mismo día de su entrevista con este diario y tal vez sin conocer sus prudentes respuestas, el presidente publicó un largo trino en el que expresa una fuerte molestia en su contra. Entre otras afirmaciones, dijo que “por poco acaba el Gobierno”, refiriéndose a usted. ¿Qué opina?
Tomé la decisión de no responder a ese trino. Guardé silencio debido a que el señor presidente conoce, plenamente, mi actuación; conoce mis propuestas y mi profunda lealtad con el proyecto político que él encarna; sabe de mi trayectoria como militante de una causa que tiene plena vigencia, que ha costado vidas, exilio, cárcel, torturas y que nos compromete a seguir luchando. Esa causa tiene que ver con la paz, la democracia, la libertad y la justicia social por la que Petro, yo y miles de personas de nuestra generación hemos luchado desde los años del estado de sitio, por allá a mediados de los años 70.
Perdone le insisto: que el presidente de la República afirme sobre uno que “por poco acaba con el Gobierno” no es poca cosa y no es asunto de pasar por alto. En mi opinión, con ese mensaje el mandatario lo expulsó a usted no del cargo, sino de su movimiento. ¿Está fuera de la administración y también del petrismo?
Estoy fuera del Gobierno, pero no fuera del proyecto político progresista.
En el largo mensaje que el presidente le dedicó, él asegura que usted “no leyó las normas” en las que quedaría claro que el director del DAPRE, o sea usted, iba a ser el superior del “jefe de despacho”; es decir, Benedetti, y que por eso informó mal a los demás funcionarios. Usted renunció ese mismo día, lo que indicaría que sí creyó que Benedetti lo iba desplazar. ¿Interpreto bien o mal la situación que le describo?
Interpreta bien.
En todo caso, el presidente permitió que su confrontación con Benedetti ocurriera y tomó partido por él. ¿Cuál es, en su criterio, el “encanto” del hoy ministro del Interior para que Petro lo defienda contra viento y marea?
No puedo contestar esa pregunta. Es un asunto que solo puede responderle el presidente.
Del contexto del trino presidencial en su contra, se desprende que el jefe de Estado también lo responsabiliza de la molestia que la vicepresidenta, varios ministros y directores expresaron en contra de la llegada del “jefe de despacho”. ¿Usted fue el líder de la “rebelión” que vimos en el consejo de ministros?
Ejercí como director del DAPRE solo una semana. Las primeras reacciones de algunos altos funcionarios frente a Benedetti habían sucedido dos meses antes, cuando yo era vicecanciller. Desde el momento en que llegué al despacho, abrí el diálogo con todos los ministros para fortalecer la unidad del Gobierno alrededor del presidente; propuse una reforma al DAPRE con el fin de establecer, con claridad, las funciones de esa dirección y también propuse crear una alta consejería presidencial para la política.
Pero, para comprender bien lo que sucedió, ¿cómo transcurrieron los hechos, los días previos y la fecha en que se televisó el consejo?
El lunes 3 de febrero convoqué muy temprano un desayuno de trabajo con ministros y ministras para presentarme como director del DAPRE, coordinar acciones, establecer una comunicación permanente con el presidente y trazar una línea de acción para el cumplimiento del programa de Gobierno. Acordamos generar una sinergia para que desde Presidencia se sintiera un apoyo a los ministerios y los ministerios tuvieran una fluida comunicación con el presidente. Fue una reunión muy positiva. En esa reunión informé que estábamos proyectando la reforma del DAPRE. El mismo lunes, en la tarde, fui a la Vicepresidencia a una reunión convocada por Francia Márquez, quien estaba con Álex López y Gustavo Bolívar, pues ellos no habían asistido en la mañana. Allí insistí en la unidad del Gobierno en torno al jefe de Estado y pedí evitar una crisis política que haría mucho daño tanto a la administración como a nuestro proyecto político.
¿Y qué hacía Benedetti mientras tanto?
Mientras tanto, Benedetti le decía al presidente que yo estaba incitando a los más altos funcionarios para crear una supuesta rebelión. Le llevaba, todos los días, una carpeta con un “informe de cumplimiento” para demostrarle que los ministros “no le obedecían”, que no se comprometían con las promesas que el mandatario asumía ante la gente de los territorios, y que era necesario llamarlos a una rendición de cuentas. De ahí surgió la convocatoria para el consejo y la decisión de televisarlo, sin anuncio previo. Todo fue orquestado por el jefe de despacho. Benedetti se sentó al lado del presidente y contempló el tsunami que había provocado, y sus efectos en los ministros que le eran incómodos.
En ese famoso consejo usted se refirió a la reforma del DAPRE. Con esa propuesta pretendía darle eficiencia a ese departamento, pero ¿también evitar el choque con las tareas que iba a ejercer el “jefe de despacho” en la misma materia administrativa y de manejo de la agenda del presidente?
Sí. Sin embargo, Benedetti se anticipó a decirle al presidente que ejecutar la reforma al DAPRE demoraba tres meses. Entonces, convoqué a la secretaria jurídica de la Presidencia, al ministro de Hacienda y al director de la Función Pública para que revisaran la norma y presentaran una propuesta en un lapso de doce horas, como en efecto ocurrió. Yo insistía en la reforma del DAPRE y en la creación de una Alta Consejería presidencial para la Política, simultáneamente. Pensé que así se evitaría la crisis ministerial por el nombramiento de Benedetti y se fortalecería el DAPRE como Secretaría Administrativa de la Presidencia de la República. No obstante, Benedetti siguió presionando. Entró a la oficina del presidente como asesor y salió con el decreto en la mano que lo designaba jefe de despacho. Todo quedó escrito en el chat que sostuve con el presidente los días 3 y 4 de febrero. El martes 4, a las 4 de la madrugada, le anuncié mi renuncia.
Entonces, según el mandatario, ¿primó la versión del denominado jefe de despacho, hoy ministro del Interior?
Sí. Él especuló con la especie de que yo estaba poniendo a los ministros en contra el mandatario mientras, por mi parte, le daba al presidente, puntualmente, todos los informes. Esa fue una competencia entre la perversidad y la ingenuidad. Benedetti logró convencerlo de que yo estaba liderando la presunta “rebelión”.
Eso explicaría la molestia de Petro con usted. Supe que después del consejo televisado, el grupo tachado de rebelde se reunió en el parqueadero de palacio antes de tomar sus vehículos. ¿Qué ocurrió ahí? ¿Se pusieron de acuerdo en qué y para qué?
Al terminar el consejo de ministros televisado y antes de salir de la Casa de Nariño, les dije a los ministros y ministras que había renunciado de manera irrevocable, por coherencia y dignidad, y que había radicado mi carta a las 7:15 de esa misma noche. A quienes estaban conmigo les señalé que era necesario apoyar al presidente. Añadí que no tenía alternativa y les reiteré: “Aquí el único que tengo que renunciar soy yo”, toda vez que, en mi cargo, me vería obligado a actuar conjuntamente con Benedetti en una dinámica muy riesgosa para los objetivos a los que nos comprometimos como gobierno del cambio.
Usted ha sido uno de los mejores amigos y aliados del mandatario. Incluso tuvo un cargo importante, con él, en la Alcaldía de Bogotá. ¿Se siente hoy expulsado del olimpo? ¿Dejó de ser petrista?
Permítame decir que en la semana que estuve en el DAPRE me encontré con el amigo y con el presidente. Hablamos como hacía mucho tiempo no lo hacíamos, sobre muchos temas, la necesidad de darle un viraje al Gobierno y los retos y desafíos en la recta de final. Vi a un presidente comprometido con el país y buscando soluciones. Me di cuenta de su soledad, de su encierro y de la necesidad de conectarse con la gente en los territorios. Constaté su inmensa preocupación por los resultados, la ejecución y el cumplimiento de su programa. Ahora bien, mi salida del gabinete no se produjo por una expulsión, como usted dice. Renuncié por la designación de Benedetti, porque él es la expresión de la vieja clase política, y porque es un sapo difícil de tragar. Como le dije al presidente, “son sus decisiones y sus decisiones se acatan, se cumplen y se respetan”. Y si uno no está de acuerdo, renuncia. Eso fue lo que hice.
Pocos días después de su salida, Petro nombró ministro del Interior a Benedetti. Lo sacó de la “jefatura de despacho” y hasta el momento no parece que alguien vaya a reemplazarlo. Entonces ¿usted sí se equivocó, como escribió el presidente, puesto que el nuevo ministro estará en otras tareas, fuera de palacio?
Pues, en la práctica, Benedetti es hoy ministro del Interior, jefe de despacho y, según todo indica, se inmiscuye en asuntos del DAPRE.
¿Gustavo Petro es “buen político y orador prolífico”, pero “mal organizador y gerente”, como dicen sus críticos?
Más de dos siglos de bipartidismo incubaron una clase privilegiada y grupos de personas y corporaciones que se resisten a los cambios. A estas alturas, esos grupos se niegan a permitir el ingreso de Colombia al siglo XXI. Por eso, la endemoniada oposición a reformas razonables. Ya se puede decir, aun antes de que termine el Gobierno, que el legado del presidente fue abrirle las puertas al cambio, romper el bipartidismo tradicional y mostrarle al país un horizonte progresista, más humano, más justo, más igualitario y profundamente comprometido con el equilibrio ambiental. Ahora bien, ese ejercicio no ha estado exento de errores propios, de inexperiencia y, lo peor e inconcebible, de actos de corrupción. Nos hizo mucha falta una evaluación a fondo de la alcaldía de Bogotá Humana para revisar aciertos, errores, dificultades y obstáculos en la ejecución de un programa. Nos tocó aprender haciendo. También tienen que aprender los opositores: si nosotros nunca habíamos sido gobierno, ellos jamás habían sido oposición a una administración de izquierda. Nuestra principal responsabilidad es cumplirle al pueblo que votó por el cambio, y al país que todavía confía en sus instituciones democráticas. Hay que salir a la calle a defender las reformas, pero también es necesario que se cumpla el programa de Gobierno y que se gobierne bien.
Con base en su experiencia y cercanía con el presidente, por favor explique cuál es la forma eficaz de relacionarse con él para no caer en desgracia rápidamente.
No traiciona sus ideales políticos quien ha arriesgado su vida luchando por los derechos humanos, por un país justo, democrático, incluyente y en paz. El presidente Petro logró convocar una fuerza del cambio más allá de la izquierda y llegar al Gobierno en acuerdo con sectores tradicionales de la política. Eso debe hacerse “sin sectarismo, pero sin ambigüedades”, como dijo alguna vez el maestro Carlos Gaviria Díaz y la saliente ministra del trabajo Gloria Ramírez, que lo recordó. No hay fórmulas únicas ni instrucciones para trabajar bien con el presidente. Ahora bien, con Gustavo Petro hay que dialogar, construir confianza, debatir con argumentos, decirle verdades incómodas y actuar con lealtad, aunque no siempre funcione.
Pues, con su perdón, creo que a usted no le funcionó… El jefe de Estado responsabiliza de los tropiezos de su administración al llamado “establecimiento” y a los ministros que provienen de los partidos tradicionales. Pero ahora trae a un político como Benedetti. ¿Cómo se entiende esa contradicción-atracción?
Sin duda, Petro gobierna bajo fuego. Ha llamado ministros de diversas vertientes políticas, algunos más comprometidos que otros, con el cambio. No es una tarea fácil, pero el acuerdo nacional sigue siendo necesario para avanzar. Eso requiere claridad programática y ausencia de sectarismo. Hay asuntos cruciales en un acuerdo, pero se requiere autoridad moral para una convocatoria de esta naturaleza. En cuanto a los ministros de todos los partidos que han integrado la coalición gubernamental, es claro que deben rendir cuentas; pero ese ejercicio debe ser objetivo y debe responder a una metodología seria, construida con base en indicadores y cifras que permitan medir el impacto de las políticas públicas. No se puede decir que un ministro no cumplió, en tres meses, las órdenes del presidente. Hay que ver los resultados en ministerios como Agricultura, Minas y Energía, Relaciones Exteriores, Trabajo, Defensa, Cultura, Ambiente… También hay que reconocer que, en el Gobierno, todavía hay muchos funcionarios de nivel medio que vienen de pasadas administraciones y que ellos impiden o retrasan el cambio.
¿Se crea el grupo de “Los irrevocables” y para qué?
Preguntado el exdirector del DAPRE si es verdad, como supo la periodista que hace esta entrevista, que se está gestando un grupo de veedores compuesto por altos exfuncionarios recién retirados del gobierno Petro, Jorge Rojas no quiso negar ni confirmar la versión. De acuerdo con la información conocida por El Espectador, ha habido reuniones entre quienes se llaman, jocosamente, a sí mismos, “Los irrevocables”, en alusión a los que renunciaron, de manera definitiva, a pertenecer al Gobierno cuando el presidente Petro los desafió con el nombramiento, como “jefe de Despacho”, del cuestionado excongresista Armando Benedetti. Ese cargo, en la práctica, le daría al exembajador el poder de ser el intermediario único entre el mandatario y sus ministros. Uno de los propósitos de “Los irrevocables” sería el de ejercer vigilancia sobre la ejecución de los programas de Gobierno, no para oponerse a estos sino para garantizar el uso transparente de los recursos públicos. Es decir, para evitar la corrupción de los avivatos incrustados en la administración. Inicialmente ese grupo estaría compuesto por el propio Jorge Rojas y por los exministros Iván Velásquez, Gloria Ramírez, Juan David Correa y Andrés Camacho, por ahora. Se darían a conocer muy pronto.
Descalificación pública del presidente a su amigo, exdirector del DAPRE
Un duro mensaje le dedicó el presidente Petro a su antiguo amigo y aliado de propuestas políticas Jorge Rojas, quien duró en la Presidencia, después de haber sido embajador y vicecanciller en este Gobierno, solo una semana como director del Departamento Administrativo de la Casa de Nariño. En un trino publicado el 6 de febrero pasado, el mandatario dijo, refiriéndose claramente a su compañero de batallas políticas aunque sin llamarlo por su nombre: “El que puse de director del DAPRE o secretario general de la Presidencia, comenzó a decir que el jefe de Despacho es el jefe de los ministros y levantó mucha indignidad y por poco acaba el gobierno, como quiere la extrema derecha. No señor, le dije al secretario general de la Presidencia, al menos lea cuál es la función del cargo antes de irradiar un infundio desastroso. De acuerdo a las normas, el jefe de Despacho tiene un jefe: el secretario general de la Presidencia o director del DAPRE. El secretario de Presidencia tiene un jefe: el presidente de la República. Los ministros y ministras tienen un jefe: el presidente de la República. Solo bastaba leer las normas”. Tremenda descalificación pública.